El proteccionismo de los países ricos

Concluyó la reunión europea de ministros de Comercio realizada en Ginebra y las principales potencias que asistieron a la minicumbre insisten en seguir subsidiando a sus productores rurales. Los gobiernos de los países periféricos -la Argentina entre otros- han sostenido con cifras y datos elocuentes sobre el perjuicio que representa para sus economías el proteccionismo ejercido por los países centrales contra las materias primas locales.

Se ha planteado, además, que es una contradicción intelectual y política flagrante que los mismos que dicen defender las virtudes del libre comercio y reclaman o exigen a los países de la periferia que abran su economía, sean los mismos que hacen exactamente lo contrario cuando el supuesto interés nacional está en juego.

Se dice que en una oportunidad al ministro de la reconstrucción alemana de la posguerra, Ludwig Erhard, un periodista le preguntó si no era una contradicción que un liberal doctrinario como él promueva medidas proteccionistas, mientras oficialmente defendía la llamada economía social de mercado. Erhard admitió que, efectivamente, era una contradicción, pero que a veces las exigencias del poder obligaban a los hombres de Estado a incurrir o a convivir con esas contradicciones. En otras palabras, lo que el ministro alemán defendía era el liberalismo posible.

Es en nombre de esa suerte de posibilismo que las grandes potencias resuelven este tema, más allá de las contradicciones con la teoría o de los perjuicios que provocan con estas decisiones a los países en vías de desarrollo productores de materias primas. Los persistentes reclamos de nuestro gobierno, por ejemplo, para que se modifique esa realidad no han tenido eco, y siguen sin tenerlo, más allá de algunas consideraciones verbales de los políticos europeos, quienes nunca han ido más allá de las palabras.

En Estados Unidos, algunos legisladores han prometido que en algún momento este tema será tratado. Pero, como cada dos años hay elecciones y el lobby algodonero parece ser muy fuerte en algunos Estados y, además, disponen de buenos recursos económicos, ningún dirigente se anima a enfrentarse con un sector que puede hacerle perder las elecciones.

En Francia, el proteccionismo a los productores agrarios se parece a una causa nacional. Los dirigentes de este sector suelen participar en los foros izquierdistas contra la globalización, sin preocuparse demasiado por manifestar en las calles junto con quienes dicen defender las economías del Tercer Mundo de la agresión "imperialista".

Un perjuicio más provoca en las naciones periféricas esta actitud proteccionista. Los dirigentes populistas locales suelen valerse de este argumento para justificar sus propias medidas proteccionistas y los beneficios que desde ese proteccionismo prodigan a sectores económicos afines. Lo que importa saber es que en todos los casos, esos subsidios son pagados con el dinero de los contribuyentes y, en los países con regímenes impositivos regresivos, los más perjudicados suelen ser los sectores sociales con menores recursos.