Al margen de la crónica
Cuando la vida no vale nada

El fin de semana que pasó deja estadísticas horribles. Seis asesinatos entre sábado y domingo, cincuenta y ocho en el año. Esto significa casi diez por mes, más de uno por semana. ¿Qué pasa en Santa Fe? ¿Por qué la vida ha dejado de ser el bien más preciado?

Las respuestas a estas preguntas pueden ser múltiples. Probablemente cada una de estas muertes haya tenido un motivo, pero ¿qué motivo puede ser lo suficientemente importante, lo suficientemente fuerte para quitarle la vida a otro? ¿Es que no nos damos cuenta de que no debería existir ninguna causa que sea motivo para matar?>

Probablemente, las raíces de esta tendencia se encuentren en el hecho de que para muchas personas en esta ciudad la vida no merece ser vivida. Es la exclusión, se escucha por todos lados, pero esto más que una palabra significa muchas cosas en la vida cotidiana de mucha gente, más de las que uno quiere imaginar. >

Cuatro generaciones donde todos los valores están dados vuelta. La mesa familiar ya no existe, porque se trasladó a la escuela. A las escuelas no se va en la búsqueda de conocimientos sino para comer. El trabajo ya no es para todos, tampoco es más el lugar donde se gana el pan con el sudor de la frente y se socializa con pares. Los chicos ya no ven que a través del trabajo sus padres progresen. Las instituciones gubernamentales parecen no estar para protegernos, sino que se dedican a mantener el status quo, en un eterno juego clientelístico donde yo te doy a cambio de un voto. Y como ingrediente final, la droga, en cualquiera de sus formas, esa adormidera que potencia las tendencias más nefastas de la naturaleza humana y que inhibe todo impulso de autoconservación. >

Es en estas circunstancias donde la ley del más fuerte parece necesaria. Es allí donde el valor de la vida, de una vida digna, deja de tener sentido. Y es esto lo que debemos recuperar, el sentido de la vida. La posibilidad de instituciones más fuertes, que garanticen los derechos de todos. Donde la familia, la educación y el trabajo empiecen de nuevo a recobrar el valor que tenían. Es necesario volver a sentir que no estamos en una guerra de todos contra todos, sino que vivimos en un Estado de Derecho que es capaz de protegernos y proteger lo que para cada uno de nosotros debería ser lo más preciado, la vida.>