Los ciudadanos ante las protestas sociales

Carlos Caballero Martín

El ministro de Gobierno ha escrito en estas páginas un artículo al que tituló "El gobierno ante las protestas sociales".

Por estar convencido de que es un tema que sensibiliza a la ciudadanía santafesina, me permito fijar mi opinión, la cual, aun sin ser su representante, creo que es compartida por muchos.>

Comienza el Dr. Rosúa citando al presidente de la Corte nacional cuando aconsejó prudencia en el tratamiento de la protesta social encarnada en los piquetes. Conviene recordar que la Corte en pleno aconsejó prudencia y moderación, pero al Poder Ejecutivo cuando pretendió embestir al Poder Judicial. El periodista capitalino Carlos Mollard señaló el viernes, en un programa vespertino, por la emisora LT9, haber almorzado con el Dr. Lorenzetti, quien le manifestó que estábamos dominados por grupos con métodos de barrabravas. De todas maneras, no es la opinión del presidente de la Corte lo que pone el artículo en discusión.>

El ministro procede con estilo doctrinario a brindarnos lo que él considera como definición de piquete; al menos, no cita ni nos reenvía a autor alguno.>

Lo define como un grupo de personas que, en general, en situaciones extremas, pide, ejerce el derecho a peticionar a las autoridades el cumplimiento de alguna demanda que se sostiene en un tiempo más o menos prolongado... para concluir reconociendo que se expresa alterando la vida del resto de la comunidad. Y remata, como con signo de resignación: no es lo mejor, pero es parte del paisaje urbano de los últimos quince años en la Argentina.>

Esto creemos que centra el eje del debate que por estos días y con mucha fuerza se ha apoderado de nuestros convecinos. El hecho de no permanecer ajenos nos lleva a expresarnos públicamente.>

Los santafesinos conocemos con exactitud lo que son piquetes; cómo nacieron, cómo se organizan; en algunos casos, quiénes están detrás y, en muchos, cómo y con qué fines son usados. La definición del ministro Rosúa, quien tiene a cargo nada más y nada menos que la seguridad de la provincia, adolece de un elemento fundamental, aquel con que emerge el piquete, y que es el elemento o factor sorpresa.>

Se puede afirmar que es una obviedad, pero es la resultante principal del rechazo masivo de nuestra población a esta metodología, que el autor pinta como una parte del paisaje urbano de los últimos tiempos.>

Quizás no habría hecho estas aseveraciones con tanta simpleza, si se hubiese encontrado en la ruta 1, en la camilla de una ambulancia, por el término de cuatro horas, esperando que funcionarios de su gobierno pudieran convencer de sus demandas a quienes interrumpían el tránsito.>

Lo interesante sería haber definido qué significa la protesta social y, en consecuencia, quién decide que la protesta es social. Quién define un estado tolerable y uno no tolerable. Quién determina en qué consisten el orden y la seguridad y, por lo tanto, la inseguridad. También es interesante que digamos qué se entiende por represión. Ahí entraremos en el debate en cuestión.>

La huelga de los maestros, ¿constituye una protesta social? Si la respuesta es afirmativa, ¿por qué se disparó con el gatillo fácil del arma administrativa la imposición del presentismo? ¿Existen distintas clases de protestas sociales?>

Los conflictos no gustan a ningún gobernante. Es comprensible que así sea. Pero, por más deshecha que esté la relación, entre gobernantes y gobernados, por más extrema que sea la crisis de representación, un Estado no puede volverse anárquico.>

La mayoría de las protestas tiene algo de justicia en su reclamo. Por supuesto que los excluidos, situación a que llegaron por políticas económicas desacertadas, tienen menos medios para hacerse escuchar que los incluidos en el sistema. Pese a ello, el poder mediático continuamente atiende sus reclamos, convirtiéndose en el representante del que políticamente carecen.>

Sabemos bien que la imprevisión nos ha llevado en los últimos cuatro años a los santafesinos, primero, y últimamente, a gran parte de la población de la provincia, a un estado de emergencia.>

Si no es por el Paraná, es por el Salado; luego, por la lluvia. Jamás pensamos que nuestra ciudad podría verse castigada de dicha forma.>

Entonces, el gobernante debe apreciar que es toda una sociedad la que se encuentra en una situación de angustia. Y, si a esto lo agravamos con ingredientes que agudicen dicho estado, las consecuencias son previsibles. No podemos volver a un estado de naturaleza en el que cada habitante haga lo que quiera o que vivamos en un estado permanente de zozobra y guerra interna.>

Para eso están los gobernantes. Para eso recibieron un mandato. Y los mandatos están para cumplirse.>

Nada más lejos que la represión. Ése es el juego al que recurren los incapaces de solucionar la situación.>

Querríamos haber visto a los gobernantes de escritorio en un micro frente a un corte del Puente Carretero que duró cuatro horas. No nos colocamos en víctimas. Justificamos a esa gente que iba a o volvía de su trabajo, que debía acudir a un nosocomio, que se dirigía a su lugar de estudio, que iba a la terminal de ómnibus, que acompañaba a su hijito a la escuela; en fin, todos aquellos a quienes injustamente se les perturbada el desarrollo de su vida.>

En estos momentos, ellos sienten que se no escuchan voces que salgan en su defensa. En consecuencia, si no lo hacen sus representantes, es justo que actúen por sí mismos.>

La política debe armonizar los complejos intereses y relaciones de la sociedad. Nada más inexacto que las divisiones geométricas que el ministro describe entre derechas e izquierdas. Las mismas pertenecen a siglos pasados.>

Hay un mundo globalizado con una economía de mercado. El deber es atemperar los efectos de la gran revolución tecnológica, en una dura y difícil tarea orientada a elevar a los excluidos. En ello debe participar toda la sociedad. Respetando los derechos de todos. No se necesitan palos.>

Lo peor, para quien no advierte la realidad, es que ella le pase por encima.>