La vuelta al mundo
¿Libertad de prensa?
Rogelio Alaniz

La cadena COPE es un medio de comunicación cuyo principal accionista es la Conferencia Episcopal de España. La posición editorial de COPE es de abierta confrontación con el gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero. A pesar de Chesterton, se sabe que el sentido de humor de la jerarquía católica no suele ser muy agudo, pero en el caso que nos ocupa algunos de sus colaboradores han demostrado que no sólo son capaces de reírse, sino que, además, su risa puede ser a costa de los presidentes de Bolivia y España.

Los creadores de este singular episodio fueron el periodista Federico Jiménez Losantos, conductor del programa "La mañana", y los humoristas del grupo RISA, quienes habitualmente colaboran con este programa. Lo que hicieron estos buenos muchachos fue iniciar una entrevista con Evo Morales y luego ponerlo en comunicación con Zapatero, quien supuestamente estaría hablando desde un país asiático.

La víctima del sketch sin duda que fue Morales, quien en todo momento creyó estar hablando con el presidente de España y, emocionado por esa impensada entrevista, dijo unas cuantas cosas más o, para expresarlo de otro modo, dijo cosas que el protocolo diplomático no acepta o, por lo menos, no acepta en esos términos.

Evo Morales creyó que estaba hablando con el presidente de España y ninguna de las cosas que éste dijo le parecieron a él disparatado o lo hicieron pensar que estaba ante un simulador o un farsante. O sea que, para Morales, la relación política con Fidel Castro y Hugo Chávez o las correspondientes simpatías de Zapatero con estas causas constituyen enunciados absolutamente previsibles, enunciados que pueden dar lugar a diferentes especulaciones, menos a ser tomados en broma.

También participan del universo de lo previsible algunas gestiones diplomáticas secretas relacionadas con la ayuda económica o con el reconocimiento de la causa indigenista que los entrevistados dieron a conocer, sin que a Morales estas infidencias le parecieran inoportunas o le hiciesen pensar de que estaba siendo víctima de una broma.

Digamos que el falso Zapatero dijo cosas que un presidente electo como Evo Morales consideró que eran apropiadas. Está claro que, si el humorista hubiera exagerado el tono o hubiese dicho disparates, Morales se habría dado cuenta de que le estaba haciendo un broma. Esto no ocurrió, entonces, porque el humorista lo que hizo no fue una humorada, sino que suplantó a una persona y esa persona era, nada más y nada menos, que el presidente del gobierno español. Digamos, por último, que en cualquier país de Occidente la suplantación de personas con reconocida exposición pública es un delito que no pierde su condición de tal aunque los autores digan que se estaban divirtiendo.

A Morales lo podemos criticar por su ingenuidad o por su buena fe, pero admitamos que en las condiciones en las que se estaba desarrollando la transmisión él no tenía modo de advertir la burla. Precisamente, lo que hace criticable el acto de los periodistas es que en ningún momento éstos dieron una señal o una pista de que se trataba de una broma, y de una broma hecha con el objetivo de burlarse y desprestigiar a dos presidentes.

El incidente generó un pequeño conflicto diplomático que se solucionó rápidamente, aunque algunos dirigentes bolivianos insistieron en destacar el racismo existente en España, ya que uno de los aspectos que hicieron posible la humorada fue el prejuicio de considerar a Morales un indio ignorante y poco avezado en cuanto a lidiar con los instrumentos del progreso.

La cadena COPE también pidió disculpas, aunque, como dijo un diplomático de Bolivia: "Su comunicado no lleva la hidalguía que debería merecer una disculpa". La respuesta no es caprichosa, ya que el contenido del texto emitido por la COPE no va más allá de lo formal y en ningún momento admite haber cometido un error o algo parecido.

El gobierno de España, por su parte, pidió disculpas por lo sucedido y, paradójicamente, se dispuso a cumplir con todo lo que dijo en su momento el falso Zapatero, es decir, mejorará la ayuda económica a Bolivia y alentará una visita de Evo Morales a España, con lo que la frontera entre la ficción y la realidad es más delgada de lo que parece a simple vista. Digamos, para concluir, que la gran paradoja de todo este episodio lamentable es que Morales sale políticamente beneficiado.

Pero el problema a debatir en este caso no son las relaciones entre Morales y Zapatero, sino los alcances y los límites de la libertad de prensa. Lo que resulta inadmisible es que, en nombre del humor, se cometa una serie de actos ilícitos que luego se pretende justificar en nombre de la libertad de prensa. Los periodistas tienen derecho a criticar a los gobernantes y una de las maneras más eficaces de la crítica es el humor. A lo que no tienen derecho es a suplantar la personalidad de un estadista y, en nombre del humor, a generar un conflicto de Estado.

Lo ocurrido en España no es nuevo. En su momento, algo parecido hizo una radio de Miami con Fidel Castro y Hugo Chávez. En todos los casos, los periodistas se valieron de ciertos recursos técnicos para intervenir en temas delicados invocando como coartada el humor. ¿Todo está permitido en nombre del humor? ¿Pueden ser vulnerados, en nombre de la libertad de prensa, temas tales como las relaciones diplomáticas, la seguridad nacional, la intimidad presidencial?

No hay una respuesta exclusiva a estos interrogantes. Pero, más allá de las variaciones teóricas que se puedan construir, yo diría en nombre de cierto sentido común que algunas cosas no pueden hacerse.

No tengo nada personal contra los payasos. Al contrario, siempre admiré ese oficio. Pero lo que me parece que es importante distinguir entre el periodista y el payaso es que, así como a un periodista lo silbarían con justa razón si intentara hacerse el gracioso en un circo, del mismo modo no es justo que los payasos ocupen el lugar de los periodistas, por más que cierta platea cholula lo aplauda y que ciertos inescrupulosos empresarios de medios crean que se está practicando el mejor de los periodismos. O que algunos políticos se presten a estos montajes porque creen que por ese camino son más populares.