SEÑAL DE AJUSTE
El solaz presidencial

Roberto Maurer

Desde 1989, los presidentes pasan y Marcelo Tinelli subsiste, y con un rating que los mandatarios no conservaron. Sería la causa por la que la opinión pública, sugestionada por los medios de comunicación, le atribuye superpoderes. Por ejemplo, en Tinelli se reconoce una potencia simbólica exagerada. En ese "imaginario", ha sido consagrado como la gran metáfora de la tilinguería de los tiempos del gobierno de Menem, y semejante repudio desvía la atención de otros ejemplos de mayor peso.

Sin las técnicas de los amigos y enemigos de Harry Potter, pero con la fuerza de una hiperinflación o Sendero Luminoso, Tinelli también tendría la facultad de derrumbar gobiernos, y la caída de De la Rúa sería el resultado de su atolondrado pasaje por "Videomatch". En los últimos tiempos del menemismo, Tinelli se pasó a la oposición, que era una forma de ir sumándose al nuevo oficialismo, del cual a su vez también se separó: sus acrobacias lo sitúan siempre en el más allá de las lealtades, y ése es su único superpoder, el de permanecer eternamente joven y amado por el público.

El ex presidente presidente riojano descansa en el camposanto de los políticos desprestigiados, donde también yace De la Rúa, junto a otras fosas abiertas que aguardan nuevos huéspedes. En cambio, Tinelli está mas vivo que nunca y a sus visitantes presidenciales no parece haberlos ayudado la decisión de aparecer en su programa para lograr una cuota de publicidad dudosa, aunque sumando puntos al conductor de "Showmatch", el único beneficiario.

En la línea de sus antecesores, porque nada ha cambiado mucho, ahora ha sido Néstor Kirchner el protagonista de un sketch de Tinelli. Al principio de su mandato, sectores nada despreciables de la sociedad confiaron en una depuración institucional cuando, en una de sus primeras decisiones, el actual presidente impulsó la fumigación de la Corte Suprema. Involucionando, hoy busca la hegemonía oficialista en el Consejo de la Magistratura e imita a sus antepasados de triste final concurriendo al programa de Tinelli.

De la Rúa fue sobrevivido por la imitación de Fredy Villarreal, que coprotagonizó con el presidente de la Nación el sketch de despedida de "Showmatch", con la ministra de Economía, el jefe de Gabinete y Carna como secundarios, grabado en la escenografía de la Casa de Gobierno. El sketch se rió de un torpe ex presidente que se entrometía en el despacho del actual mandatario, donde era convertido en el blanco de las vejaciones del estilo cultivado por Tinelli, con la participación de Kirchner. La promesa de purificar las instituciones ha desembocado en la burla de ellas.

De la Rúa acabó su mandato abruptamente por la concurrencia de varios factores, como las movilizaciones populares espontáneas, el peso mismo de la ineptitud gubernamental y la acción de los intendentes mafiosos del conurbano. La caída del gobierno fue celebrada con euforia, aunque era, en esencia, un acontecimiento triste, el de un gobierno constitucional que había fracasado y se retiraba antes del término de su mandato.

Fue la frustración de una sociedad en el escabroso camino de consolidación de sus instituciones republicanas, y no de un gobierno en particular. Sin embargo, irresponsablemente, Kirchner colaboró en ese sketch -por otra parte, gracioso-, donde se evocaba aquel episodio de la historia reciente, tomando distancia de aquella dolorosa fractura institucional que, hay que decirlo, no ha mantenido con los secuaces del menemismo. Uno de los dos Fernández del gobierno pudo ofrecer la excusa idiota de que apenas se había tratado de "un solaz de cinco minutos para el presidente". Que un presidente busque diversión con un momento doloroso de la República y de una historia de la cual todos formamos parte es como hacer chistes sobre los treinta mil desaparecidos.

De tal modo se abre la puerta a personajes como Jorge Rial, quien, en "Intrusos", pudo afirmar sin ser desmentido que "todos los presidentes argentinos tienen algo de payasos".