Aniversario del atentado a las Torres Gemelas

Para más de un historiador el siglo XXI se inició el 11 de septiembre de 2001, cuando los terroristas de Al Qaeda secuestraron dos aviones de pasajeros y los hicieron estallar contra las Torres Gemelas, uno de los símbolos arquitectónicos más representativos de Estados Unidos, en el corazón de Nueva York.

El atentado produjo alrededor de tres mil muertes y fue el operativo terrorista que marcó un antes y un después en las relaciones de Estados Unidos con el mundo luego de concluida la Guerra Fría. Si George W. Bush había asumido la presidencia en un contexto controvertido, luego del 11 de septiembre afianzó su liderazgo alrededor de la defensa de los Estados Unidos y la lucha contra el terrorismo.

El plan tramado por Ben Laden contó con la participación de militantes, en su mayoría oriundos de Arabia Saudita, y capacitados técnicamente en Occidente. Ya no se trataba de suicidas marginales e indigentes, sino de hombres de formación universitaria que se valían de los conocimientos de actualidad para defender una causa criminal, reaccionaria y oscurantista.

Con las Torres Gemelas se formaliza un tipo de guerra cuyo protagonista ya no es un Estado nacional, sino una banda o una organización que, apoyándose en la asistencia de algunos estados musulmanes, opera con autonomía territorial y política. La primera respuesta de Bush fue contra Afganistán, el Estado controlado por el régimen Talibán que se había constituido en la base territorial de Al Qaeda.

La derrota de los talibanes fue la consecuencia de esa invasión que contó con el consenso de la comunidad internacional, aunque la victoria no incluyó la captura de Ben Laden y, a juzgar por los resultados, tampoco la normalización política de un país asolado por la pobreza, el fanatismo y las feroces apetencias tribales.

La lucha contra el terrorismo liderada por el presidente Bush estuvo avalada por los denominados "neocons", intelectuales orgánicos del pensamiento neoconservador, quienes brindaron argumentos religiosos y políticos para justificar las invasiones militares y sus secuelas de violaciones a los derechos humanos. Los casos de Guantánamo o Abu Ghraib son elocuentes al respecto.

La invasión militar a Irak, vulnerando la legalidad internacional construida después de la segunda guerra mundial, puso en evidencia los grados de complejidad de una lucha que desborda los relatos simplificadores urdidos por la propaganda de la Casa Blanca. El terrorismo de signo musulmán es un dato cierto, pero la estrategia aplicada desde Washington es por lo menos opinable, al punto que, uno de los críticos más agudos a la estrategia "neocons" es Henry Kissinger, insospechado de debilidades ideológicas.

Seis años después del atentado contra las Torres Gemelas, el mundo no es más seguro y no hay indicios de que lo vaya a ser en el futuro inmediato. El terrorismo islámico sigue siendo el gran desafío que afronta la modernidad, pero las estrategias tramadas por Bush para derrotarlo dejan mucho que desear. En los Estados Unidos la población se siente protegida, pero no descarta la posibilidad de un nuevo atentado. Por lo menos, Ben Laden no ha dejado de anunciarlos.