Parece, pero no es autismo

Algún desprevenido podría pensar que se trata de un caso de autismo institucional, de un repliegue patológico del gobierno sobre sí mismo, del síndrome caracterizado por la incapacidad congénita de establecer contacto. Pero en rigor no es más que un simple caso de cinismo.

Hace rato que la política, que los políticos saben del beneficio de la negación en procura del rédito inmediato y a pesar de las evidencias que a la larga deja la historia. Porque saben que los electores no votan leyendo libros de historia; saben que los anémicos ciudadanos votan con la esperanza montada en los titulares del día.

Por eso el gobierno puede presentar como un logro la inauguración de una usina en Campana. Poco importa que haya sido comprada por contrato directo y contrarreloj por la crisis energética. El dato en sí no es malo, pero, puesto en su contexto, aquello que se pretende virtuoso podría contener vetas dudosas y, por qué no, ribetes mafiosos.

No es el único caso. La importación de gasoil, fueloil y gas "porque es barato" resulta una acción virtuosa para el discurso oficial. Aunque ello significa que el país haya dejado de autoabastecerse, y ello se califica como "crisis de crecimiento" productivo.

Es la misma negación que convierte la inflación en un acto conspirativo de los opositores; la que justifica en beneficio de los consumidores la destrucción de las estructuras productivas de la carne y la leche; la que presenta como virtud la acumulación de reservas, aunque para ello se emita moneda que alienta la inflación o se compense con deuda cuasifiscal de la que no se habla.

No es autismo, es cinismo. Antístenes y Diógenes, sin embargo, no estarían de acuerdo en admitir a estos contemporáneos en su escuela post socrática; es que el cinismo moderno, se sabe, se ha concentrado sólo en aquello de negar la realidad.