Al margen de la crónica
El país que paga y debe

En la dinámica realidad argentina -que todo lo devora- la salida del default pareciera más lejana de lo que es. Sin embargo sigue siendo el hecho más significativo del año económico, por mucho que el gobierno se esfuerce en poner en escena por estas horas el pago al FMI, cuya trascendencia es cuanto menos dudosa y deberá aún demostrarse.

Según la Cepal, la Argentina cerrará este año con un crecimiento de 8,6 %, tal vez el dato más significativo de la recuperación económica del país. Sin embargo la inflación del orden del 12 %, un salario que evolucionó sólo 5 %, la incidencia del trabajo informal y un desempleo de 11,6 % (el presidente se apresura a pronosticar más bajas) hablan del tremendo desafío que el país todavía enfrenta.

Es bueno verificar que desde la devaluación, la pobreza pasó del 57,5 % al 38,5 %, y que la indigencia retrocedió también del 27,5 % al 13,6 %. Sin embargo esa evolución toma como base la peor crisis y no la serie histórica; esos números aún marcan que en mayo de 2001 la sociedad estaba en mejores condiciones.

Dicho de otra manera, nadie puede festejar en un país que tiene hoy 4,7 millones de indigentes, es decir de personas que no tienen lo mínimo indispensable para comer. Y si bien el gobierno tiene derecho a celebrar la recuperación alcanzada, también tiene el deber de proponer por dónde seguirá el camino de la recuperación.

Tarifas, inflación, redistribución de riquezas, infraestructura, educación (el factor más importante de la economía moderna) o deuda pública son aún cuentas pendientes. El alejamiento de Roberto Lavagna, que venía sugiriendo casos de corrupción en el propio gobierno y necesidades de fomentar la inversión para sostener el crecimiento, no parece ser la manera más adecuada para despejar el camino.