Mejor malo conocido que bueno por conocer
Por Carmen Coiro (DyN)

A un mes de las elecciones, encuestadoras que trabajan para el poder político de turno ya anticipan un rotundo triunfo de la candidata oficialista a la presidencia, Cristina Kirchner, algo que recuerda de alguna forma los tiempos previos a la reelección de Carlos Menem.

Ésta es la segunda vez, desde el resurgimiento de la democracia, que según las consultoras -que al final, no siempre aciertan- podría revelarse que la elección de la mujer es percibida simbólicamente como un segundo mandato del actual jefe del Estado.

La sensación también se fogoneó desde el oficialismo: al fin y al cabo, Cristina, "La Reina Cristina" como la denominó el diario The New York Times (sin ningún parecido con la monarca encarnada para el cine por la mítica Greta Garbo), se está mostrando como una mera prolongación de su esposo, aunque por cierto, más bonita, más elegante, más glamorosa y mejor oradora.

Hasta ahí, las diferencias entre mujer y marido, porque en cuanto al fondo de sus planes de gobierno, parece que todo será igual, porque sólo se han resumido oficialmente en una expresión: "continuidad y profundización del cambio".

Pero, ¿cuál es el significado de ese supuesto anticipo de plataforma ni siquiera pergeñada como tal? ¿dónde se publicó el plan de gobierno de Cristina Fernández? ¿Qué hará con la creciente inflación, con la política internacional, con el conflicto con Uruguay por Botnia, con la crisis energética, con la inseguridad, con el sistema de transportes? ¿Cómo serán sus relaciones con las provincias? ¿Cómo, su vínculo con los partidos de la oposición? ¿Y con las demandas de Mauricio Macri para destinarle los fondos a la Policía que desea traspasar?

Son todas preguntas que nunca han tenido una sola respuesta que haya salido de los labios de la candidata. Los motivos podrían adivinarse. Será que esas respuestas se remiten directamente al propio presidente, a ese hombre que prometió que dentro de tres meses se alejará definitivamente de la Casa Rosada.

Cristina no habla con la prensa, pero ello no es un reproche de los periodistas, supuestamente dolidos por ser ignorados constantemente. La preocupación apunta a que la prensa no puede cumplir, en el caso de su relación con la senadora, con su deber y derecho de transmitir a la ciudadanía las inquietudes que ésta podría tener.

O ¿acaso no imagina la candidata que la gente quiere saber cómo hará para frenar los precios que castigan sus bolsillos a diario? ¿O que no quiere saber cómo intentará la descontrolada inseguridad, o la corrupción misma en el Estado, que otra vez puso al país en un lugar vergonzante en la lista de Transparency International?

Sin embargo, según los encuestadores, esas cuestiones preocupan a los argentinos, pero como si las desvincularan completamente de su esencia de ser consecuencia de las actuales políticas de Estado.

Mejor malo conocido que bueno por conocer, estarán pensando algunos de los que fueron consultados por las encuestadoras de turno. Es que lo que prima, al parecer, es la necesidad de continuidad, de una supuesta, ilusoria tal vez, estabilidad.

Daría la sensación de que los votantes se enfrentan al dilema de siempre: votar por el que está, y que por eso parece ser el más sólido, o por otro, que está en la vereda de enfrente, y que no parece dar muchas garantías de gobernabilidad.

La gente elogia a la líder de la Coalición Cívica, Elisa Carrió, pero también trasunta su inquietud sobre sus cualidades ejecutivas, teniendo en cuenta que nunca asumió un cargo de poder. Pero tampoco lo hizo Cristina, aunque desde el gobierno se insista en que en realidad, ha venido siendo ejecutiva entre las sombras, la mujer detrás del hombre, la política temperamental que convence y no se deja convencer.

Son dichos en los que se puede creer o no, porque en los hechos, nunca han sido verificados por los ciudadanos.

Se habla bien de Roberto Lavagna, pero su escasa performance proselitista, su distanciamiento de los electores, que aún no ha podido superar, sumado a que al haber sido ministro del presidente Kirchner, se revelaría como algo parecido a la propuesta de Cristina, hace que también los votantes se pregunten por qué inclinarse por alguien que fue ministro, cuando su jefe es el que se postula.

En realidad no es Kirchner el que se candidatea, pero la percepción en el imaginario colectivo parecería ser ésa. Lo cual habla a favor del oficialismo, si es que es cierto que la sensación de continuidad, a través de una gestión de Cristina, pueda llevar tranquilidad de ánimo.

Ricardo López Murphy atravesó por muchos sinsabores. Su inicial alianza con el macrismo quedó resquebrajada y a punto de naufragar cuando tuvo otro intento fallido, el de aliarse a Carrió.

Mauricio Macri se mostró ofendido y con muy pocos deseos de sostener su apoyo, hasta que luego de reflexionar, habrá imaginado que era imprescindible que cumpliera un papel en el gran juego electoral a nivel nacional, no sea cosa de perder presencia e imagen cuando, tras triunfar en los comicios porteños, se erigió en uno de los dirigentes con más proyección futura.

La democracia argentina sigue dando examen y no siempre aprobando con las mejores notas. Pero parecería que aquí se necesita todavía mucho tiempo para perfeccionarla, para que los ciudadanos lleguen a tener la certeza de que sus predilecciones pueden imponerse, más allá de las candidaturas instaladas por el establishment.

Mientras, los dirigentes políticos también se ponen a prueba, y en su mayoría, con calificaciones que los ponen en riesgo de no pasar al siguiente año.