Educación e ingreso universitario
Por Elena Carrera (*)

En una radio uruguaya, el 29 de diciembre -vaya fecha- pasado, se escucharon comentarios y lamentos, semejantes a los nuestros, respecto de la educación. Profesores franceses se quejan de que en su país la calidad educativa ha disminuido. También distintos periódicos de Estados Unidos han publicado notas similares sobre ese tema. Entonces parecería fácil concluir: íes un mal generalizado! Y los argentinos se quedarían tranquilos: el de la educación es uno de los tantos problemas que acarrea la globalización.

Pero no es así. La afirmación es falsa y se deben buscar soluciones. Se debe observar qué pasa en otros países, no para copiarlos -no nos fue bien con la última reforma educativa- sino para analizar, desmenuzar y detectar dónde estuvieron los beneficios que alcanzaron y las dificultades que tuvieron, para luego adaptarlos a nuestra propia idiosincrasia, desigualdades, gustos y necesidades, teniendo en cuenta las desigualdades regionales que resultan de la extensión del territorio nacional y de las distintas culturas que en él confluyen.

Los problemas educativos aparecen con mayor vigor al momento del ingreso a la universidad, y llevan a dos preguntas:

1.- ¿Se debe tomar examen de ingreso?

2.- ¿Son tan malos como se creen los resultados de los mismos?

Para responder la primera pregunta es necesario recordar los principios de la Reforma Universitaria. Este movimiento, que se inició en Córdoba en 1918 para luego extenderse al país y al mundo, ha impactado profundamente en varias generaciones de argentinos. Los principios de esta reforma son: 1) autonomía universitaria; 2) cogobierno universitario, es decir, Consejos similares a las cámaras legislativas, integrados por docentes, no docentes, graduados y alumnos; 3) docentes que acceden por concurso y con periodicidad en la cátedra; se adquiere así ciudadanía universitaria que se revalida periódicamente, para asegurar calidad en la docencia; 4) libertad de cátedra; 5) extensión; la universidad debe estar inserta en la sociedad de la cual forma parte y sus conocimientos deben volverse a ella para beneficiarla; 6) docencia vinculada con la investigación; no puede haber docencia sin investigación, de lo contrario el docente no tiene de qué nutrirse, es un repetidor de conceptos y la universidad se convierte en un simple "enseñadero"; 7) acceso masivo y gratuito.

Es este último punto el que tiene que ver con el ingreso. Masivo ¿se opone a examen? No necesariamente. (Vale la pena aclarar que quien escribe este artículo es "reformista").

Analizando los contenidos sobre los que versan los exámenes de ingreso, se puede observar que todos ellos forman parte de los programas de la enseñanza media, razón por la cual no son limitantes.

El alumno debe saber que para comenzar sus estudios universitarios debe hacer una profunda revisión de los temas desarrollados en la secundaria, para no fallar porque si no sabe lo previo, no puede entender las clases de la universidad. Esta observación es producto de una dilatada experiencia como docente de las primeras materias o básicas.

El sentimiento de frustración y de fracaso que experimenta el alumno es muy intenso y muy duro de superar. Todo lo que debe saber para rendir los exámenes de ingreso está en la currícula de la enseñanza media, al menos en los papeles. Entonces, quien estudia con esfuerzo puede rendir con éxito ese examen. Además, las universidades brindan apoyo a través de distintos tipos de cursos "introductorios".

Debe quedar claro, estos cursos no son para estudiar "desde cero" lo que ya deberían saber, sino que se organizan como "clases de consulta". En la práctica, cada día de clases se trata un tema que los alumnos ya deben llevar estudiado -o al menos leído- para extraer el mayor beneficio de la revisión; cosa que en general no hacen. De esta forma, se empieza a introducir al alumno en dos técnicas de estudio: la individual, tan necesaria para poder enfrentar sus dificultades y comenzar a vencerlas; y la grupal, donde aprenden a discutir, a dialogar, a compartir, a disentir y a ser profundamente solidarios.

Una afirmación que no es verdadera es la que proclama que "los exámenes de ingreso son limitantes y aumentan las diferencias sociales ya que es necesaria una preparación de tipo particular". Cualquiera está capacitado para poder estudiar por sus medios lo que ya le ha sido enseñado en la escuela media. Sólo si se pretende facilitar las cosas al futuro ingresante -porque el facilismo es lo vigente-, se hace necesaria la presencia del profesor "facilitador".

El rol del profesor, el maestro, es abrir al alumno los caminos para que se introduzca en los vericuetos del conocimiento, no es el de "facilitar" su aprendizaje. La sociedad del conocimiento así lo requiere y así lo entendían "las viejas maestras -o maestros- de la Escuela Normal".

Volviendo a los exámenes de ingreso, tal vez a alguien se le ocurra decir: "Yo no di esos temas en mi escuela" o "Mi hijo no dio esos temas". Todas estas frases hacen mención implícita al segundo ciclo de enseñanza. Y además, tienen relación con los resultados de dichos exámenes y con la segunda pregunta formulada al inicio, ¿son estos resultados muy malos?

Si nos atenemos a los titulares de los periódicos cuando se refieren a los resultados de los exámenes de ingreso en tal o cual facultad, éstos resultan impactantes. En general muestran una catástrofe y provocan pánico, íni qué hablar si la materia en cuestión es matemática!

Estos resultados están íntimamente relacionados con los resultados de la evaluación internacional a la que se conoce con el nombre de Pisa. La última fue Pisa 2006 donde, la verdad sea dicha, a la Argentina no le fue muy bien; en realidad le fue muy mal. íSomos unos de los últimos del pelotón de atrás!

Pero no se le debe echar la culpa al ciclo medio. Éste debe sufrir una fuerte transformación. Se necesitan docentes brillantes, excelentemente preparados y formados, con gran pasión por lo que hacen. Esto trae aparejado muchos cambios en la formación, designación y permanencia del docente. Hay que pensar que se les debe pagar bien para atraer a los mejores alumnos a la docencia. Porque como decía Fernando Savater en su libro "El valor de educar", cualquiera diría que en su patria, España, los docentes son los mejores pagados del país. Yo añado: en mi país, Argentina, esto también se da así. Al menos son los empleados públicos de los que no ha trascendido un incremento sustancial, en millones de pesos, de su patrimonio, ni a los cuales se les exige una declaración jurada del mismo.

(*) Lic. en Matemática, M. Sc. Biometría

Directora Dpto. Matemática

Fac. de Bioquímica y Cs. Biológicas. UNL