Fotogramas del reverso

Por Fernando Callero

"Negativos", de Francisco Bitar. Ediciones El niño Stanton, Buenos Aires, 2007.

"Por la cadena de objetos que me remolca a la realidad" (F.B.) "Negativos" es el primer libro publicado de Francisco Bitar (Santa Fe, 1981). La impresión está a cargo de El niño Stanton, una revista porteña de poesía emergente que además se dedica a la edición de libros de poetas noveles.

Un trabajo muy cuidado, de accesible lectura, en cuya tapa y contratapa una fotografía panorámica representa la captación de un rayo de luz en la pantalla de acrílico de un cartel publicitario vacío, al costado de la ruta.

"Negativos", en correspondencia con la imagen de tapa, es un libro de una belleza extraña, crepuscular. Se compone de cuatro partes. La primera, "No queremos estar tristes", está conformada por una serie de poemas que, exceptuando la rara joya del primero, "Sierra al ciervo", se desarrolla a la manera de un pequeño retablo, o secuencia de fotogramas en cada uno de los cuales se registran breves escenas domésticas, momentos de intimidad estructurados de acuerdo con detalles mínimos, aunque suficientes para dejar planteado un drama que les otorga unidad: un viaje, una conversación de amigos, una pareja planificando su casa, el momento de la captación de una foto familiar.

En "Perspectiva Ceilán", las referencias cotidianas sufren un extrañamiento, el lenguaje discurre en la forma de una serie de apuntes remotos de una soledad que se empecina en ir apuntando su realidad en esos surcos. Una crónica toda hecha de lateralidades en relación con algo que no puede expresarse más que en el lenguaje mudo de los síntomas.

"Spleen bajo el agua" ofrece una tira de fotogramas más acotados a un contexto autónomo, y esto aparece marcado desde los títulos, que en su mayoría hacen referencia a oficios o prácticas: "Poema del arquero", "El rutero", "Poema del nadador", "Asado de leña" (que habla del atavismo que subyace en el gesto del hombre de asar la carne y que lo comunica con su etapa primal de cazador), "La noche de los mecanismos" (drama en dos partes: el auto no arranca a la mañana, el mecánico en su fosa encargándose de resolver el enigma de los mecanismos). Estos poemas tienen una construcción de marcada filiación estética con la tradición de la poesía objetivista, particularmente en su versión americana y sus ecos en la poesía argentina de finales de los años 80. No obstante, el objetivismo es una referencia que atraviesa todo el libro.

El último segmento, "El recurso al diario", vuelve un poco sobre ese afán de ir apuntando lo real en surcos, memorias de corto alcance, como quien fuera poniendo cartelitos a las cosas y ensayando relaciones que las pongan a funcionar juntas. Algunos poemas completan una historia en sí mismos, otros van ligándose a los de su contexto inmediato, en la modalidad atomizada de las sagas de héroe, en forma de aventuras, sólo que aquí su héroe es una suerte de dispositivo enunciador que va asumiendo diferentes máscaras.

Finalmente, el libro alcanza una unidad que el título sabe captar perfectamente: instantes crudos, secuencias, tiras de fotogramas de morfología inconclusa o en relevos de modalidad atómica.

Hay una excepción, como ya he expresado más arriba, en relación con un texto que irrumpe al principio y que instala una frontera que, en particular, creo que el libro ya no vuelve a transitar. El primero. "Sierra al ciervo". Un texto de melancólica y exótica belleza.