José Saramago y su último libro "Las pequeñas memorias

"He intentado no hacer nada que avergonzara al niño que fui"

Tiene 84 años y escribe sus memorias desde su nacimiento en Azinhaga, un pequeño pueblo. Foto: Agencia EFE. 

"Siempre he llevado dentro al niño que fui, y, ahora, ese niño sigue teniendo para mí la misma importancia que tenía cuando se encontraba solo en la mitad del campo, mirando las cosas y descubriendo el mundo", dice el escritor portugués quien en su última obra evoca su infancia.

Ana Mendoza (EFE)

José Saramago tiene 84 años pero conserva muy nítidos los recuerdos de su infancia, y es esa época la que recrea en "Las pequeñas memorias", el nuevo libro de este escritor portugués.

"Siempre he llevado dentro al niño que fui, y, ahora, ese niño sigue teniendo para mí la misma importancia que tenía cuando se encontraba solo en la mitad del campo, mirando las cosas y descubriendo el mundo", afirma Saramago.>

Su nueva obra llegará a las librerías españolas publicada por Alfaguara el 24 de enero y a las de Hispanoamérica en febrero.>

Como en otros libros de Saramago, Premio Nobel de Literatura 1998, en el nuevo hay emoción, humor, ternura y fina ironía.>

Pero, subraya, "no hay ninguna ficción", porque el autor ha procurado "definir los hechos con la mayor claridad posible" y ha hecho "lo posible para que la literatura no entrara en este libro".>

"Todo lo que yo cuento ocurrió", asegura el escritor, que en este libro recrea sus primeros quince años de vida.>

"Es cierto que hay momentos de mi infancia que estaban un poco ocultos bajo las capas del tiempo, pero con la memoria sucede algo interesante: cuando uno se preocupa por recordar, uno se da cuenta de que sabía mucho más de lo que creía y situaciones que parecían totalmente olvidadas surgen con una nitidez como si hubieran ocurrido ayer", destaca Saramago.>

EVOCACIÓN

El poder reconstructor de la memoria le ha permitido evocar su infancia en Azinhaga, el pequeño pueblo donde nació en 1922 y en el que echó raíces, pese a que sus padres emigraron a Lisboa cuando él tenía menos de dos años.

De niño y adolescente volvió con frecuencia a su aldea natal y por eso le ha sido fácil recordar el paisaje que la rodeaba, los largos paseos por los dos ríos más próximos, el Almonda y el Tajo.>

Rememora, así, las horas que pasó pescando, a veces en vano, aunque quizá no lo fuera tanto porque, sin darse cuenta, iba "pescando cosas" que en el futuro serían importantes para él: "olores, imágenes, sonidos, brisas, sensaciones".>

"Para el niño melancólico, para el adolescente contemplativo y tan frecuentemente triste" que fue Saramago, en aquel paisaje "estaban las cuatro partes en que se dividía el universo".>

El poder de la memoria le ha permitido también evocar la relación que mantuvo con su familia y con sus amigos; sus primeros éxitos en el colegio, donde fue un niño aplicado hasta que se cansó de serlo; su iniciación en la sexualidad y la escasa afición que mostraba por la religión ya desde chico.>

"Déjate llevar por el niño que fuiste". Con esa cita del "Libro de los consejos", inventado por Saramago como otros de los que menciona al principio de sus obras, comienzan "Las pequeñas memorias", traducidas del portugués por Pilar del Río, esposa del escritor.>

¿Y cómo era ese niño? "Era un niño muy tranquilo, que no tenía caprichos. He sido siempre eso que se suele llamar un niño bueno, que acataba lo que decían los mayores; no era humilde, pero era respetuoso, y, por encima de todo eso, era muy callado, me gustaba estar solo".>

"Un niño que necesitaba amor, y no es que no lo tuviera, pero él necesitaba que se expresara más el amor que hay en la familia; cuando lo hay, claro", prosigue.>

VIVENCIAS DOLOROSAS

Recordar no siempre es grato, y en más de una ocasión el escritor ha dudado si incluir o no en el libro algunas vivencias dolorosas, como el injusto bofetón que su padre le propinó en una ocasión o "los malos tratos frecuentes" que éste infligía a su madre.

Al futuro novelista, "atónito y asustado testigo de algunas de esas deplorables escenas domésticas", le sirvieron de vacuna. "Jamás he levantado la mano contra ninguna mujer", asegura.>

Saramago sentía un gran cariño por sus abuelos maternos, Josefa y Jerónimo, que protagonizan algunas de las páginas más emotivas del libro.>

Entre ellas destacan las dedicadas a su abuelo, que llevó una vida "difícil, de privaciones, de ignorancia" y, no obstante, era "un hombre sabio, callado", "tal vez un Einstein aplastado bajo una montaña de imposibles, un filósofo, un gran escritor analfabeto".>

Un hombre que cuando tuvo el presentimiento de que iba a morir, fue "de árbol en árbol de su huerto, abrazando los troncos, despidiéndose de ellos, de las sombras amigas, de los frutos que no volverá a comer", escribe Saramago en el libro.>

Y añade en la entrevista: "Si se hubiera tratado de una persona culta, se podría entender algo tan bonito como eso, pero mi abuelo era analfabeto, un pastor, y me pregunto qué tenía dentro de su corazón y de su mente para despedirse de los árboles de esa forma".>

Por eso, "si has tenido la suerte de tener un abuelo así, hay que agradecérselo a la vida".>