Schiller, el poeta errante
Zunilda Ceresole de Espinaco

Johann Christoph Friedrich Schiller nació el 20 de marzo de 1759 en Marbach (Württemberg). Tuvo una infancia muy feliz, pero, como su padre era inspector de jardines al servicio del duque reinante Carlos Eugenio y éste había creado un internado, la "Escuela Carlos", adonde se preparaba a los alumnos de manera militar y se los adiestraba para ser oficiales del ejército o de la administración pública, exigía que sus empleados enviaran allí a sus hijos, al futuro poeta no le quedó otra alternativa que someterse a una disciplina férrea y a una reclusión casi conventual.

Pasó su juventud cursando una carrera que le era odiosa, influido por lecturas que circulaban clandestinamente y representaban al movimiento literario renovador de 1770, liderado por Goethe. Proponía una regeneración radical de la vida y un acercamiento a la naturaleza. Los jóvenes que lo seguían gustaban de bañarse al aire libre en los ríos, escalar montañas, recorrer los campos a caballo, observar el amanecer y disfrutar de la hora vespertina; también revalorizaban el folclore. Expresaban sus emociones en versos libres, de formas irregulares y carentes de rimas, o bien en forma de lied, un género literario especial basado en la técnica del folclore lírico alemán.

Inspirado en la doctrina revolucionaria, Schiller produjo "Die RŠuber" ("Los brigantes"), que escribió entre 1777 y 1778 y fue publicado en 1781. Este drama, si bien tiene un argumento que parece pueril, fascinó a muchas generaciones, posiblemente debido al suspenso que impera desde el primero al último capítulo, a las injusticias que denuncia y a la inverosimilitud del desenlace. El éxito del drama fue total y, a pesar de ser cirujano militar en dicha época, las autoridades gubernamentales consideraron las hipérboles revolucionarias del autor como inocentes lirismos.

No obstante, el destino lo envolvió con hilos de desdicha a causa de un incidente trivial. Uno de los bandoleros del drama anuncia que se va a retirar a un determinado cantón de Suiza debido a que su clima es propicio al bandolerismo. Conmovidas las autoridades de dicho cantón, por vía diplomática protestaron ante el gobierno del duque de Würtemberg. Esta molestia, sumada al viaje que sin permiso de sus superiores realizó el poeta a Mannhein, para ver el estreno de su obra, determinó su arresto y la censura de su obra.

Schiller desertó del ejército y emigró clandestinamente.

Ingenuamente pensó que su celebridad le permitiría tener una situación holgada; la realidad le demostró que, aun en los círculos artísticos, este mundo está configurado por el mercantilismo y el oportunismo.

Hallándose en una situación económica extrema, fue socorrido por admiradores. En primer término, la Sra. de Wolzogen le dio asilo en un castillo solitario y, posteriormente, el consejero Kšrner acogió al prófugo en el seno de su familia en Dresden.

No obstante lo azaroso de su vida trashumante, en esa época escribió tres tragedias: "La conspiración de Fiesco en Génova" (tragedia Republicana), "Intriga y Amor" (tragedia burguesa) y "Don Carlos, infante de España" (poema dramático).

Para vivir en el núcleo de la vida intelectual alemana, Schiller se instaló en 1787 en Weimar. Al año siguiente, Goethe regresó de Italia y reasumió discretamente el dominio de la invisible mancomunidad del ducado. Schiller se acercó a Goethe escribiéndole una carta datada el 23 de agosto de 1794; la misma es uno de los documentos más imponentes de la historia literaria alemana. En ella expuso con elevada clarivisión la mentalidad empírica, inductiva y deductiva del destinatario y la suya propia, eminentemente especulativa, deductiva y doctrinaria. Demostró que ambos recorrían caminos opuestos, pero convergentes, que al encontrarse propiciaron entre ambos el contacto espiritual.

Goethe le contestó, rogándole que lo visitara en su casa palaciega de Weimar y pasara una temporada como huésped de su familia. Aceptó Schiller y el resultado de esta visita fue el nacimiento de una amistad que les unió de por vida.

Escribió entonces "La guerra de los treinta años" y "La revolución de los Países Bajos unidos contra el gobierno español". Adhirió al sistema filosófico de Kant y publicó diversos tomos sobre problemas de estética, entre otros: "La educación estética del hombre" (1795), "La inspiración espontánea y la reflexionada en la poesía" (1795-1796).

Su obra literaria "Wallenstein" (1799), trilogía dramática, es un exponente magnífico de esa guerra de treinta años, que forma el tema principal de su generación y también de la extraordinaria personalidad del general austríaco, quien sucumbió asesinado y fracasó en la patriótica tentativa de unificar los dos bandos beligerantes para, bajo su dominio personal, establecer la unidad alemana.

Weimar significó un paraíso para Schiller, la llegada a un puerto seguro donde pudo realizarse como persona y como literato. Goethe dirigía por ese entonces el teatro del ducado, su programa era la creación de un repertorio que sirviera como instrumento de enseñanza pública, lo que llamamos, en estos tiempos, educación por el arte; aprender gozando de las manifestaciones artísticas. Schiller, compenetrado en esta visión novísima para la época, lo acompañó fervorosamente; ambos poetas tradujeron al alemán obras de Eurípides, Voltaire y otros. Adaptaron para el gusto de su público varias tragedias de Shakespeare. Schiller tomó a su cargo la difusión periodística de esta magna tarea, publicó artículos y ensayos sobre las obras estrenadas. Mas, su aporte más valioso fue la serie de obras que produjo para ser estrenadas en el teatro de Weimar. Éstas fueron: "María Estuardo" (1800), "Juana de Orleáns" (1801) y "Guillermo Tell" (1804), donde, con su acertada técnica y brillante lenguaje dramático, representó famosos acontecimientos históricos para exponer indirectamente las ideas fundamentales de su época: la independencia exterior de la patria, la reconstrucción de la unidad nacional y la libertad de los ciudadanos.

La salud del poeta siempre había sido delicada; las privaciones sufridas durante la época en que fuera prófugo habían minado su organismo. Durante muchos años sólo pudo trabajar en los intervalos que le dejaba su dolencia; merced a su voluntad férrea, a su inteligencia excepcional y a su talento incomparable pudo legar a la humanidad su espléndida obra literaria. Murió el 9 de mayo de 1805, a los 46 años. Durante todo un día nadie se animó a darle la noticia a Goethe, quien le rindió homenaje en el teatro de Weimar y le dedicó un poema. Su recuerdo lo acompañó por el resto de su vida y, aun a la hora de su muerte, Goethe habló con cariño entrañable de su compañero y gran amigo Schiller.