El frío, un adversario

En ausencia de rivales políticos de riesgo, sin embargo, los Kirchner tienen uno de cuidado y al que no pueden denostar sin caer en el ridículo. Ya en mayo, una minipreview del invierno provocó problemas de abastecimiento de gas y de electricidad en todo el país e hizo que el ministro de Planificación, Julio de Vido, se refugiara en el hecho de que -para esas fechas- no se registraban temperaturas tan bajas desde hacía 45 años. Nadie dimensiona un sistema energético para atender esas contingencias, argumentó el más poderoso de los ministros K.

El problema, sin embargo, se reeditó a partir del jueves, y el calendario marca que el próximo jueves comienza el invierno. De Vido no puede alegar que no se registraban temperaturas semejantes desde hace 52 semanas. Con la producción de gas y petróleo amesetada y el consumo en aumento, las reservas del país no han hecho sino contraerse. El reemplazo del gas natural por combustibles líquidos como el fueloil venezolano y el gasoil (nacional e importado) es pan para hoy y hambre para dentro de un rato.

La industria y el campo tienen favorables perspectivas externas y unas ganas bárbaras de producir, pero no encuentran energía suficiente, entre otras cosas porque el gobierno decidió al asumir que las tarifas residenciales en Capital Federal, incluidas las de las clases más acomodadas, no se tocan. Por años, la excusa fueron las altas ganancias que las privatizadas tuvieron en los noventa y argumentos como que la Argentina no tiene por qué convalidar internamente la suba del precio mundial de la energía, pues su petróleo y gas son Nac&Pop.

El problema es que nadie cuida mucho lo que le cuesta muy poco. En plena guerra fría, Polonia llegó a exportar flores tropicales, que producía en viveros climatizados con la energía prácticamente regalada que recibía de la entonces Unión Soviética. En el mercado internacional, el precio de las flores no llegaba a cubrir el de la energía gastada en su producción. Un ejemplo de lo que los economistas llaman "valor agregado negativo" y de los dislates en que puede incurrirse cuando un recurso no es justipreciado.

Ahí estamos, entonces, con las reservas de ambos combustibles acotadas a menos de diez años y la perspectiva cierta de que -de mantenerse las tendencias actuales- el país deba importar petróleo de aquí a dos o tres años.

Mientras, el gobierno trabaja en la "argentinización" de YPF a manos de un banquero amigo y el jueves publicó un decreto en el que insinúa un sendero de aumentos para convencer a las petroleras de firmar un "acuerdo" de suministro de combustibles hasta 2011. No es que Kirchner no reconozca la situación. La cuestión es si llega a muñequear los tiempos.

No deja de ser una paradoja que el modelo "progre" esté hoy en el mismo trance que Alvaro Alsogaray, aquel prohombre del conservadurismo más reaccionario y antidemocrático, describió en la frase más famosa de su legado, cuando asumió uno de sus tantas gestiones ministeriales y prometió la felicidad después de las lágrimas: "hay que pasar el invierno".