Columna política
Hay que pasar el invierno
Es una paradoja que el modelo "progre" de los Kirchner esté en el mismo trance que Alvaro Alsogaray, aquel prohombre del conservadurismo más reaccionario y antidemocrático que escribió su frase más famosa.

Sergio Serrichio (CMI)

Todo indica que el quinquenio 2003-07 será el de mayor crecimiento del PBI por habitante de la historia argentina. El quinquenio 1903-07, en pleno embalón del modelo primario-exportador, cuando la estructura productiva local calzaba como un guante en una economía mundial organizada a partir del dominio británico, registró un crecimiento acumulado mayor del PBI total. Pero aquellos eran los tiempos y el país de la inmigración masiva. El aumento de la población sobrepasaba el cuatro por ciento anual. Hoy, apenas pasa el uno por ciento. De resultas de ello, la "porción promedio" de la torta crece más rápido que hace cien años, en el ombligo del medio siglo (1880-1930) en el que la Argentina parecía que iba a comerse la cancha.

Sería osado -aunque muchos se animan- afirmar que estamos en un nuevo "paradigma" de integración al mundo, pero el hecho es que la reconfiguración del panorama global, con China e India emergiendo como "locomotoras" del siglo XXI, le está viniendo muy bien a la Argentina. Gracias al apetito de esos países, el trigo está en el nivel más alto de los últimos diez años y el aceite de soja, en el más alto de los últimos veinte. Y, en el 2006, el precio del girasol subió 65 por ciento y está ahora en el pico post convertibilidad, entre otras fuerzas que favorecen a la Argentina. En tanto, Brasil vuelve a crecer a paso firme y con un real supervalorado, lo que significa que -en dólares- la demanda brasileña está tirando como hace rato no lo hacía a la economía argentina.>

De fiesta

A fin de año, el gobierno de Kirchner podrá jactarse de un PBI un 20 por ciento más grande que el del pico alcanzado a mediados de 1998, en plena fiesta menemista, y 50 por ciento más alto que en el primer trimestre de 2002, cuando -al decir K- estábamos en el infierno. Desde esas profundidades, la demanda doméstica habrá crecido más de 60 por ciento; las importaciones, cerca de 180 por ciento, y la inversión, más del 200 por ciento.

Con semejantes resultados, los Kirchner ni deberían despeinarse, mucho menos enojarse, para ganar la elección presidencial. Todo lo que se dice y especula en torno a alguna forma de agrupamiento opositor no cambia mucho las perspectivas. Primero, llegará un "pingüino o pingüina", y la versión femenina cotiza en alza en el mercado duopólico de las candidaturas K. Lo extraño es que, con semejante nivel de crecimiento -que tanta pobreza, exclusión y desigualdad no dejan llamar prosperidad-, Kirchner no tenga niveles plebiscitarios de apoyo popular y, según señalan algunos analistas, choque con un techo electoral cercano al 50 por ciento. Su figura evoca incluso rechazo entre muchos de los beneficiados de los últimos años.>

La primera dama, senadora y embajadora plenipotenciaria con aires regios, Cristina Fernández no se despega mucho de esas percepciones; simplemente las suaviza, al revés de lo que en Estados Unidos sucedía en los noventa con Bill Clinton y su esposa Hillary.>