Toco y me voy
Productos de belleza
Prosiguiendo con nuestra campaña de reivindicación de los derechos masculinos, y ya que estamos en el baño, echamos una mirada inquisidora a los productos de belleza de unos y otros y a los espacios asignados a las diferentes partes en litigio. Una nota envasada, que le dicen.

Ya nos hemos referido larga o cortamente (según los casos) a la tabla del inodoro y a la propiedad de la máquina de afeitar pero, ya que estamos en el pipirrum, no podemos menos que solazarnos, sorprendernos, enojarnos y desenojarnos con una simple ojeada a la profusión de frascos y frasquitos, potes, sachets, aerosoles y geles que dejan chicos a todos los estantes. ¿Cómo, en qué momento, todo se llenó de tantos productos de belleza y sin la más mínima oposición de nuestra parte?

No se trata sólo de la cantidad (antes la nona tenía dos litros de champú y la colonia watteau para todo el mundo y chau) de productos sino, consecuencia directa, de la asignación del espacio. De pronto el varón de la casa, el tigre indomable de los llanos, el león insobornable, es un mero gatito confinado a dos centímetros de estante del ángulo del botiquín, sitio al que fueron derivados sin dignidad los dos productos masculinos sobrevivientes: un desodorante a bolilla y la crema de afeitar. El resto, un bosque femenino irrefrenable, una ciudad que emergió de pronto y se llenó de rascacielos.>

Pero el botiquín es pequeño y sus estantes son angostos: demasiado poco terreno para tanta reivindicación femenina y tanta tecnología al servicio de la (ilusión de) belleza. Así es que también son colonizados los estantes inferiores del lavabo, los bordes de la bañera y cualquier lugar capaz de admitir el aterrizaje de semejante bandada de productos. Y eso que sólo nos remitimos al baño, porque también el dormitorio tiene lo suyo.>

Es que conforme la industria de los cosméticos avanzó, fue generando nuevos productos y partiendo hasta la fragmentación lo que antes era más groseramente cubierto. Ahora no hay centímetro de pelo, piel o uña que no tenga su producto (o varios) específicos. Y todos son comprados por ella.>

Así que mientras vos tenés un champú barato de un litro, compartís el jabón (o agarrás torpemente el que te dejan adelante, porque a lo mejor ellas tienen otros mejores) y te arreglás con un desodorante unisex (que no significa que lo pueden usar los dos sexos, sino que únicamente lo usás vos), ella tiene shampoo (vos usarás champú a secas, ellas shampoo) para caballos claros, oscuros y para reflejos, lisos, lisos perfectos (es más liso todavía), rulos radiantes (no son ondulados, son tirabuzones), para pelos castigados, para cabellos normales-normales, normales-truchos y normales-anormales, para el invierno y el verano, crema hidratante, crema de enjuague (y uno no puede identificar los frascos correspondientes, que son parecidos, así que dos por tres terminamos con la cabeza embarrada con algo o con el cabello lacio y pastoso: le erraste, hermano), después tenés el anti frizz (parece un trago largo, pero es un producto re top para el pelo) y una batería de cremas de diferentes colores, olores variados y sospechosos contenidos exóticos, desde membrana de murciélago hasta pelo de carpincho, desde baba de caracol (una monada) hasta guano de lo que sea, desde ortiga hasta aloe, desde berenjena hasta alga marina. Si hay algo en la naturaleza o fuera de ella con nombre raro y alguna propiedad pseudo regeneradora, pues, pronto estará en tu baño y vos ni cuenta te diste.>

Además, los fabricantes ya descubrieron que el sistema funciona como el windows en las computadoras: todo lo que vas abriendo, luego lo tenés que cerrar. Cinco productos para arriba, cinco para abajo. Cinco para pintarte las uñas (protector, calcio, reforzador, esmalte y otros) y otros cinco para sacarte lo anterior, cuyos restos y sola presencia te dañan, con lo cual certificás que el largo listado de productos que te aplicaste conforma una batería nociva para tu organismo. Cremas foliantes y desfoliantes (y después nos quejamos de la desertización y la tala de los bosques), aerosoles de todo tipo (no puedo hablar del agujero de ozono, pero sí del cielorraso), geles, barros, cremas y etcéteras, porque hasta etcéteras envasadas (muy buena para combatir las durezas del codo) te venden los guachos para las guachas.>

Después de tantos productos, de tanto espacio para contenerlos ("necesitan" además un "neceser", porque todos esos "accesorios" son "necesarios") y de tantos minutos consumidos en la tarea de ponerse y sacarse todo eso, tienen hasta la obligación de estar lindas. Y permítanme decirlo, en su día y en los otros (trato de recomponer un poco la relación, para lo cual, además, gil, regalo otro frasco nuevo), lo están.>

Texto: Néstor Fenoglio[email protected]: Luis [email protected]