La vuelta al mundo
Bolivia: de la revolución ininterrumpida a la crisis ininterrumpida

Rogelio Alaniz

Después de casi un año de funcionamiento la asamblea constituyente de Bolivia aún no ha logrado sancionar su propio reglamento interno. Si de lo que se trata es de constituir la nación, (por eso se llama constituyente) lo que en estos momentos está ocurriendo es exactamente lo contrario. Todas las contradicciones que sufre este país desgarrado se han acentuado en los últimos meses al ritmo de las sesiones parlamentarias que en más de un caso han culminado en verdaderos torneos pugilísticos.

La única virtud que se debe reconocer a esta constituyente es que efectivamente es representativa, tan representativa que expresa en el nivel de la representación política parlamentaria las incompatibilidades sociales, económicas y culturales de una nación que de continuar por este itinerario puede llegar a disgregarse.>

No sé si Evo Morales es de izquierda, me atrevería a decir que el joven Marx hubiera dudado mucho en otorgarle ese lugar, pero en lo que sí parece identificarse con cierta izquierda es en el reclamo obsesivo por una asamblea constituyente, entendida como el punto de partida de una nación en clave indigenista y socialista.>

Desde los tiempos de la revolución rusa de 1917 la reivindicación de una constituyente ha sido el gran caballito de batalla de la izquierda en cualquiera de sus versiones. La ilusión de que en comicios limpios el pueblo mayoritariamente se pronunciará en contra de un puñado insignificante de oligarcas y terratenientes está apuntalada por el dogma que sostiene que en las sociedades capitalistas, atrasadas o no, siempre es una ínfima minoría la que sostiene por la fuerza un poder injusto y explotador.>

A la hora de las elecciones, de las elecciones convocadas por el propio Morales, la realidad demuestra lo contrario, es decir, que el corte social y político no funciona de acuerdo con las predicciones teóricas y, por lo tanto, como consecuencia de las polarizaciones irreconciliables, el país se parte por la mitad.>

Lo que los izquierdistas se olvidan de recordar es que en Rusia la constituyente dio resultados porque los bolcheviques la disolvieron, detuvieron a los diputados disidentes y le entregaron el poder a los soviets a los cuales, dicho sea de paso, después también disolvieron para entregar el poder al partido y al jefe, es decir, a Stalin, quien sustituyó los sueños redentoristas por una dictadura totalitaria que produjo hasta 1940 más de diez millones de muertos, una cifra de víctimas que ni el zar más sanguinario se hubiera atrevido a concretar.>

No fue la constituyente la que resolvió la crisis en Rusia, sino la revolución o para decirlo en términos más realistas, el golpe de Estado perpetrado por los comunistas, quienes aprovechando las consecuencias de la guerra y las vacilaciones y escrúpulos legalistas de reformistas y liberales, tomaron el poder.>

Regresemos a Bolivia. Lo que la experiencia enseña es que las asambleas constituyentes en clave izquierdista funcionan sólo cuando los mismos que las convocaron proceden a derogarla a través de un golpe de fuerza. Si esto no ocurre la asamblea se degrada en un torneo parlamentario irrelevante o, en su defecto, es la derecha autoritaria la que procede a disolverla para instalar otro tipo de orden.>

En Bolivia, Morales plantea que la asamblea constituyente sea poder originario, es decir, que sea soberana y que resuelva más allá o más acá de los poderes republicanos constituidos. No sólo quiere que sea soberana, sino que además pretende que las decisiones más importantes, incluida por supuesto su reelección indefinida, se decida con la mitad más uno de los votos y no con las dos terceras partes como prevé la tradición constitucionalista.>

Temas tales como la constitución jurídica y política del poder, la integración territorial o el rumbo de la economía, Morales pretende resolverlos no por la vía del consenso sino por el camino de la imposición, respaldado en el prejuicio de que la razón está de su lado, que su causa es tan pura y tan justa que sólo los canallas y explotadores pueden oponerse, canallas y explotadores que, por supuesto, carecen de identidad y no merecen ningún derecho o consideración.>

Es verdad que la derecha boliviana no es muy amiga de la democracia y mucho menos de la Justicia. Sin embargo, estos problemas no se resuelven polarizando las contradicciones sino planteando alternativas más integradoras. En Bolivia queda claro que la derecha tradicional fue incapaz de dar una respuesta nacional a los problemas de su pueblo, pero lo que la realidad está demostrando es que el indigenismo en clave izquierdista o populista tampoco está en condiciones de contener a la nación con sus propuestas.>

El hecho de que Morales admita que no puede sancionar las leyes con las dos terceras partes de los votos significa reconocer de una manera tácita que carece de mayoría política para realizar determinado tipo de transformaciones. Si esto es así, los caminos que se le abren son los de la fuerza con los riesgos del caso (por suerte Bolivia no es Rusia en 1917) o los de la integración planteando alternativas más moderadas.>

Se dirá que la consigna de la moderación es fácil decirla pero muy difícil concretarla. Es verdad. El camino de la moderación no sólo que está sembrado de escollos, sino que además exige para transitarlo imaginación, muñeca política y lucidez teórica. Desde hace por lo menos medio siglo Bolivia viene ensayando las más diversas alternativas para realizarse como nación. Desde el autoritarismo militar, al populismo en su versión conservadora, pasando por aventuras fascistas y comprometidas con el narcotráfico hasta gobiernos que decían adherir a los principios de la izquierda, todo se ensayó y todo culminó en el fracaso.>

Morales tiene la oportunidad de ensayar alguna otra alternativa que permita sacar al país no sólo de la miseria y la injusticia social sino del peligro cierto y real, aunque no inmediato, de la disolución nacional. Hasta el momento ha probado con más de lo mismo y los resultados están a la vista. Clausurada la posibilidad de la utopía, contra viento y marea había que seguir sosteniendo la ilusión más modesta de la esperanza. >