Tras la Asamblea Episcopal
Arancedo: el diálogo con el gobierno no está roto
El obispo de Santa Fe reiteró el llamado al diálogo por encima de las antinomias y sostuvo que la recuperación económica no puede desentenderse de la equidad y el desarrollo integral de las personas. El efecto Misiones.

Emerio Agretti

El permanente llamado de los obispos argentinos al diálogo a veces parece convertirse en una letanía. Sin embargo, surge de una incesante preocupación por la fragmentación que aqueja a la sociedad, la falta de políticas de Estado para garantizar una equitativa distribución de la riqueza y los estragos que la sostenida situación de pobreza estructural produce en los procesos de aprendizaje. Y esto porque, como dice monseñor José María Arancedo, "cuando entre quienes tienen el poder no existe la disposición al diálogo, el que sufre es que el tiene poco".

El arzobispo de Santa Fe recibió a El Litoral en las instalaciones del Seminario (Mons. Zazpe al 2800), actualmente en plena remodelación, que es a donde concurre todos los lunes. A pocas horas de terminada la 92° Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Argentina, retomó el discurso de sus pares en cuanto a la necesaria conexión entre diálogo y bien común, y también el planteo de que el Estado garantice la educación en todos los planos, aportando de manera equitativa a los establecimientos de gestión privada (ver nuestra edición de ayer, pág. 3).>

"El bien común es ese ámbito permanente para que el hombre crezca en todas sus potencialidades. Favorecer el bien común es favorecer el nivel, la dignidad de la persona. No es lo mismo crecimiento económico que desarrollo integral del hombre, de la comunidad. Por eso, bien común es el conjunto de posibilidades que le presenta la sociedad al hombre para que desarrolle la totalidad de su ser económico, moral, espiritual y social.>

-Esto incluye que desarrollo económico sea un poco más parejo.-Claro. Porque el bien común reclama una mayor equidad en la distribución de la riqueza. Y el diálogo es el gran instrumento, incluso para la construcción y consolidación de la democracia. Decimos que fortaleciendo el diálogo, podemos superar la excesiva división que perjudica a nuestra sociedad. Eso también lo notamos. Tanta fragmentación, enfrentamientos estériles muchas veces, modos de relacionarse frente al poder, que fraccionan, que separan. Es importante distinguir en una sociedad lo diverso, pero no separarlo, no enfrentarlo. En el momento de mayor crisis, la Iglesia hizo una contribución muy sensata y comprometida, al brindar el espacio para la Mesa del Diálogo. Y ahí se dijeron muchas cosas: se habló de reforma de la política, de las instituciones. Pero lo económico se acomodó un poco y varias cuestiones de fondo no se fueron tocadas. -Eso parece que diluye bastante el efecto de la Mesa del Diálogo, quedó puramente como un aporte conceptual.-Gracias a Dios aquí pudimos retomar esa idea y armar una mesa santafesina, con gente diversa, unida en pos del bien común. Pero lo que decimos en el documento es que, a pesar de los indudables logros económicos, los niveles de pobreza y exclusión todavía son altos. Creo que también hay que aprender a vivir con austeridad, y con un espíritu solidario. Lo que vemos aquí mismo, en los cordones santafesinos, es que la pobreza ha hecho estragos en los niveles de aprendizaje. Hace falta implementar políticas de Estado, pero también un compromiso de toda la sociedad. -De todos modos, no parece que en el actual gobierno haya mucha receptividad para el diálogo.-A veces, los gobiernos quedan muy comprometidos en la defensa del poder o en querer ocuparlo y corren el peligro de postergar las cosas serias. Hay que valorar los logros, pero hay muchos aspectos que requerirían un gesto de magnanimidad: reconocer "en esto tengo que sentarme con el otro", que puede ser un adversario político, pero nunca un enemigo. Puede haber disputas, pero no discordia, porque eso marca la distancia afectiva que fragmenta. Cuando entre quienes dirigen no existen estas virtudes superiores, el que padece es el que tiene poco. -¿El puente con el gobierno está roto?-Yo no diría nunca un puente roto. Creo que permanentemente hay de parte de la Iglesia gestos, actitudes de diálogo. No es eso lo que la Iglesia desea. Sí quiere, en todo caso, autonomía y libertad. Y cooperación. Por lo tanto, el diálogo es también con las autoridades políticas. Y todos tenemos que hacer un esfuerzo para superar eso que algunos llaman un puente roto.

El caso Piña

Monseñor Arancedo volvió a destacar la actitud de su par Joaquín Piña en Misiones, resaltando la falta de interés personal e incluso el sacrificio que le significó ponerse al frente de la cruzada anti-reeleccionista del gobernador Carlos Rovira.

"No corresponde que esto le toque a un obispo, debe ser un partido político, un laico. Pero no estaban dadas las circunstancias. Lo que estaba en juego era algo muy grave. Una reelección indefinida, con todo lo que ello implica en gobiernos como los nuestros, con tanto poder del Ejecutivo, al punto de comprometer a los otros poderes. Creo que él actuó con responsabilidad, con seriedad. Y la gente votó. Y creo que el voto de la gente hizo que la democracia salvara a la República. A veces la democracia no es republicana y a veces la república no es democrática, pero acá creo que el pueblo con su voto salvó la República, en cuanto a la idea de vivir de acuerdo a una Constitución, con autonomía de poderes, con alternancia en el poder. Me parece que fue algo muy maduro del parte del pueblo misionero, que naturalmente tuvo consecuencias. Y el obispo también es un ciudadano, es un hijo de la Patria a la cual pertenece y sirve", argumentó.