Corrupción y elecciones en Brasil

Todas las encuestas coinciden en señalar que el presidente Luis Ignacio Lula da Silva ganará las elecciones del domingo en la primera vuelta. Sin embargo, el dirigente opositor Geraldo Alckmin asegura que habrá segunda vuelta y prueba sus afirmaciones exhibiendo los crecientes niveles de aceptación que va teniendo su candidatura.

Más allá de especulaciones electorales, lo que está fuera de discusión es que, en estos últimos días, la campaña electoral se ha puesto al rojo vivo, contradiciendo la hipótesis de algunos observadores que hablaban de las elecciones más aburridas de la historia de Brasil. El último condimento que faltaba fue puesto en estos días a través de las denuncias contra Lula y sus colaboradores inmediatos, que incluyen financiaciones ilegales, malversación de dineros públicos, subsidios estatales a grupos mafiosos y negociados en la tramitación de obras públicas.

No es la primera vez que el gobierno de Lula es interpelado por la supuesta corrupción de sus funcionarios. Las denuncias han salido, en más de un caso, de militantes de las filas del Partido de los Trabajadores, probablemente desencantados por el denominado pragmatismo del presidente y la corruptela de sus funcionarios.

Ninguna de estas denuncias ha podido ser probada hasta la fecha, pero, así como se sabe que a Lula estas imputaciones no lo han afectado, también se sabe que algunos de sus colaboradores de confianza han debido dar un paso al costado porque su situación judicial era muy delicada. Habría que decir, además, que, si bien para amplios sectores de la opinión pública el gobierno de Lula ha satisfecho modestamente sus expectativas, los índices de corrupción son muy altos.

Aunque no sólo el tema de la corrupción divide a Lula de Alckmin. Desde el punto de vista político, la diferencia más visible tiene que ver con los rumbos de la política exterior. Alckmin considera que Brasil debe despegarse de algunos socios incómodos, como en los casos de Chávez, Morales y del propio Fidel Castro. Si bien no cuestiona la relación con la Argentina, por el contrario, la pone como un ejemplo, estima que la estrategia de Brasil debe apuntar a fortalecer las relaciones con Estados Unidos a través del ALCA y le interesa, en América latina, una alianza con Bachelet en Chile, Uribe en Venezuela y con Calderón en México.

De todos modos, los esfuerzos de Alckmin por instalarlo a Lula en la izquierda chocan con el descarnado pragmatismo del primer presidente obrero de la historia de Brasil.

El izquierdismo de Lula hoy es más retórico que real, a tal punto que sólo sus opositores de derecha se lo recuerdan. No obstante, al PT le sirve como bandera populista para sostener las adhesiones de sectores populares que aún siguen creyendo en el llamado proyecto revolucionario y popular del Partido.

La posibilidad de un llamado a una segunda vuelta, a partir de los resultados del domingo, no está descartada. Sin embargo, no le será fácil a la oposición aumentar los niveles de adhesión en estos últimos días. Por lo pronto, los grupos de poder económico y los grandes medios de comunicación se esfuerzan por mantenerse neutrales. Por un lado, sienten la obligación de solidarizarse ideológicamente con Alckmin; pero, al mismo tiempo, su sentido desprejuiciado de la realidad les advierte que con Lula sus intereses están muy bien representados y que todo cambio puede llegar a ser el anticipo de malas noticias.