Crónica política
Beneficios del oficialismo, dilemas de la oposición

Rogelio Alaniz

En un año electoral es inevitable hacer un poco de futurología. Decir, por ejemplo, que Kirchner dispone de muchas posibilidades de ser reelecto no es una predicción, es un enunciado de sentido común, que como todo enunciado puede ser desmentido por la realidad, aunque lo más probable es que, si no hay alteraciones decisivas en el terreno económico, la realidad confirme aquello que hoy se avizora como una posibilidad cierta.

No sólo las encuestas anuncian que Kirchner -o su señora esposa- tiene muchas posibilidades de asegurar la continuidad del oficialismo; también confirman esta hipótesis las recientes elecciones en las que en todos los casos los ganadores manifiestan su lealtad incondicional al presidente. Así lo hizo el radical Brizuela del Moral en Catamarca y así lo confirma el peronista Sergio Urribarri en Entre Ríos.>

En La Rioja, la reacción política es parecida, aunque algo teñida por esa desvergüenza, reblandecimiento moral y oportunismo que distingue a los dirigentes de esa provincia que hoy se pelean entre ellos para decidir quién es más kirchnerista, como ayer se peleaban con la misma pasión para dar fe de su condición menemista.>

Algo parecido puede pasar en Corrientes, Formosa, Córdoba, Mendoza, provincia de Buenos Aires, Tucumán y Jujuy, por citar algunos casos. En Capital Federal esta hegemonía puede estar algo condicionada, pero dos de los candidatos ganadores, Telerman y Filmus, también compiten entre ellos por el favor oficial.>

En la provincia de Santa Fe tampoco hay motivos para que Kirchner sufra dolores de cabeza. Una posible victoria de Binner no sería del todo agradable para un gobierno que a pesar de cierta retórica es básicamente peronista, pero el presidente sabe que si bien Binner no es un incondicional, tampoco es su enemigo.>

En la provincia de Santa Cruz, esta semana abundaron las movilizaciones de maestros y empleados públicos reclamando aumentos de sueldos. La movilización fue amplia y le está dando algún leve dolor de cabeza al presidente, pero un observador atento no debe perder de vista dos cosas: que la divulgación de la protesta estuvo potencializada>

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por la oposición y algunos medios que no pierden la oportunidad de objetar las políticas del oficialismo y mucho más cuando como en el caso que nos ocupa, las protestas se realizan en la provincia de los Kirchner; la segunda observación apunta a advertir a opositores y politólogos que es muy difícil que lo que está ocurriendo en Santa Cruz se proyecte en el orden nacional, y mucho más difícil que ponga en discusión las expectativas de Alicia Kirchner de ser gobernadora.>

Digamos que el gobierno nacional está navegando en aguas tranquilas y con corriente a favor. Amplios sectores de la sociedad creen, por diferentes motivos, que la gestión es aceptable. Una coyuntura económica nacional e internacional lo favorece y, nobleza obliga, algunos aciertos económicos, le han permitido optimizar los beneficios de la coyuntura.>

Desde el punto de vista político, la derecha tradicional ve acotado sus márgenes de crítica a un gobierno que ha resuelto algunas de las variables económicas que en otros tiempos el liberalismo ponderaba como decisivas. La derecha en estas circunstancias tampoco cuenta con el apoyo de Estados Unidos, más preocupado por los problemas de Medio Oriente o los desafíos de Chávez que por algunas desprolijidades de Kirchner, quien a la luz de los grandes problemas de la Casa Blanca es, en el peor de los casos, un mal menor.>

Los sectores de centro izquierda también encuentran dificultades para disputar el espacio de un oficialismo que se presenta ante la sociedad como el legítimo abanderado de las reivindicaciones progresistas. Sincero o no, la estrategia de Kirchner apunta a situar como enemigos a los militares procesistas, a los neoliberales menemistas de la década del noventa, al FMI y a las multinacionales. Los enemigos, la "invención" de un enemigo es absolutamente funcional a la gobernabilidad. En los tiempos que corren, nadie paga ningún precio por atacarlos; por el contrario, como técnica de poder, el argumento es formidable porque el gobierno se presenta ante la sociedad como abanderado de las buenas causas y cada vez que se le presenta algún problema, direcciona las tendencias agresivas y justicieras de la gente hacia esos enemigos.>

Hoy, las petroleras, los supermercadistas, los propietarios de la tierra y los grandes inversores están dispuestos a tolerar estos malos tratos porque mal que bien siguen haciendo buenos negocios y, por ahora, no disponen ni en el orden interno ni externo de alternativas superadoras. Con las actuales tasas de interés, el cambio tres a uno, los niveles de recaudación y la actual situación financiera internacional, el gobierno puede estar tranquilo.>

Por otra parte, son muy pocos los que están decididos a que al presidente le vaya mal, entre otras cosas porque hoy se presiente que el fracaso de Kirchner sería el fracaso de toda la Nación. Cierta o no, esta posibilidad también juega a favor del oficialismo, ya que el manual de toda conducción política enseña que la sabiduría del soberano consiste en convencer a la sociedad de que la mejor alternativa es la que existe y que toda otra posibilidad es utopía, delirio o algo peor.>

Tan importante como saber quién va a ganar las elecciones es saber quién va a ser el segundo, es decir, quién va a liderar la oposición. El problema en la Argentina no es que Kirchner pueda ganar, el problema es que la oposición puede perder y una oposición es derrotada políticamente cuando se fragmenta, cuando, no es capaz de presentarse ante la sociedad como una alternativa creíble de poder. Ganar o perder una elección es importante, pero no termina allí el desafío político. Tan importante como el número de votos, es la calidad política.>

En política, se sabe, ganar es importante, pero en las sociedades democráticas lo que importa es que los protagonistas sepan estar a la altura de los roles que le asigna la sociedad. Si al oficialismo hay que exigirle que gobierne y que gobierne bien, a la oposición hay que reclamarle que, en primer lugar, se sepa constituir como tal. Como decía el amigo de mi abuelo, la oposición de hoy puede ser el oficialismo de mañana, pero en todos los casos, a esos roles hay que saber merecerlos.>

Una oposición con objetivos claros de gobernabilidad, con capacidad de representación policlasista y con liderazgos creíbles puede perder en 2007 pero de hecho ser la alternativa de poder en 2011, cuando el actual escenario que favorece a Kirchner haya desaparecido. Una oposición fuerte puede ponerle límites a los desbordes del oficialismo y al mismo tiempo asegurar hacia el futuro la continuidad institucional en otra clave política. El país necesita de esa oposición que hasta ahora, por un motivo u otro no ha sido capaz de constituirse.>