Pequeño balance o balancín

El Argentino de Teatro, tanto como el de danza, ya son festivales que se impusieron en la escena local y en la nacional; no sólo en el público general que colma las salas, sino en el, digamos, ambiente teatral nacional que se pregunta y se preocupa por saber el modo de participar, que comenta con sus pares la capacidad organizativa del evento, la calidad de las propuestas y la firme intención de consolidarse con firmeza en cada nueva edición.

Ciertos acontecimientos propios de algunos festivales internacionales organizados por organismos del Estado hacen pensar, a veces, que las discrepancias, los desaciertos, los olvidos, las omisiones, los puntos en contra, las discusiones, los insultos, los parásitos, la prensa paga y demás son parte del, digamos, quehacer teatral; que todo, de una forma u otra, tiende a moverse, tan recta como sinuosamente, en una sola dirección, que el "infierno tan temido" del teatro (que nos impongan lo que "tenemos" que ver) lo devora todo, y que las internas políticas (politiqueras) anulan las capacidades de reacción, de discernimiento. Pero no. Hay otros caminos.>

El III Argentino de Teatro fue, como los anteriores, y como los de danza también, todo un evento de representación. Y no sólo la representación como un término del, a veces, intrínseco vocabulario o terminología teatral, sino representación como lo dice el diccionario: Ser imagen o símbolo de una cosa, y "esa cosa" es, sin lugar a dudas, algo bastante difícil de lograr últimamente en los festivales (tanto nacionales como internacionales): la identidad, la forma, única y personal, de mostrarse sin caer en la tentación de trocar (¿?) calidad por número (masivo) de entradas.>

Leonel Giacometto