A tres años de la tragedia de Cromagnon

Si bien los familiares de las víctimas de Cromagnon consideran que Chabán es el principal responsable de la tragedia que cobró la vida de cerca de doscientas personas, hay buenos motivos para suponer que el desafortunado empresario es un chivo expiatorio, en tanto que en el más suave de los casos hay otros protagonistas tan responsables como él de lo sucedido.

Como muy bien lo señalara en su momento un periodista, si Chabán está preso también debería estarlo la banda de rock Callejeros en su condición de socio del empresario, además de haber sido quienes más estimulaban a sus seguidores a arrojar bengalas incendiarias al techo. Una imputación parecida se les puede hacer a otros funcionarios y empresarios, sin embargo los jueces, demasiado dependientes del humor de la sociedad, han preferido en un primer momento que todo el peso de la ley recaiga sobre Chabán.

El sentido común y el principio legal parecen haberse reconciliado y Chabán podrá esperar el juicio en libertad. Esta decisión motivó que los familiares de las víctimas se movilicen repudiándola y que algunos de ellos hayan prometido hacer justicia por mano propia. Como corresponde en estos casos, el Estado ha resuelto brindarle protección oficial a Chabán y asegurar su integridad física.

De todos modos, no deja de llamar la atención, a tres años de la tragedia, el nivel de beligerancia y agresividad de algunos familiares que a esta altura de los acontecimientos no pueden seguir argumentado sobre su dolor para cometer diferente tipos de tropelías. La muerte de un ser querido es un acontecimiento irreparable y es correcto reclamar justicia, pero de allí a suponer que todo está permitido hay una gran distancia, la misma que separa la legalidad de la ilegalidad, la civilización de la barbarie.

Por otro lado, todo parece indicar que la tragedia de Cromagnon es el producto de una culpa colectiva. Del mismo modo que la banda de Callejeros también debe responder por lo sucedido, desde el punto de vista de la responsabilidad moral quienes asistieron a esos recitales en donde un aspecto central de la ceremonia consiste en arrojar bengalas al techo, deben responder por sus actos. Como lo dijera un funcionario judicial: "Admitamos que si una multitud se reúne en un local cerrado y arroja bengalas al techo confeccionado con material inflamable, el resultado es previsible y no hay dispositivo legal que pueda impedir la tragedia".

En su momento, lo sucedido en Cromagnon ha dado lugar a que se tramen las más diversas estrategias oportunistas por parte de quienes estuvieron muy interesados en medrar con estas desgracias. Producto de estas operaciones inescrupulosas fue en su momento la destitución de Aníbal Ibarra, entonces jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires. Hasta para el más elemental sentido común resultaba desorbitante hacer responsable a un gobernante por el episodio trágico de un local nocturno, sin embargo esta fue la lógica que predominó entonces.

Hoy los ánimos políticos se han tranquilizado relativamente, pero al momento del juicio es previsible una ofensiva por parte de los familiares de Cromagnon apuntalado por grupos marginales de la ultraizquierda. Es de desear que los jueces actúen de acuerdo con las prescripciones legales y no cedan a presiones emocionales de ningún tipo.