Cartas a la dirección

>Incentivar o extirpar el odio

Señores directores: Es sorprendente y, además, síntoma de enfermedad moral, que las declaraciones del Sr. presidente de Irán, convocando a "borrar del mapa a Israel" y su prédica antijudía mal disimulada con la consigna "un mundo sin sionismo" no provocaran manifestaciones masivas de repudio y condena de las organizaciones de defensa de los Derechos Humanos, partidos políticos y ONGs que tienen el inexcusable deber de hacerlo.

El que calla otorga y, en ese caso, el ominoso silencio de esas agrupaciones entraña la complicidad, cobardía o indiferencia. O el doble discurso hipócrita de quienes justifican los crímenes más alevosos y repugnantes con el eslogan de la "lucha contra el imperialismo".

El papa Benedicto XVI reclamó al Islam que luche contra el terrorismo, instándole a extirpar el odio. Todo lo contrario de lo que hace el Pte. Mahmoud Ahmadinejad, propiciando los ataques de las organizaciones terroristas árabes contra israel.

Hoy en día, el antisemitismo goza de buena salud, aunque camuflado con eufemismos como "antisionismo" y otros. Pero, como acostumbra decir Bernardo Klibsberg en su programa "AMIA para todos", "Más vale encender una vela que maldecir la obscuridad". Y esta carta apunta en esa dirección.

Y atención: esto no es cosa de los judíos, o de los judíos y los árabes, sino algo que concierne a todo el género humano, una causa de toda la humanidad. No significa esto alinearse con los judíos contra los árabes, ni viceversa, sino sostener como ser humano universal que la vida y los Derechos Humanos valen para todos, sin excepción alguna.

El profeta Ezequiel (1, 1-2) refiere a esas cegueras y sorderas deliberadas y, por ende, maliciosas, que caracterizan a la contumacia, que define el diccionario como la actitud rebelde, porfiada y tenaz en mantener un error. Es contumaz el que no quiere ver ni quiere oír.

Las palabras, y tanto más cuando emanan de dignatarios públicos, no son inocentes. Tienen peso y sirven al bien o al mal; no son neutrales. La violencia verbal precede a la violencia física como el espíritu a la materia. Las palabras pueden llevar a la guerra y al exterminio de pueblos enteros. Así comenzó Hitler.

Eduardo Páez de la Torre.

LE: 6.254.825. Ciudad.