En el mercado de carnes doméstico
Pico de consumo interno
En julio, el consumo anual "per cápita" habría sido de 74 kilos, el más alto en 10 años. La demanda absorbió 27 mil toneladas adicionales y, como el precio de la hacienda es menor, fue negocio para los intermediarios, en especial los minoristas.

Ignacio Iriarte. Analista del mercado ganadero y de carnes

La faena de julio, con 1,26 millones de cabezas, es nueve por ciento más alta que el promedio del primer semestre. Si calculamos un peso medio de 219 kilos (el último conocido), resulta una producción de carne del orden de las 276 mil toneladas, de las más altas registradas en el país y sólo comparable con las del segundo semestre de 2006.

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Oferta

Este volumen excede en 86 mil toneladas el consumo interno mínimo deseado o proyectado por el Gobierno, que sería de 190 mil toneladas mensuales. De acuerdo a la lógica oficial, la oferta actual de carne permitirá duplicar las exportaciones.

Pero el Gobierno no tiene ningún apuro en permitir una mejora en las cotizaciones de un producto que es de los pocos bienes y servicios (sino el único) que está colaborando para que el desborde inflacionario actual no sea peor. >

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Consumo

Con estos datos de faena y descontando una exportación de 42 mil toneladas mensuales (estimada), el consumo per cápita sería de 74 kilos (sin contar la faena en negro), el más alto en 10 años. Como los precios al mostrador han caído sólo marginalmente, puede afirmarse que el consumo interno se ha hecho cargo en julio de 27 mil toneladas adicionales sin pedir nada a cambio.

Si esto es así, el gasto en carne vacuna -que resulta de la multiplicación de los kilos consumidos por el precio promedio al mostrador- habría experimentado un nuevo aumento, que lo ubica 180 por ciento por encima de nivel del fin de la convertibilidad (también muy por arriba de los aumentos salariales y de la inflación, cualquiera sea el método utilizado para calcularla. >

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Intermediarios

Cuando se reduce el precio de la hacienda y de la media res puesta en carnicería, el minorista, que dispone de un volumen mayor de carne en oferta a menor precio, no modifica el precio de la carne al público y, en el corto plazo -que puede durar semanas- se apropia de ese margen circunstancial.

Cuando sube el precio mayorista de la media res, esto no se traslada inmediatamente al público, pero cuando baja, tampoco caen inmediatamente los precios de los cortes. >

En el corto plazo, este aumento del volumen faenado y la consecuente caída del precio de la hacienda beneficia a los diferentes intermediarios, en especial al sector minorista, siempre y cuando éste tenga la capacidad comercial de vender los mayores volúmenes ofrecidos al mismo precio al mostrador. >

De todos modos, lo que demuestran estos datos de julio es una gran fuerza de la demanda interna, que ha absorbido 10 por ciento más de carne sin pedir cambios proporcionales en el precio que paga. >

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Faena

Si esta faena se sostuviera en los próximos meses (la mayoría de los operadores lo pone en duda), la faena anual proyectada podría superar los 14 millones de cabezas y la producción de carne se ubicaría en 3,1 millones de toneladas, casi el nivel del récord de 2005.

Una parte de esta súper faena es genuina, por el crecimiento operado en el stock, otra pertenece a la oferta de los animales retenidos forzosamente en 2006 por la resolución 645 (peso mínimo de faena) y otra parte es por la incipiente liquidación de vientres. >

La situación en este sentido es muy particular: se vende mucha vaca, preñada en gran parte, por la presión agrícola y la situación climática. Es muy probable que si hubiera campos de cría en alquiler disponibles o el clima fuera mejor, esos vientres hubieran sido comprados por otros ganaderos, que a estos precios están interesados en hacer cría, siempre y cuando se les solucione el problema de "dónde poner las vacas".>

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Errores políticos

Más allá de los errores de la política ganadera K, la actual liquidación de vientres tiene mucho que ver con el clima, con los campos reducidos como nunca en su receptividad y con la falta casi absoluta de campos en alquiler. El precio de la vaca de cría está muy bajo, muy tentador, y si hubiera dónde poner las vacas, la demanda por vientres para cría o engorde estaría más activa.

Hace unos días, en un campo agrícola neto en plena zona núcleo, vimos 500 vacas encerradas (dry-lot) en una plazoleta comiendo rollos de cola de cosechadora y algo de grano, a un costo de tres pesos diarios por animal.

"Alquilé los bajos y cañadas para trigo y girasol; ahora no tengo dónde poner las vacas. Pero no las voy a vender por razones impositivas, porque no valen nada -al menos en este invierno- y porque esta política ganadera en algún momento se tendrá que revisar. Yo vengo al campo a descansar y ver los animales. Si los vendo, mis empleados no tendrá trabajo", dijo el dueño.