Análisis
Del "alfonsinazo" al radicalismo K
Por Luis Rodrigo

Sólo en 1973 el PJ ganó la elección de gobernador en Río Negro. Y por esa razón, aún hoy los dirigentes justicialistas rionegrinos mencionan a Mario Franco, electo junto al vendaval nacional de votos al peronismo que regresó al poder en el país.

El ex territorio nacional fue declarado provincia recién en 1958: quienes conocen su realidad política, sostienen que es por esa razón que no ha heredado la llamada tradición peronista del '45.>

La elección de hoy pone nuevamente a prueba al oficialismo radical, en una provincia sobre la que -contra lo que ocurre en el resto del país- el PJ no tiene un sistema clientelar aceitado entre dirigentes y bases, no ha articulado el típico sindicalismo-justicialista de secretarios generales vitalicios, ni puede llevar a cabo otras prácticas (muchas veces cuestionables) del peronismo respecto del Estado. Incluso, cuando éstas existen, aparecen más bien ligadas a la UCR rionegrina, a sus funcionarios en el gobierno, a sus dirigentes y a sus militantes.>

La provincia está gobernada por la UCR desde el regreso de la democracia, en 1983. Y fue la gestión de Osvaldo Alvarez Guerrero, emblemática por haber compartido la mística política de los primeros años del renacer democrático, y los valores del "alfonsinazo" la que inició la sucesión de triunfos.>

En cambio, la estrategia del gobernador radical actual -que busca su reelección-, consiste en aceptar sumarse al oficialismo nacional y declarar su nueva condición K.>

Vale la pena reflexionar sobre por qué el radicalismo rionegrino ha sido el sujeto de una transformación tan notable.>

Además de los vaivenes nacionales, deberá tenerse en cuenta que entre aquellos dirigentes progresistas de un radicalismo que triunfaba en el país al recuperarse la República, y los actuales de la Concertación kirchnerista, hubo otros gobernadores radicales, de perfiles diferentes.>

Al intelectual Alvarez Guerrero, le siguió Horacio Massaccesi, un transgresor que decidió quebrar la ley para no entregar fondos a la Nación en tiempos de Domingo Cavallo, y que no dudó en ser el candidato a presidente de un partido que obtuvo su piso electoral más bajo. Lo sucedió Pablo Verani, que se conformó más bien con adoptar las formas de un caudillo, encerrado en su provincia. Ahora es el turno de Saiz, que prefiere ser un obediente componedor en el marco del orden kirchnerista. ¿Le alcanzará?>