Entrevista al vicepresidente del Tribunal Eclesiástico Nacional
No confundir al matrimonio con otro tipo de uniones
En una época caracterizada por la precaridad y una corta temporalidad de los proyectos, la Iglesia Católica reitera que el matrimonio es un vínculo para toda la vida. La diferencia entre éste y las uniones civiles entre personas del mismo sexo. La familia como transmisora de valores.

Teresa Pandolfo

El presbítero Ariel Busso es sacerdote y abogado. Actualmente, se desempeña como vicepresidente del Tribunal Eclesiástico Nacional y enseña Filosofía del Derecho. Ha sido decano de la Facultad de Derecho Canónico de la UCA. Vino a Santa Fe a dictar un curso en el seminario local y conversó con El Litoral sobre la situación de la familia en estos tiempos. Parte de ese diálogo se transcribe a continuación:

-¿Cuál es el concepto actual de familia?-Parte de una noción clara de lo que es el matrimonio. Para el creyente y para quien cree que existe una naturaleza de las cosas, una familia supone la existencia de un matrimonio entre un hombre y una mujer, que buscan el beneficio de uno al otro y, al mismo tiempo, de lo que ello tiene de consecuencia, que es la vida de los hijos.Si bien podría existir una familia sin matrimonio, en el caso de que la misma naturaleza así lo exija -una madre soltera o un padre soltero que forma una familia simplemente con los hijos-, aquello que la naturaleza pide es la unión entre un hombre con una mujer para toda la vida, donde se entregan en mutuo derecho y en mutuo amor en orden a sí mismos y a la propagación de la vida. - Tenemos distintas situaciones de familia. Hay abuelos que están a cargo de nietos, madrinas de ahijados y que constituyen el núcleo familiar de ese chico. Para usted, ¿hasta dónde llega el concepto de familia?- Era fácil en el mundo romano, donde la familia se formaba por afectio familiari, el afecto de familia. Se interpretaba que aquéllos que vivían bajo un mismo hogar, bajo el pater de familia -el jefe de la familia-, incluía también a algunos entenados y aquellas personas que adquirían de algún modo el afecto familiar sin ser consanguíneos o afines, entonces, era mucho más fácil. La noción cristiana de familia supera también la afectio porque también intervienen aquéllos que no tienen el afecto familiar pero les corresponde tenerlo porque existe también el tema del deber. La familia actual, que muchas veces es monoparental o simplemente de otra persona que ni siquiera es padre, se puede considerar familia en una concepción alargada del concepto. Tendrán los mismos derechos y los mismos deberes de acuerdo con las normas civiles y al derecho natural pero, evidentemente, de alguna manera, se hace siempre referencia a un matrimonio que no existe y al que se suple.El matrimonio es la base fundamental de la vida familiar. Por eso para nosotros es tan importante y tan sagrado que lo defendemos a capa y espada.

Las uniones civiles

- Tenemos un mayor conocimiento o una mayor difusión de uniones civiles dentro del mismo género que incluso han llegado, en algunos países, a solicitar la adopción de hijos. ¿Cómo se los debe considerar?

- La unión entre cualquier tipo de personas, sean del mismo sexo o de distinto, debe ser respetada por el hecho de ser personas. Ahora, llamarle matrimonio a lo que naturalmente no es, evidentemente, incluso va contra la misma terminología del matrimonio. Matrimonio es mater munus , que viene de la búsqueda, de alguna manera, del oficio de madre. La misma etimología de matrimonio trae consigo la naturaleza de los hechos. Una sociedad que confunde el matrimonio con otro tipo de unión, tiene también sus consecuencias.

Yo creo que muchas veces por ayudar a muchas personas que se encuentran en una situación especial -la sociedad debe ayudar a las personas con capacidades diferentes o con tendencias diferentes y no condenarlas de antemano- tal vez se confunde y en lugar de ayudar al que yerra, se termina aceptando el error.

El noviazgo en crisis

-¿Cuáles son los hechos o las dificultades que ponen en riesgo a la institución matrimonial?

- La crisis comienza por la crisis de la institución del noviazgo. Raramente hoy el noviazgo es la preparación para matrimonio, viendo a éste como la alianza natural entre un hombre y una mujer para toda la vida, en el cual se entregan mutuamente los derechos y deberes que deben darse como cónyuges. Muchas veces la institución del noviazgo está realizada demasiado a la ligera y no tiene como finalidad el amor para toda la vida. Creo que la madurez humana, en este momento, en el cual se piensa en que se ha alargado el período de la adolescencia, también hace lo suyo.

Y muchas veces aquello que en una sociedad de trabajo suele hacer una madurez en una juventud más temprana, en nuestros tiempos de estudio o de mantenimiento económico de padres o dada la situación también de la pertenencia social, se alarga la adolescencia. El grave problema de la vida matrimonial empieza, aunque no es exclusiva ni excluyente, en la crisis del noviazgo.

El noviazgo suele comenzar como un escarceo afectivo, donde rápidamente se va a la relación sexual; cuando sería el momento para madurar el amor mutuo y el consentimiento del otro y comienzan a surgir los problemas económicos para la instalación del hogar, etc.. Y aquellas preguntas que hacen al hombre y a la mujer e incluso con las posibilidades o no para la vida de matrimonio, están en muchos casos ausentes durante el noviazgo.

¿Ante una utopía?

- A mí me da la sensación de que usted plantea un mundo de utopías. La realidad que vivimos en este momento es otra. Creo que hay un choque entre esa realidad y el planteo que usted hace. Vivimos una época en que nada es para toda la vida; vivimos un "presente continuo", padre...

- Los ideales a veces parecen utopías pero no lo son, porque una utopía supone la imposibilidad de vivirlo. Acá supone que en los distintos momentos de la sociedad, se pueda tomar en serio, con prudencia, la realidad de las cosas tal como son. Lo que me parece es que en este momento debemos afianzar más el tema educacional y cuando hablo de esto no me refiero a la escuela, sino a la familia donde la educación del afecto queda bastante ausente.

En otros tiempos, la vida familiar era muy simple: en la familia se transmitían los valores que se vivían sin otro tipo de influencias. Actualmente, me parece que queremos llegar a esos mismos ideales con medios que no son adecuados, especialmente con una familia disgregada, con una escuela que no transmite todo lo que debería transmitir y con medios de comunicación social que proyectan otros valores. Si todo esto conduce a una utopía a vivir, lo que usted me pregunta está en lo cierto. Que el ideal es una utopía tengo que decir que no, porque la naturaleza sigue siempre y en todas partes.

Repercusión social

- Esta crisis de la familia, ¿qué repercusión tiene en la estructura social?

- Siempre se dijo casi como un clisé que la familia es la célula básica de la sociedad y considero que realmente lo es. Que influye mucho y en tal sentido, los ejemplos en la historia son recurrentes. Uno de ellos: la caída del Imperio Romano fue concomitante a la caída de la consideración social de lo que significaba la vida del hogar. Ninguna sociedad deja de lado estos valores sin tener consecuencias sociales.

- ¿Y en el terreno afectivo de los hijos?- La gente le pide mucho a la comunidad educativa o a instituciones como clubes que hagan algo para contener a los chicos que están en la calle. Son suplencias que podrían hacerse pero, fundamentalmente, hay ausencias de contención familiar y no es tanto en los afectos, que evidentemente están, sino en la transmisión de valores, que no solamente se los debe transmitir con la palabra sino fundamentalmente en la vivencia familiar. - ¿Cree que en algún momento la Iglesia Católica va a considerar la posibilidad de la disolución del matrimonio?- Si es la disolución tal como la entiende la ley de Matrimonio Civil, evidentemente, no podemos hacer nada respecto de ello. Ahora, la Iglesia considera casos especiales, pero este tipo de disolución evidentemente no, porque pertenece a la ley divina positiva dada por Jesucristo, en el cual la Iglesia no tiene ninguna autoridad para cambiarla. Y no tiene autoridad para cambiarla porque se encuentra frente a una realidad, que en la naturaleza de las cosas es así: el amor que no se hace deber y que no se ata, corre el riesgo de no eternizarse. Cuando el amor no se eterniza siempre está la espada de Damocles de poder perderse.