DESTINOS
Paisajes de memoria y misterio
Repúblicas del Báltico. La costa norte de Estonia, los castillos medievales de Livonia y las dunas del istmo de Courlandia...paisajes que se confunden entre las brumas de sus respectivas historias; lugares que históricamente han tomado parte activa de los más importantes acontecimientos ocurridos en Europa y que guardan en la memoria, leyendas, héroes e historias misteriosas. textos de Estrella Boriglio

El paisaje de la costa norte de Estonia y el parque nacional Lahemaa, la ciudad amurallada de Tallinn, la isla Saaremaa, parte del norte de Letonia, donde se encuentran varios castillos medievales de la antigua Livonia, el centro histórico de Riga a orillas del río Daugava, las dunas del curioso istmo de Courlandia...Las repúblicas bálticas abarcan una inmensa zona natural, que siempre estuvo situada entre grandes imperios y con una curiosa diversidad de influencias, gentes y culturas muy desconocidas y divididas en diferentes regiones.

En este remonto lugar del mundo se encuentra alguna que otra etnia milenaria que ha conservado su manera de vivir con el paso del tiempo y que, rodeados de un gran legado medieval, compuesto por castillos, iglesias y antiguas ciudades y poblados, nos ayudarán a conocer su historia, cultura y tradiciones.

Casi como hermanas, sus historias han ido paralelas, con la diferencia de que Lituania siempre ha estado en el lado más católico por su cercanía con Polonia, mientras que Letonia y Estonia son protestantes. Por lo demás, siempre han estado sometidas a invasiones y guerras, incluyendo aquella época de servidumbre a la Rusia zarista del siglo XVIII. Su independencia prácticamente la lograron cuando éstos fueron derrocados y al finalizar la primera guerra mundial. Sin embargo, poco les duró aquella libertad, pues en plena Segunda Guerra Mundial fueron invadidas primero por los nazis y luego, tras su recuperación, los soviéticos hicieron suyos los tres territorios.

La desintegración de la Unión Soviética en 1991 tuvo como resultado la formación de varios Estados independientes en Asia central y Europa; entre ellos, estos tres pequeños países situados al norte de la gran Rusia, que se caracterizan por sus frondosos y bellísimos paisajes y, sobre todo, por sus monumentales ciudades, que esconden entre sus calles auténticos tesoros catalogados ya como Patrimonio de la Humanidad.

La sensación que se tiene al visitar cualquiera de estos países es un enorme deseo de disfrutar la vida y recuperar el tiempo perdido.

Lituania

Vilnius, la capital lituana, está situada a unos 250 km del Mar Báltico, cerca de la frontera de Bielorrusia. Es una típica ciudad centroeuropea: iglesias barrocas y sinagogas medievales intercalan con edificios góticos o neoclásicos. Ejemplos de ellos son la Iglesia de Santa Ana, joya del gótico lituano (declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco), o la catedral que es de estilo neoclásico.

Esta alegre ciudad lituana, cuya pasión es la ópera, fue parte activa en la Segunda Guerra Mundial. Sus pobladores aún guardan en el recuerdo el haber tenido un güeto, un barrio judío en el que más de 80.000 personas acabaron en campos de concentración nazis. Muy cerca de allí se encuentra el castillo de Gediminas, el duque que en el año 1323 fundó la ciudad.

Los habitantes originales de lo que hoy es Lituania -los baltos- llegaron allí en el año 2000 a.C. A mediados del siglo XIII, su líder Mindaugas se convirtió al catolicismo para apaciguar la acción de los Caballeros de la Espada que habían invadido lo que es hoy Latvia y Estonia y por el Orden Teutónico que había tomado la parte norte de Polonia y Prussia.

Esta religión de conveniencia fue apoyada por Gediminas, que empujó las fronteras de Lituania hacia el sur y el este dentro de los territorios bajo posesión de los eslavos ortodoxos.

A pesar de muchos siglos de guerras y ocupaciones, el pueblo lituano ha sabido mantener su lengua (el lituano es parecido al ruso y es el más antiguo de Europa), cultura y tradiciones. La hospitalidad de su gente, la rica herencia cultural y su naturaleza poco urbanizada harán de nuestros días en Vilnius una experiencia inolvidable.

El casco histórico de la ciudad, el más grande de toda la Europa del Este, fue declarado Patrimonio de la Humanidad. Se trata del Parque de Europa, situado a unos 4 kilómetros al norte de la capital, considerado como centro geográfico del continente, donde se ubican modernas esculturas. Una de ellas es la pirámide de granito obra del lituano Gintara Karosas, del año 1991, donde se reflejan las distancias desde el centro del continente a las principales capitales europeas.

Pero es desde las colinas de las Tres Cruces donde obtendremos las mejores vistas de esta bella ciudad barroca.

No abandonaremos Lituania sin antes probar un típico arenque ahumado, los kugelis (cerveza típica) o el degtine (vodka).

Letonia

Se diferencia de sus vecinas por sus ciudades más señoriales y modernistas. De aquella época medieval conserva aún un casco histórico, que junto a la parte más moderna de Riga, su capital, como la zona de casas de madera de Agenskalns, fueron declarados Patrimonio de la Humanidad.

Al cruzar a este país podremos observar una excelente vista panorámica. El mejor lugar para la contemplación es desde el otro lado del río Daugava. Otra buena opción es cruzar por uno de sus puentes y llegar hasta la desembocadura para hacer un recorrido por el centro histórico de Riga. Allí veremos lo poco que queda de la muralla que rodeaba la ciudad medieval, la enorme Catedral y su claustro románico, la torre panorámica de la iglesia de San Pedro (ambas cúpulas se divisan desde cualquier parte del centro).

Fiel a nuestra forma de viajar y conocer, llegaremos hasta algunas de las casas de comerciantes que forman parte del legado medieval que se encuentra alrededor del castillo de Riga, los edificios emblemáticos de la plaza del ayuntamiento o la Casa de las Cabezas Negras y otros espacios imponentes de la ciudad, como la catedral ortodoxa y los edificios modernistas próximos al canal Pilsetas.

Luego de degustar un buen plato de queso fresco con arándanos, nos adentramos en la metrópolis con sus cerca de 800.000 habitantes. Riga, la capital de Letonia, se fundó en el año 1201 por Alberto de Bremen, obispo alemán, y alcanzó su máximo esplendor cuando se convirtió en uno de los puertos principales de la Liga Hanseática. Es una ciudad muy extensa, llena de largas avenidas que combinan la época soviética con anteriores de estilo ecléctico y modernista, y espaciosos parques de robledales.

Esta pintoresca y tranquila ciudad cuenta con gran cantidad de iglesias góticas y barrocas, entre la que destacan las Iglesias de San Joaquín y San Pedro, y la gótica de Santiago. Su barrio más céntrico se distingue por una arquitectura muy colorista, de fachadas con todo tipo de temática y detalles muy atractivos y fotogénicos.

No podemos irnos de Riga sin dar un paseo por el mercado central, al lado de la estación y situado en los hangares para los antiguos cepelines.

Los alrededores de Riga no son menos dignos de ser visitados. La zona de Latgale está llena de rincones hermosos y bellísimos paisajes de viñedos, la región de los lagos donde se levanta el Parque Nacional de Gauja, con 920 km2 de bosques verdes, cruzados por pequeños canales y riachuelos. En Zemgale no hay que dejar de visitar el palacio de Rundale.

Estonia

Los primeros pobladores llegaron a la región hace unos 6 mil años. Pertenecientes a una rama de la familia de naciones fino-úgricas, los estonios poseen mayores vínculos culturales y lingüísticos con los fineses del norte que con los bálticos indoeuropeos del sur.

El paisaje se caracteriza por su llanura y la presencia de lagos. De hecho, se lo conoce como el país de los mil lagos. Bosques de pinos, abetos, abedules, robles y castaños de indias cubren más de la mitad de su territorio.

Tallinn, capital de Estonia, es una ciudad medieval que también formó parte de la liga hanseática, y de la cual se conserva gran parte de su aspecto original. En esta atmósfera de romanticismo épico se destacan las torres defensivas de la muralla, por encima de la que sobresalen las cúpulas de las iglesias y edificios destacados de su interior. La parte antigua podría dividirse en dos zonas: por un lado la parte alta, el lugar donde estaba -y sigue estando- el castillo y la catedral que acogía la nobleza y, por otro lado, la parte baja, donde se había asentado la burguesía comerciante y cuyas calles son un reflejo de los distintos períodos de esplendor comercial de la capital, del gótico al modernismo.

Entre ambas zonas existe una muralla donde los burgueses y comerciantes de la planta baja colocaron una puerta para evitar que la "nobleza" de la parte alta bajase con toda impunidad a gozar a las esposas e hijas de estos. Hoy en día, cuando se produce un cambio en el gobierno de la ciudad, los nuevos mandatarios se encuentran en esta puerta simbolizando la armonía entre los habitantes de la ciudad.

La mejor manera de contemplarlo todo en esta ciudad es dejarse llevar por alguno de los licores típicos y los mil y un vodkas de tantos sabores.

Istmo de Courlandia

La naturaleza y el hombre

El paisaje del istmo de Courlandia es fruto tanto de los procesos naturales como de las actividades humanas, y representa el trabajo combinado de la naturaleza y el hombre.

Se trata de un paisaje vivo en el que ha intervenido de una manera notable la acción humana, unas veces de modo catastrófico -como la deforestación drástica del siglo XVI- y otras de forma beneficiosa, como la construcción de barreras artificiales creadas en el siglo XIX para hacer frente al avance del mar.

Es una península arenosa que separa el Mar Báltico de la Bahía de Courlandia, formando un arco ligeramente cóncavo a lo largo de 98 km, de los que 52 pertenecen a Lituania y 46 a Rusia, con una anchura que oscila entre los 0,4 y los 3,8 km.

Letones: comerciantes de ámbar

Los letones son una de las dos ramas principales del antiguo grupo de los pueblos bálticos, que entró en contacto con el Imperio Romano por el comercio del ámbar, en auge durante los dos primeros siglos de la era cristiana.

Nueva era: intercambio con escandinavos

Esta actividad fue interrumpida por la expansión de los eslavos hacia Europa central y oriental. Las relaciones comerciales y culturales de los pueblos bálticos se volcaron entonces hacia sus vecinos escandinavos.

Más información: www.gruppaviajes.com.ar