Al margen de la crónica
Tesoros bajo y sobre el agua

¿Quién alguna vez de niño no fantaseó con encontrar un tesoro? Más aún, en los juegos siempre que hallaba cualquier objeto medio extraño, del que se desconocía su procedencia y su utilidad -muy viejo y destartalado- servía para que la imaginación de infante se dispara hasta lugares impensables.

Si se me permite, ofrezco como ejemplo mi pasada niñez en el campo: desenterrar un trozo de alambre o hierro retorcido y oxidado -después de varias horas de trabajo con mi hermano, quien siempre comandaba ese tipo de expediciones- era todo un acontecimiento. El único problema que se presentaba luego de la búsqueda, en nuestro rol de cazatesoros, era lograr despegarnos el barro que juntábamos, pero ese es tema para otro comentario.>

El recuerdo se revivió ayer cuando El Litoral publicó la noticia de que fue encontrado cerca de Inglaterra un tesoro hundido que valdría 500 millones de dólares. Según se supo, podría ser el resto arqueológico submarino más rico jamás descubierto, compuesto por monedas de plata que podrían valer desde cientos a miles de dólares cada pieza, según su rareza y estado. Reflexión obligada: con qué poco me conformaba de niña, ese es un verdadero tesoro y no los de mi pasado. >

Trazando un brusco paralelismo, piense en la actualidad local y en las posibilidades de éxito que podría tener un santafesino lanzado a la búsqueda de alguna fortuna similar en nuestra zona. Imaginémoslo, por ejemplo, arrojando una canoa -provisto del infaltable equipo de mate, por supuesto- a las aguas cercanas de la laguna Setúbal aprovechando una siesta con estos días de sol y clima benevolente. ¿Con qué se podría llegar a encontrar el improvisado explorador? ¿Cuál sería su tesoro?>