SOCIEDAD
Más cerca del cielo
Travesía por los hielos.

Desde antes de ingresar al seminario, el sacerdote santafesino Ricardo Mauti escala montañas. En noviembre protagonizó una expedición por la Patagonia austral. Fueron 14 días, de los cuales 7 transcurrieron en el hielo. Dice que la majestad de la creación es más palpable en la montaña.

Ricardo Mauti es sacerdote; para más datos, director del Seminario Metropolitano y cura de la capilla San José Obrero de barrio Chalet. Entre ambas actividades distribuye su misión pastoral. Pero cuando llega el tiempo del descanso, sus pasos se dirigen hacia la montaña. Fue así desde su juventud, aún antes de optar por la vocación religiosa. Primero en Córdoba, luego cada vez más hacia el oeste en busca de picos más altos y más cerca de la cordillera, durante algún tiempo con su hermano y luego solo.

En noviembre cumplió una de sus metas más ambiciosas: una travesía por los hielos continentales de la Patagonia austral. "Más que un desafío, fue un sueño", contó a Nosotros>

Mauti pensó alguna vez en ser marino, alentado quizá por sus frecuentes visitas a familiares de Mar del Plata. Pero dice que la majestad de la creación y la presencia de Dios son muy palpables para él en la montaña y que escalar es "un gozo que va acompañado de un sacrificio constante", que además permite "descubrir los límites" frente a la naturaleza que impone sus propias condiciones.>

La travesía

La expedición comenzó a tomar forma en su cabeza mucho antes de concretarse, a través de datos oídos y obtenidos en viajes anteriores, acerca de una parte muy inhóspita del país. E insumió un año de preparación, no sólo física -Mauti no abandona su entrenamiento diario- sino también mental. El viaje transcurriría en 14 días y en condiciones difíciles. "Una cosa maravillosa", calificó.

"En noviembre me trasladé a Santa Cruz. El lugar de encuentro fue El Chaltén, un pueblo que ahora se ha hecho muy famoso y está cerca del Calafate". Allí se encontró con el resto del grupo: un escocés, un inglés, una sueca y un alemán -todos con amplia experiencia en alta montaña e igual de impactados por la belleza del lugar-, además de los guías, e inició la travesía.>

"El acceso a los hielos se hizo por una depresión en la cordillera que se llama Paso Marconi, un cordón montañoso a 2.400 metros que hay que escalar para entrar al campo de hielo continental propiamente dicho", precisó. La trayectoria siguió rumbo norte-sur, saliendo por el glaciar Viedma. Gran parte del territorio fue recorrido por suelo chileno y luego se volvió a ingresar a tierra argentina. "Fueron casi 120 km. a pie y casi 45 por hielo".>

Cuerpo y mente

Para semejante hazaña la preparación física es fundamental y constante, "porque después es mucho más difícil retomarla. La vida allí es bastante áspera en todo sentido, además del tiempo que uno se pasa caminando y, cuando no, dentro de una carpa". Es que la temperatura habitual es de 20° bajo cero en medio de un paisaje que a veces se vuelve sólo blanco, de hielo y nieve.

"No hay otra posibilidad de entrar al hielo que no sea caminando y de la misma forma es para salir. Uno de los riesgos que tiene la expedición es que no hay helicópteros en la zona; es necesario traerlos del Calafate".>

Por eso es que todos los detalles y las probablidades son tenidas en cuenta y nada puede quedar librado al azar, ni la técnica para escalar, ni la forma de sortear los tramos con grietas, ni la alimentación. "El avance por el hielo es muy lento: 200 metros de nivel pueden insumir 7 horas. Todo debe caber en la mochila y, en la travesía, se llevan trineos que cada uno debe arrastrar".>

Pero el esfuerzo rinde sus frutos. La extenuante caminata abrió ante sus ojos uno de los sitios más hermosos de la travesía: el Circo de los Altares, donde se entrecruzan los cordones montañosos del Fitz Roy y el Torre. "La montaña y esos paisajes tienen algo de irreal... y son nuestros", reflexionaba Mauti con la memoria enfocada todavía en imágenes que para la mayoría de los mortales pueden apreciarse sólo en fotografías... tomadas por otros. "Mi madre me decía: - mirá por mi", resumió el sacerdote.>

En la Argentina austral

Los hielos continentales están ubicados en una franja que se divide en tres: el norte, a la altura del cerro San Lorenzo (extremo norte de Santa Cruz, con 4.000 km2), el hielo continental sur que es lo que recorrió la expedición, y el extremo más austral en Tierra del Fuego, que es la cordillera Darwin, "una parte muy inexplorada donde hay cerros prácticamente vírgenes". "En el hielo continental hay montañas que no han sido escaladas, porque hacerlo implica aproximarse y eso supone una expedición al hielo. Así que es un doble esfuerzo".

"La Patagonia siempre me atrajo. Mi primera experiencia fue en el volcán Lanin; fui dos veces y pude hacer cumbre. Me hice amigo de un sargento del regimiento de alta montaña y me sembró la inquietud".>

"Una vez fui solo y pasé el Año Nuevo -solo- en el campamento base del Fitz Roy". Igual de solo permaneció por tres días y hoy recuerda aquella experiencia como muy enriquecedora.>

Mauti ya había frecuentado la cordillera central; estuvo en San Juan e intentó con el Mercedario aunque no pudo hacer cumbre por falta de aclimatación. Es que en un territorio llano como Santa Fe -más que llano, deprimido- el acostumbramiento se hace indispensable. Así que además de correr todos los días y de mejorar el tono muscular con gimnasia, el sacerdote dice que "la aclimatación no se reemplaza con nada que no sea la montaña".>

Conocer los propios límites

El mismo sentimiento que experimenta Mauti a grandes alturas es el que trata de transmitir a los seminaristas que están bajo su tutela. "Todos los años vamos a Córdoba y allá les propongo un desafío: los llevo al Champaquí que es la montaña más alta, los ayudo a prepararse con caminatas y -sin que se convierta en una obligación- subimos. Siempre hemos hecho cumbre, y hasta celebramos la misa allá arriba". La experiencia replica: "cuando se ordenan hacen lo mismo con los más jóvenes".

"Creo que la montaña es muy pedagógica porque enseña a valorar muchas cosas, a compartir con esfuerzo, a llevar el esfuerzo al límite a jóvenes que -por el ritmo de vida, por la cultura- tienden a aburguesarse. No se trata de correr riesgos pero sí de exigirse un poco más, dejar que la montaña imponga sus condiciones y no que una lluviecita nos deje en casa", aportó.>

Y la consigna resulta. "Es una experiencia fuerte estar en la montaña con tormenta y truenos, y uno a merced de lo que pueda pasar". "Y también es una oportunidad para descubrir los propios límites y vivirlo como tal y no como un fracaso".>

Una experiencia intransferible

Esfuerzo y recompensa

Escalar supone conocer y seguir cuidadosamente las reglas: "a determinada altura hay alimentos que no se pueden consumir y uno descubre luego que en medio del hielo la alimentación -a base de productos específicos- es casi constante, porque las energías se consumen sin darse cuenta", repasa el padre Ricardo Mauti.

"Es también la lucha contra uno mismo. Llega un momento en que la mochila es un peso insoportable y lo peor es que nadie puede cargar con lo de uno. Son, mínimo, 25 kilos que uno tiene que llevar, más la carga en los trineos que hay que arrastrar". Todo esto en un área donde el clima es "malísimo".>

"Un día bueno es una gracia que no hay que desaprovechar. A lo mejor son días muy cerrados y no se ven las montañas; pero cambia el viento, se abre un telón, y uno descubre panoramas extraordinarios".>

textos de Nancy Balza.