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Naturaleza virgen e historia

Hace 160 millones de años, la tierra se estremeció y dio origen a una particular geografía de acantilados, islas y una ría única en Sudamérica.. 

Puerto Deseado.

En el noreste de Santa Cruz, Puerto Deseado ofrece la naturaleza austral en su estado más virgen. Los acantilados y aguas azules son reservorio de pingüinos, cormoranes y delfines, mientras que la ciudad relata en su paisaje, las vivencias de una Patagonia con historia.

Situada a 2.100 kilómetros de Buenos Aires, la zona de Puerto Deseado es un importante reservorio de aves y mamíferos marinos. Y es, además, testigo del paso de prestigiosos personajes, como Hernando de Magallanes, Charles Darwin y Thomas Cavendish (a quien se debe el nombre de "Desire", en honor a su nave insignia), quienes por algún motivo sintieron curiosidad por la topografía del lugar.

Su increíble paisaje se explica por un fenómeno de la naturaleza. En el período jurásico -hace 160 millones de años- la comarca se estremeció. Brutales erupciones volcánicas derramaron lava y ceniza por doquier, tallando los contornos de esta geografía. Las rocas modelaron cañadones, acantilados e islas, y trazaron un profundo surco en el terreno, donde alguna vez hubo un río, y que luego el mar se ocupó de llenar.>

Denominado ría, este curioso accidente geográfico de unos 40 kilómetros de longitud, constituye un atractivo único en Sudamérica. Para conocerlo, es necesario abordar un bote inflable y hacerse a las mansas aguas que rodean a este puerto natural santacruceño. Unos pocos minutos entre paredones de piedra que alternan los rojos con los marrones y los blancos, bastarán para sorprenderse ante un tesoro de fauna al alcance de la mano.>

La propia zona portuaria ofrece a los lobos marinos como parte del escenario, tanto que los marineros llaman a los simpáticos animales por su nombre de pila.>

Apenas a un par de kilómetros de la ciudad, espectaculares paisajes sirven de hábitat a cormoranes, macaes, petreles, flamencos, cisnes, gaviotines, gaviotas, ostreros y, por supuesto, los siempre populares pingüinos. A medida que la embarcación se interna, el paisaje comienza a cambiar. Las toninas overas parecen custodiar el paso, rumbo a un cauce que se torna serpenteante y donde los colores cambian.>

La singular geografía, lejos de haber agotado sus recursos con la ría, ofrece en torno a ella un laberinto de enormes grietas en el terreno. Los cañadones, de más de 50 metros de altura, invitan a escalarse o simplemente recorrerse, y ofrecen recovecos entre los cuales saltan las liebres, las maras y desde cuyas alturas se observa alguna que otra lechuza.>

Costas escarpadas

La zona lindera con el mar abierto también ofrece pruebas del fenómeno que configuró la geografía del lugar. Apenas unos minutos al norte de la ciudad, un circuito de cuevas horadadas por el mar en los acantilados brinda un circuito de trekking que requiere una buena dosis de estado atlético. Claro que el esfuerzo vale la pena, pues desde los peñascos se pueden observar texturas increíbles, producto de la mezcla de piedras negras con el verde del musgo y la siempre cambiante acción de las aguas espumosas.

Si uno se atreve a acercarse al bravío Atlántico, es capaz de encontrar esas mismas texturas que abundan en toda la costa de la zona, pero con sus colores mucho más intensos, y "sifones" naturales, donde las olas encuentran un pequeño curso que termina transformándolas -inexorablemente- en chorros de agua que se elevan metros y metros del suelo.>

En cambio, si se extiende la mirada tierra adentro, pequeñas casas y un minúsculo cementerio revelan la pasada existencia de un pequeño poblado rural. De la mano de un ferrocarril que dejó de circular hace 30 años habían surgido estaciones y puestos telegráficos, que enlazaban las distintas ciudades y estancias de la zona.>

Allí cobra sentido otra nota del paisaje. Extendidas como blancas manchas en la estepa, las salinas daban lugar a una explotación económica paralela a la ganadería.>

De repente, en el camino de ripio asoma el casco de una estancia. Lejos de la estética de los establecimientos rurales pampeanos, las construcciones patagónicas hablan de una búsqueda de practicidad. Madera y chapas desafían a los vientos y al frío, y a las seguramente largas temporadas de aislamiento que debían soportar los pobladores de una Patagonia de inviernos hostiles.>

La isla de la fantasía

Sin embargo, el plato fuerte para el visitante está mar adentro, a unas 11 millas náuticas (aproximadamente 20 kilómetros) de Puerto Deseado. Cerca de una hora de navegación y un desembarco con mucha adrenalina entre las rocas permiten acceder a la Isla Pingüino.

La figura de otro faro -éste en desuso- domina el extraño escenario. Una pequeña planicie es custodiada por el vuelo de los skúas, que se arrojan como misiles sobre cualquiera que ose acercarse a sus nidos. El guía advierte sobre el ataque de estas aves, y sugiere agitar un palo para espantarlas.>

Una breve caminata entre las rocas lleva al otro lado de la isla, donde en una fisura del terreno aguarda el premio mayor. Una auténtica multitud de simpáticas aves, distribuidas en parejas, ofrece un colorido espectáculo. Se trata de los pingüinos de penacho amarillo, quienes eligieron este lugar para empollar sus huevos.>

Los peculiares pájaros se distinguen de sus primos magallánicos por un andar saltarín, y quizás por esa dosis de paradójico encanto que ofrece su plumaje despeinado -con notas de amarillo intenso en la cabeza- y sus ojos de un rojo fuego. Estos animales son una auténtica rareza del lugar, ya que para encontrar otras colonias hay que ir a las Islas Malvinas o llegarse hasta el corazón del territorio antártico.>

Claro que no son los únicos habitantes del lugar. Minutos de trekking separan la pingüinera de una costa donde los lobos y los elefantes marinos se secan al sol.>

Ciudad con pasado

La propia ciudad de Puerto Deseado constituye otro punto de interés turístico. Dotada de un paisaje urbano muy propio de la Patagonia costera, donde lo práctico se alterna con lo natural, en sus calles son capaces de convivir un container, una gaviota, un tanque petrolero y una vista a un mar impecablemente azul. Pero este eclecticismo se nutre de una profusa historia, que se remonta a las visitas de exploradores, corsarios e investigadores, a la presencia de tribus nómades, y a la actividad económica de ganaderos y pescadores.

Dos museos narran las historias más intensas de esta ciudad. El primero de ellos, el Museo Municipal Mario Brozoski, se construyó en honor de un buzo que halló los restos de un antiguo naufragio. La corbeta inglesa Swift, hundida en 1770 a pocos metros de donde hoy se alza el puerto, constituye una inagotable fuente de conocimientos que todavía siguen por recuperarse en su totalidad.>

Las salas del museo, entonces, agrupan innumerables objetos que pintan de cuerpo entero la vida de los navegantes del siglo XVIII, cuando los oficiales cargaban su porcelana china hasta en expediciones a los confines más remotos de la tierra.>

El otro museo importante de Puerto Deseado se alza en uno de sus edificios emblemáticos. Construida en 1911 por picapedreros yugoslavos, la estación de ferrocarril era la cabecera de un trazado que debía concluir en Bariloche pero que -costumbre habitual en nuestro país- nunca se concluyó y durante el gobierno militar fue cerrado por "falta de rentabilidad".>

En las dos plantas de esta enorme construcción, que poco tiene que envidiarle a las terminales ferroviarias de las grandes ciudades, se aglutina una creciente colección de objetos relativos a la vida en torno a los rieles. Pero también un importante cúmulo de anécdotas, que vienen de la boca de sus propios protagonistas. Es que el museo está atendido por los viejos trabajadores del tren, quienes tuvieron la iniciativa de recuperar este edificio y fueron los principales aportantes a su colección.>

Ellos son quienes recuerdan los tiempos en los que la única manera de vencer a la distancia era gracias a las humeantes locomotoras. Con cierta añoranza, hablan de tiempos en los cuales el ganado iba y venía sobre esas vías. También recuerdan momentos que les llegaron de sus mayores. Pero, lejos de cualquier desconsuelo, se entusiasman. Saben que, como todos los deseadenses, son depositarios de un tesoro que espera ser descubierto.>

Datos útiles para viajeros

Cómo llegar, adónde alojarse.

Por tierra: Ruta Nacional 3 hasta el kilómetro 1995. Luego, tomar el desvío que lleva a Puerto Deseado y hacer 125 kilómetros.

Por avión: hay vuelos directos a Comodoro Rivadavia, desde donde se pueden hacer 300 kilómetros en ómnibus o tomar un vuelo local operado por LADE (consultar frecuencias). Excursión náutica por ría: tiene un costo de $ 80 aproximadamente. Excursión a la Isla Pingüino: $ 200 pesos aproximadamente. Darwin Expediciones: Naturaleza & Aventura. (0297) 156247554, e-mail: [email protected], www.darwin-expeditions.com. Turismo Aventura "Los Vikingos". (0297) 4870020 - 156244283/156245141, E-mail: [email protected] - www.losvikingos.com.ar. Hoteles: habitación doble, entre $ 70 y $ 150, según categoría. Cabañas: $ 70, para 5 personas.Más información: Dirección Municipal de Turismo de Puerto Deseado. San Martín 1525 (9050) Puerto Deseado - Santa Cruz Tel. (0297) 4870220 e-mail: [email protected]; [email protected]

El faro

Cabo Blanco

Una excursión al faro de Cabo Blanco multiplica el impacto visual. Ubicada a cerca de 100 km. del puerto (una distancia relativamente corta en términos patagónicos), la torre del faro ilumina todavía hoy el rumbo de los navegantes. Desde lo alto de una roca se pueden divisar las loberías, sobrevoladas por gaviotas y cormoranes.

Peregrinos

Gruta de Lourdes

Los desfiladeros se cuentan por decenas alrededor de la ciudad. Uno en especial cobró otro sentido: a cerca de 20 km. de la ciudad, la Gruta de Lourdes sirve como centro de peregrinación para creyentes de toda la zona, quienes se acercan a una imagen de la Virgen María a la cual formulan promesas.

A lo largo de un centenar de metros los agradecimientos -algunos apenas escritos en la piedra y otros en placas metálicas apenas apoyadas en ella- se cuentan por miles.>

La historia

Tehuelches

Además de los objetos que recuerdan la vida de los navegantes del siglo XVIII, el Museo Municipal "Mario Brozoski" guarda una colección orientada a recordar la historia de las tribus cazadoras y recolectoras que habitaron esas tierras por miles de años. Los tehuelches que años más tarde fueron asimilados a la cultura araucana, recorrían la Patagonia en busca de alimentos, dejando a su paso herramientas, dibujos y tumbas.

fuente: Secretaría de Turismo de Puerto Deseado.