Juan Gelman en las cimas de la poesía

Al poeta argentino Juan Gelman le fue otorgado el premio Cervantes, la más alta distinción literaria en lengua española, en reconocimiento a su labor poética. La distinción era esperada por los críticos atendiendo a la calidad de una obra con más de cuarenta años de desarrollo.

Con Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares y Ernesto Sábato, el poeta Juan Gelman integra la lista de los escritores argentinos reconocidos por este premio que el rey en persona entrega en una ceremonia provista del boato y las formalidades del caso. El premio Cervantes -como se sabe- fue instituido en 1974 y cuenta con el aval de las más altas investiduras políticas y académicas de España, así como de la casa reinante.

Sin duda que la poesía de Gelman es de alta calidad. Una obra creativa, no exenta de sinuosidades, que demuestra que Gelman supo ejercer con rigurosidad y talento el oficio de poeta.

Sus poemas se reconocen por la singularidad de las imágenes, la cadencia de los versos y una temática -si se permite la palabra- cuya preferencia es la vida cotidiana, esos pequeños instantes que la buena poesía califica como eternos o sagrados.

César Vallejo y Raúl González Tuñón parecen ser las influencias más notables, pero él mismo ha reconocido su deuda con Ezra Pound y Cummings, entre otros. Las influencias en Gelman no deben confundirse con imitación. Como todo creador que se precie, podría decirse que su poesía ha llegado montada sobre hombros de gigantes, pero con una visión de acentos personales.

La calidad de su poesía puede discutirse y efectivamente se debate. Para algunos críticos es realmente asombrosa; otros consideran que es una obra irregular. Lo que está fuera de discusión es que se trata de una obra trabajada con esmero y pasión.

Si toda poesía es una particular visión del mundo, una manera original y exclusiva de captar la realidad desde lo sensible, la obra de Gelman reúne los atributos esenciales para ser reconocida como un acto esmerado de creación, de creación poética.

Sin duda que la personalidad de Gelman y sus públicos compromisos políticos alientan algunas observaciones ligeras sobre la relación entre su ideología y su obra poética. Sectores conservadores miran con desconfianza al hombre que se identificó con Montoneros y el Partido Comunista y que hasta el día de la fecha mantiene la adhesión a estas ideologías. Por el otro lado, sectores de la izquierda suponen que el premio es un reconocimiento a su militancia o a su tragedia personal expresada en el secuestro y muerte de su hijo y nuera.

En ambos casos, y desde las trincheras ideológicas opuestas, lo que se desconoce o se subestima es el acto poético como tal. Aceptar la grandeza literaria de Borges no significa avalar sus declaraciones racistas. Del mismo modo, admirar la obra literaria de Ezra Pound no incluye la adhesión al fascismo.

En este sentido, más allá de la identidad poética de Gelman y de las críticas que a nuestro juicio merecen sus posiciones políticas, lo más importante de él, lo que estuvo presente a la hora de otorgarle el Premio Cervantes, es la calidad de su poesía, la belleza de sus imágenes, la hondura de su humana condición. Nada más y nada menos.