Entre tiempos judiciales y hechos de corrupción
El turno de Elisa Carrió
Elisa Carrió. Dibujo de Lucas Cejas

El juicio oral y público que comenzó en la víspera puede consolidar a la líder de la Coalición Cívica como la principal opositora o poner fin a su candidatura.

Una coincidencia de tiempos judiciales y de eventos con fuerte olor a corrupción le dio a Elisa Carrió una oportunidad de doble filo. El juicio oral y público, que se inició este viernes y que concluirá en apenas una semana, puede consolidarla como la gran referente opositora y consolidarla en el segundo lugar de las preferencias ciudadanas -lista para confrontar en segunda vuelta con Cristina Fernández de Kirchner, si ésta no logra el 28 de octubre, en el primer turno de la elección presidencial, al menos el 40 por ciento de los votos- o, en caso de un fallo adverso, poner fin a su candidatura.

El histrionismo de Carrió, su desenvoltura mediática y su declamada vocación por el sacrificio convierten a este episodio judicial en una piscina en la que la líder de la Coalición Cívica nadará como delfín en plena exhibición. La cuestión es si quedará habilitada para competir por el campeonato.>

Carrió fue demandada por calumnias e injurias por acusar hace cuatro años al empresario pesquero Héctor Antonio, hijo del mítico empresario y financista peronista Jorge Antonio, de haber resuelto de la peor manera una disputa en torno de permisos pesqueros. En concreto, lo señaló como uno de los responsables del asesinato del empresario Raúl "Cacho" Espinosa, quien, durante el desarrollo de la campaña electoral que desembocó en 2003 en la elección presidencial de Néstor Kirchner le había prometido -asegura Carrió- mostrarle pruebas de que poderosos negocios pesqueros financiaban la campaña del ahora presidente. >

Es un misterio si esas pruebas existían o existen. En todo caso, las balas llegaron antes. Y la causa del homicidio, que pasó por 14 jueces y conjueces, aún no fue esclarecida.>

Otros pleitos

Además del juicio que se dirimirá en los próximos días, Carrió debe enfrentar otros dos, uno impulsado por el empresario pesquero español Fernando Álvarez Castellanos, a quien vinculó con el asesinato y con Kirchner, y del ministro de Planificación, Julio de Vido. Y el viernes se sumó la promesa de una nueva demanda, esta vez del ministro del Interior, Aníbal Fernández, de quien Carrió aseguró esa misma mañana que estaba presionando a la viuda de Espinosa.

La coincidencia mencionada al principio es que ya aquella vez, hace cuatro años, Carrió había denunciado no sólo a De Vido, sino también a Claudio Uberti, como "recaudadores" de Kirchner. >

Ese detalle potencia la fuerza política -no necesariamente judicial- de la denuncia y engarza con hechos mucho más recientes. Uberti fue quien "gestionó", por decirlo de alguna manera, el ingreso al país, en un vuelo rentado por la empresa estatal Enarsa, del misterioso Guido Alejandro Antonini Wilson, con la no menos misteriosa valija con casi 800.000 dólares, alegremente dejada por el empresario venezolano a disposición de la Aduana argentina luego de que, en un primer momento, el episodio fuera configurado como una simple "infracción aduanera". >

Uberti pagó el episodio con su renuncia y el gobierno de Kirchner pidió al de Chávez un "gesto", que llegó varios días después con la eyección de Diego Uzcátegui, presidente de PDVSA Argentina, cuyo hijo había solicitado a Uberti la inclusión de Antonini en el vuelo nocturno. >

El juego de las apariencias

A diferencia de otras veces, dice el discurso oficial, ahora la corrupción no es tolerada. La sensación de que pagan torpes y sospechados fue reforzada el viernes, cuando el ministro de Economía echó al subsecretario de Defensa del Consumidor, José Luis López, a raíz de denuncias por presunto cohecho realizadas por una panadería contra tres funcionarios bajo su control. Es prudente sospechar, sin embargo, que esta cacería de perejiles obedezca a la necesidad de "blindar" la campaña de Cristina de Kirchner y exhibir, en plena campaña, a un gobierno hipersensible a la corrupción. En otras palabras, a transformar las no (judicialmente) probadas sospechas de corrupción en vistosa virtud.

Esa lectura es abonada, por ejemplo, por la reacción del jefe de Gabinete, Alberto Fernández, que tras la renuncia de Uscátegui en Venezuela salió a decir públicamente que "todo comienza a aclararse", como si un par de sacrificios -uno en cada punta de la relación entre Kirchner y Chávez- tuviera más entidad que una mora judicial que compromete seriamente la verdadera elucidación del caso. El pedido de captura internacional de Antonini fue cursado doce días después del presunto delito (lavado de dinero) y nueve después de que éste saliera por Aeroparque como Juan por su casa, sin molestarse en reclamar los 400.000 dólares que podía llevarse tras el pago de la multa de 50 por ciento de lo que en ese momento aún estaba calificado como "infracción", un mero olvido declarativo.>

Esto nos lleva de vuelta a Elisa Carrió y al resto de la oposición. También Lavagna, cuya candidatura no logra despegar en las encuestas, cifra esperanzas en que los escándalos y el daño, que el gobierno se inflige a sí mismo, le permitan levantar vuelo. Su más sólido activo al respecto es la denuncia penal presentada por su compañero de fórmula, el senador Gerardo Morales, junto a otros auspiciantes, por lavado de dinero y "soborno transnacional" contra Antonini. >

El mismo Alberto Fernández, estratega de la campaña de Cristina, machacó con ese punto usando incluso a un visitante internacional, el chileno José Miguel Insulza, secretario general de la OEA, quien le habría dicho que la oposición parece más preocupada en hablar mal del gobierno que bien de sí misma. Si en verdad hizo esa observación, Insulza, un diplomático extremadamente cuidadoso, no lo volverá a hacer delante de alguien como Fernández, presto a usar cualquier recurso con fines internos. Insulza, cabe recordarlo, fue tratado de "pendejo" y de "virrey del imperio" por Chávez, el socio financiero de Kirchner, cuando le pidió al líder bolivariano que reviera su decisión de no renovar la concesión a la televisora privada RCTV, ahora en manos chavistas. >

Como sea, en los próximos días, Carrió disfrutará la oportunidad de que su "Yo acuso" tenga una repercusión y una audiencia pública más sensibilizada a las sospechas de corrupción sobre un gobierno que hasta hace pocos meses se ufanaba de limpito.>

Yegua cara

El empresario pesquero Héctor Antonio ironizó que "la doctora (Elisa) Carrió se merecía una yegua cara", cuando admitió ante la Justicia que en 2005 compró una hembra pura sangre con alto valor económico y le puso por nombre "La Karrió".

"Lo hice para llamar la atención a la señora Carrió de que todos somos vulnerables a lo que ella dice y sale publicado en los medios de comunicación", explicó el querellante de la candidata presidencial de la Coalición Cívica, en el tramo más picante de la primera audiencia del juicio por calumnias e injurias.

Antonio, a quien Carrió ha relacionado con un homicidio, narcotráfico y lavado de dinero, confió -con una tonada castiza, producto de sus años vividos en el exilio con su padre, Jorge Antonio- que el equino "era una yegua cara y como yo no tenía todo el dinero la otra mitad la pagó Fernando Alvarez Cornejo" (presidente de la pesquera Conarpesa), al tiempo que confió que con éste "nos hicimos bastante amigos".

Al referirse a la suma desembolsada, que no precisó en números, el querellante sonrió y se burló diciendo: "La doctora se merecía una yegua cara", para luego detallar que "anduvimos pensando distintos nombres...`Lilita', `Elisa' y al final quedó el de `La Karrió"'.

No se retractó

La candidata presidencial por Coalición Cívica, Elisa Carrió, ratificó ayer su convencimiento de que el empresario Héctor Antonio y la compañía de pesca Conarpesa deben ser investigados en relación al asesinato en 2003 del empresario del sector Raúl Cacho Espinosa. En un intento de fundamentar sus dichos, en la primera audiencia del juicio por las presuntas calumnias e injurias que le achacó Antonio, la querellada aportó al debate la grabación de una conversación suya con Lorena Gabarrus -mujer de Espinosa- en la que ésta revela: "Héctor Antonio es la cabeza de todo esto". A lo largo de ese diálogo reproducido en la audiencia, Gabarrus, que fue la única testigo del crimen e identificó al supuesto sicario, también reveló que luego del crimen Antonio la llamó por teléfono y le ofreció comprarle sus acciones en la pesquera San Isidro, que pertenecía a Espinosa.

Feliz

La candidata a presidenta por la Coalición Cívica, Elisa Carrió, dijo estar feliz, al considerar que pudo decir ante la Justicia la verdad sobre el crimen supuestamente "mafioso" de un empresario pesquero y deseó que "los jueces de Chubut también lleguen a la verdad" de ese caso, pese a que en esa provincia se excusaron 14 magistrados. También señaló que tenía una tranquilidad absoluta y que pelear por la verdad es lo mejor que le podía pasar en la vida.

Sergio Serrichio (CMI)