Cartas a la dirección

Gastón Gori

Señores directores: Hace 90 años nacía en Esperanza un hombre que dedicó veinticinco años de su existencia en investigar y denunciar una de las páginas más dolorosas, vergonzosas y trágicas de la historia de la provincia de Santa Fe.

Quiso también el destino que un 17 de noviembre de 2004 nos dejara para siempre. A tres años de su partida, no debemos olvidar su ejemplo, su coraje, su tesón, su pasión, y su dignidad.

Se me ocurre a manera de justo y merecido homenaje, la lectura de un fragmento de "La Forestal", y reflexionar sobre su inalterable vigencia: "Lo que levanta la mano del hombre no debe ser destruido por el hombre... La mano del hombre a que aludía el mecánico Cochia, la mano del obrero, construía para el futuro; la Compañía construía para hacer más cómoda la explotación de riquezas mirando su exclusivo interés con ese inhumano fervor que pone el capitalismo cuando se trata de hacer ganancias y que emplea también en la costumbre criminal de dañar todo lo que representa conveniencia para el pueblo. Los obreros no incendiaron, incendió la mano que pagaba La Forestal. Eran sus bienes, protegidos por nuestro derecho de propiedad; los que adentro vivían, no eran más que correntinos, santafesinos o paraguayos... Eran bienes de una empresa que había alcanzado un poder asombroso; quemarlos no le significaba más que el cómputo de una cifra insignificante, despreciable en sus libros de contabilidad; los que perdían `su' rancho y su trabajo o su vida, eran unos pobres desvalidos cuyos nombres se registran en la nómina de víctimas computadas por un legislador que fue escuchado con emoción y con respecto, pero que estaba frente a un poder público que no tenía, para hallar soluciones, más iniciativa gubernamental que enviarles a los ingleses tropas armadas para que mataran trabajadores argentinos cuya lucha se inspiraba en ideales patrióticos: no hay bienestar en la patria sin el bienestar de la clase obrera...".

Eternamente gracias, maestro.

Gabriel Avaro Paire.

DNI: 20.485.925.

Rosada y brillante

Señores directores: Una mañana, casi al mediodía, cuenta me di de que algo me faltaba para cocinar. Con mucha alegría llegué a la verdulería: ahí estaba, hermosa, rosada y brillante. Era justo lo que quería, al verdulero le pedí que pronto me la diera. ¿Entera? Me preguntó. íSeguro!, le contesté.

Todos me miraron, me sentí molesta pensando que tendría algo raro. Pero no era ése el problema. El verdulero la pesó y con voz angustiada me anunció: "Son veintidós pesos". "¿Qué?" le dije yo. "La calabaza, señora", me contestó. Muy asombrada casi me desmayo, pero sin chistar tuve que pagar.

Y ahora a la calabaza bien lustrada la tengo para usarla de garantía, por si tengo que sacar un crédito.

Dolly Campana

LC: 1.049.195.