Editorial

Una tendencia preocupante

El paso del tiempo parece ir develando el verdadero carácter del presidente de la Nación. Aquellos atisbos de autoritarismo que aparecían en los inicios de su gestión, poco a poco han ido tomando consistencia y se manifiestan como chicotazos frente a todo el que adopte posiciones diferentes.

Los ejemplos son muchos pero, a partir del triunfo obtenido por el oficialismo en las pasadas elecciones de octubre, esta tendencia parece haberse profundizado.

Al gobierno parecieran no importarle las críticas al proyecto tendiente a reducir el número de miembros del Consejo de la Magistratura. Fue la primera vez que la oposición en pleno unificó su discurso, advirtiendo que el modelo impulsado por el kirchnerismo representaría un fuerte avance del poder político -y oficial- sobre el órgano que tiene la función de seleccionar y evaluar a los jueces de la República.

La respuesta oficial fue la descalificación y hasta la burla hacia quienes opinaron diferente, adoptando de esta manera una postura maniquea en la que todo aquel que no coincide con las medidas o las iniciativas del gobierno corre el riesgo de ser considerado un potencial enemigo.

Por otra parte, en los últimos días recrudecieron los ataques, cuestionamientos y comentarios peyorativos respecto del periodismo independiente del país y de algunos medios en particular. Esa onda expansiva barrió luego con un periodista de larga trayectoria y acreditada profesionalidad, más allá de las discusiones que sus posturas puedan promover. Nos referimos a Pepe Eliaschev, cuyo ciclo radial "Esto que pasa", que se emitía por Radio Nacional desde hace cinco años, acaba de concluir. Y si bien en la esfera oficial se arguye que sólo se trata de la expiración de un contrato que no se renueva, no escapa a los observadores que la razón de fondo es la molesta posición crítica de Eliaschev.

La primera tentación de cualquier gobernante con rasgos autoritarios es callar a los periodistas que pretenden ser independientes. Y es que la tensión permanente de la prensa con el poder es un rasgo distintivo de esta actividad que apunta nada menos que a observar, describir, descubrir y analizar lo que el poder hace.

Se sabe que resulta más cómodo convivir con una prensa rutinaria y aduladora. Pero silenciar a los que opinan es una tendencia atávica del poder contra la que se han buscado a través del tiempo remedios institucionales. Por eso, cuando esta conducta reaparece en escena provoca reacciones en la prensa que tantas veces ha sido acechada, perseguida e, incluso, corrompida. Lo malo, en tales casos, es que desaparece o pierde fuerza una genuina barrera contra los excesos del gobierno.

En 1964, la Suprema Corte de los Estados Unidos determinó que "existe para los ciudadanos, y en particular para quienes actúan por y para la prensa, el deber de criticar a los funcionarios...", pues estas críticas "son la esencia del gobierno propio. Porque la libre discusión de los asuntos públicos es condición de la existencia de una república".