"La canción más triste del mundo"
Personajes extravagantes para una película atípica y genial
Certamen El filme describe un extraño concurso, donde la cerveza fluye como el agua. Aquí Isabella Rossellini, cuando la película se presentó en el Festival de Venecia. Foto: ARCHIVO EL LITORAL. 

Por Juan Ignacio Novak

Atípica y creativa desde cualquier ángulo de análisis, "La canción más triste del mundo" aparece ante el espectador como una inclasificable pero muy equilibrada combinación de los elementos más variados, más en la opción estética del director que en la progresión temática. Asoman por allí ingredientes propios del expresionismo de los años veinte, junto con otros provenientes de los musicales de la época previa a la Segunda Guerra Mundial, elementos que están enmarcados en un corredor de personajes delirantes, cada cual trazado a la perfección, con una voluntaria amplificación de las características de cada uno, con el fin de resaltar sus contraposiciones a medida que se van integrando en la trama.

Por momentos rayana con ciertos componentes del surrealismo, en otros cercana al cine bizarro, la película se sitúa en el Canadá de los años treinta, un momento histórico marcado por los efectos devastadores de la Gran Depresión y por la célebre prohibición del alcohol en Estados Unidos. En la ciudad de Winnipeg, la "baronesa de la cerveza" Lady Port-Huntly (Isabella Rossellini, en una interpretación memorable), anuncia una competencia entre representantes de todos los países para elegir la música más triste del mundo. En el fondo, es una estrategia inescrupulosa para fortalecer su imperio, que se asienta en el contrabando. Durante las alternativas del concurso, un padre y dos hijos, cada uno de ellos con sus tragedias personales a cuestas, pondrán en juego mucho más que el premio estipulado por la baronesa.>

Guy Maddin no es probablemente un director especializado en propuestas masivas y para todos los públicos, pero la solidez narrativa, la puesta en escena y el cuidado trabajo de musicalización, denotan un notable manejo de los recursos, no demasiado frecuente en estos tiempos.>

Intensa e inusual

El filme está logrado en todos los sentidos. Intensamente dramático por momentos, muy divertido y profundamente satírico en otros tramos, explora todo el abanico de posibilidades que permite su elaborado y creativo trabajo de guión. La opción estética del director de utilizar una fotografía en blanco y negro -matizada por escenas en color para mostrar los altibajos emocionales de los personajes- tiene una gravitación superlativa, en la medida que se propone rendir homenaje a los distintos géneros de los que está nutrida.

Las actuaciones no sólo están perfectamente integradas en el filme, sino que también se destacan por el nivel que presentan los actores. Sobresaliente es la composición de Isabella Rosellini, como la extravagante baronesa. Y del resto del reparto, se destaca el trabajo de María de Medeiros -que hace una década trabajó con Tarantino en "Pulp Fiction"- como una ninfómana amnésica, indecisa sobre qué postura tomar frente al concurso.>

Inusual en todos los sentidos, "La canción más triste del mundo" es un verdadero placer para el espectador, en la medida en que implica una manera distinta de concebir el cine, como un espacio donde reflexionar, pero también rendir culto a los mentores del séptimo arte. El mejor adjetivo que le cabe a este filme es "imprescindible".>

La canción más triste del mundo

(Canadá, 2004), director: Guy Maddin; intérpretes: Mark McKinney,

Isabella Rossellini; Maria de Medeiros; David Fox; Ross McMillan; Louis Negin; producción: Niv Fichman, Daniel Iron, Jody Shapiro; Música: Christopher Dedrick; fotografía: Luc Montpellier; montaje: David Wharnsby; diseño de producción: Matthew Davies; guión: Kazuo Ishiguro, Guy Maddin, George Toles.>