Al margen de la crónica
Escuelas públicas jaqueadas

Ayer se conoció el caso de la escuela N° 884 Ignacio Rodríguez, que debe cerrar sus puertas debido a la baja matrícula. El director interventor contabilizó 60 alumnos de 1ro. a 7mo. año de EGB para el ciclo lectivo 2006, sin tener en cuenta los estudiantes de 8vo. y 9no.

Por contrapartida, fuentes de la cartera educativa aseguran que no quedaban más de 20 chicos en las aulas.

Por si fuera poco una escuela cerrada, Amsafe La Capital indicó que hay otras que se encuentran jaqueadas debido a que vienen perdiendo alumnos. Una de ellas es la Sargento Cabral, ubicada en Las Heras 4720, y otra es la N° 13 Dalmasio Vélez Sarsfield, sita en Güemes 4189.

Esta información se contradice con un informe publicado por El Litoral el 30 de diciembre pasado que daba cuenta de la explosión de matrícula en los colegios privados de Santa Fe, algunos de los cuales apenas alcanzan a reservar un banco para los hermanos de sus estudiantes.

La situación económica más despreocupada de muchas familias hace que elijan un establecimiento privado para sus hijos, sinónimo de mejor calidad en la mayoría de los casos. Otro dato que explicaría el vuelco de matrícula hacia las instituciones de carácter particular sería la cantidad de paros de la docencia estatal.

Sin embargo, la cuestión es más compleja y tiene que ver también con la vinculación entre las escuelas y sus respectivas comunidades, con el crecimiento o caída de la natalidad en el radio de la institución, y con los gobiernos escolares que a veces cometen errores difíciles de enmendar con proyectos creativos.

Sea cual fuera el factor, el cierre de una escuela pública es doloroso para la comunidad: porque se pierde una referencia, porque las generaciones que egresaron de ella ahora no tendrán más ese aval, y porque la educación borra un símbolo de equiparación social.

Si se cuentan escolares como cabezas de ganado quizá la ecuación docente-alumno no cierre. Pero deberíamos preguntarnos si la educación de un solo niño santafesino no vale la pena la inversión estatal.