Nosotros: NOS-04
SOCIEDAD
Tras los pasos de San Martín
Cruce de Los Andes. La décima travesía de un lado a otro de la cordillera permitió a varios santafesinos llegar a lomo de mula por primera vez a Chile y conocer Valparaíso, lugar donde embarcó el ejército de San Martín que liberó a Perú. Uno de los viajeros cuenta la experiencia en primera persona. textos de Carlos Borra, docente de la Facultad de Arquitectura de la UCSF.

Junto a Víctor Hugo González y mi hijo Gaspar -todos vecinos de Santa Fe-, hemos retornado hace tiempo de una experiencia realmente inolvidable: durante 15 días convivimos con más de 100 personas como expedicionarios pacíficos.

Emulando la hazaña sanmartiniana cruzamos la cordillera y llegamos a Valparaíso, en Chile, histórico lugar donde hace ya más de 180 años embarcó el ejército libertador que independizó al Perú, luego de hacerlo con Chile, sellando con ello también la soberanía política de nuestra patria.

Fuimos parte de un grupo de gente abierta al sacrificio, a la solidaridad y a la alegría, disposiciones que surgen cristalina y espontáneamente cuando los objetivos son valiosos y los medios, transparentes.

No resulta fácil explicar que hayamos afrontado un costo significativo (totalmente compensado con el valor real de los insumos) y comprometido un esfuerzo corporal que para muchos llegó en varias oportunidades al borde de nuestras fuerzas, para embarcarnos en una empresa cargada de sacrificios y riesgos físicos.

Junto a otras personas de ambos sexos que hasta ese momento no nos conocíamos, en su mayoría de diferentes edades, extracciones sociales y credos, provenientes de todas las latitudes de nuestra geografía nacional, buscamos alcanzar juntos la meta de cada etapa: el Cristo Redentor en la frontera internacional como fin del cruce cordillerano, lado argentino; y el puerto de Valparaíso, como conclusión de la travesía chilena, luego de haber andado por Chacabuco, Maipo y Santiago.

Lograda la meta, en cada oportunidad nos abrazamos emocionados como un equipo que había realizado una proeza extraordinaria, sin haber competido contra nadie más que nosotros mismos.

No fue turismo aventura

Lo que hicimos no fue turismo aventura si se lo define por la intencionalidad que movió a este emprendimiento. La Asociación Cultural Sanmartiniana Cuna de la Bandera, rosarina, y su presidente, inspirador y líder, Víctor Hugo Rodríguez (teniente coronel retirado del Ejército Argentino y Héroe de Guerra de la gesta de Malvinas) lo definen como una travesía histórico cultural, destinada a revivir y homenajear la heroica y patriótica empresa de José de San Martín y su bravo Ejército de los Andes, quienes con valor y arrojo consolidaron la independencia política de los tres países nombrados frente dominación del imperio español.

Cívicamente es muy bueno recordar y tener presente que no somos como Nación una colonia porque hubo un grupo de patriotas lúcidamente guiados por el Padre de nuestra Patria, que se dispuso a ser libre. Lo mostraron en el portentoso esfuerzo de organizar un ejército casi desde la nada, cruzar con él el coloso andino y luchar en decenas de combates y batallas por el solo objeto de la independencia de estas tierras.

No hubo en la historia universal una gesta equivalente. Si Aníbal y Napoleón se animaron a cruzar con sus respectivos ejércitos moles equivalentes a nuestra cordillera, los movió el afán de la conquista y el botín fruto del despojo de los vencidos, no la liberación desinteresada de los pueblos.

Ejemplo de héroe

Es muy bueno revivir, detenerse a reflexionar y difundir el espíritu que los movió para llevar adelante semejante empresa, valor que aún hoy tiene o debería tener total vigencia tanto para el común de nuestra gente como para todos los gobernantes sudamericanos.

San Martín embarcó a todo el pueblo cuyano para que juntos lograsen la libertad frente a la dominación política externa y con ello dar el paso decisivo hacia la autodeterminación de los pueblos.

También hizo esfuerzos personales heroicos y renunciamientos inéditos (atributo que se puede hallar sólo en unos pocos grandes hombres de la historia mundial) para que esos pueblos vivan su propio destino, hermanados en sus respectivas tradiciones y en las raíces comunes que nos ha legado la historia.

Ante cualquier riesgo de conflicto interno que hubiese significado derramamiento de sangre de hermanos, siempre y en forma invariable se retiró, se negó a los honores y a los beneficios del poder. Este ejemplo paradigmático no ha se ha desvanecido con el tiempo; por el contrario, hoy más que nunca debería tener vigencia como ejercicio de la autoridad política y como guía en las relaciones internacionales, especialmente con las naciones vecinas de Latinoamérica.

Cordial bienvenida

Este año, luego de nueve anteriores ediciones de la expedición Cruce de los Andes a lomo de mula, que han transitado desde la ciudad de Mendoza hasta el Cristo Redentor en el límite de la frontera internacional, se cruzó por primera vez a territorio trasandino, llegando finalmente hasta el Pacífico.

Ya en tierra chilena, desde la cercanía del cruce fronterizo de Los Patos, cabalgamos tras los pasos del ejército expedicionario en impecables montados chilenos hasta las colinas donde se libró la Batalla de Chacabuco el 12 de febrero de 1817, dando efectivo comienzo a la histórica liberación.

El recibimiento que nuestra expedición conmemorativa tuvo en todo el trayecto por parte del pueblo chileno fue proverbial. Quizás una sola anécdota describe, como aquella vieja tonada "Si vas para Chile", la cordialidad que recibimos y la emoción que permanentemente nos embargó a todos los que trajinamos esta pequeña historia.

Cuando San Martín traspuso la cordillera unió nuevamente el grueso de su ejército en Curimón, listo ya para la batalla que se avecinaba. Allí los realistas visualizaron con quién debían medirse. De una pequeña población de la Comuna de San Esteban, el destacamento realista que ejercía el gobierno local huyó rumbo a Santiago de Chile, dejando el gobierno de esa aldea acéfalo. Igual que los pobladores de Putaendo, otro paraje vecino, los lugareños sostienen que fueron los primeros pueblos chilenos liberados.

Entonces, para homenajear a quienes debían ese acontecimiento se vistieron con sus mejores galas y se prepararon a festejar con los frutos de la tierra: nueces, uvas, buen vino y seguramente las infaltables y exquisitas empanadas chilenas, dispuestos así a honrar a sus libertadores.

Pero San Martín, presumiblemente preocupado por el próximo encuentro armado que se daría días después o por desconfianza ante una posible trampa del enemigo, decidió seguir sin detenerse ante el convite. Es de imaginar la sensación que este hecho generó en los pobladores, ya que desde entonces hasta hoy al lugar se lo conoce oficialmente con el nombre de Cariño Botado (por tirado). Nosotros, 190 años después, seguramente con el consentimiento del gran General, pudimos recoger el guante y recibir la cordialidad y los manjares que en esta oportunidad no botamos.

Al son de la cueca

Cansados y doloridos después de más de 200 kilómetros de marcha en lomo de mula o caballo casi sin parar, mal dormidos, vivaqueando varias veces al sereno, hemos vuelto a Santa Fe cargados de tierra, pero también de una alegría difícil de expresar y con la conciencia que fogoneamos una braza que nunca deberá apagarse.

Somos testigos del acogimiento popular recibido, tanto en Cuyo como en el país trasandino. Ello ha quedado plasmado desde el simple y conmovedor gesto de muchos conductores de vehículos que a nuestro paso por las rutas, festivamente hacían sonar sus bocinas o abiertamente vivaban a la Patria, en el baile de la infaltable cueca chilena que en cada localidad sus habitantes nos brindaron como invariable expresión de alegría. Pero tampoco faltó la importancia protocolar que se brindó en forma permanente a esta iniciativa, compartida por mucha gente, por los huasos y las autoridades civiles, religiosas y militares de ambos países.

En la histórica plaza Bulnes, frente al Palacio de la Moneda, ubicada en el centro mismo de Santiago de Chile, con presencia de las embajadas de ambas naciones, ante los monumentos ecuestres de O'higgins y San Martín, izamos los pabellones de las dos naciones y entonamos emocionados las estrofas de los himnos de Chile y Argentina, al compás de la Banda Militar del Ejército chileno.

Y el final no podía ser menor: en la bahía de Valparaíso, a bordeo del buque insignia de la armada chilena, la Fragata Williams, recordamos aquel otro embarque que llevó la liberación a Perú, junto -en este caso- con un homenaje a los héroes de Malvinas que descansan en aquellas tierras que un día seguramente volverán a ser argentinas.

Chile y Argentina hermanadas

Otras consideraciones. Chile es una nación complementaria con Argentina por su cultura, tierra, economía, e historia. Sorteando ese lapso, hoy no dudan en reconocer que son libres gracias a la intervención del Ejército de los Andes, que fue argentino casi en totalidad, exceptuando un puñado de algo más de 35 hombres de aquellas comarcas que acompañaron a Bernardo O'higgins en la patriada.

Éste lo expresó emocionada e inequívocamente el máximo prócer chileno, repetido luego por el presidente del Instituto Histórico de Chile, cuando luego del triunfo definitivo de la batalla de Maipo logrado por el genio de San Martín -a pesar de las heridas que aquél sufriera días antes en Cancha Rayada- corrió hasta el campo de las acciones bélicas y a modo de saludo y homenaje a su entrañable amigo don José, le exclamó: "íGloria al Libertador de Chile!".

Hoy las economías de ambos países están entrelazadas, nos separa una de las fronteras más largas del planeta, la que también visto de otra forma, nos une. Nada impide imaginar que a través del entendimiento y acuerdos comunes, pronto sea tan franqueable como lo han logrado en Europa países que hasta hace poco tiempo tuvieron mortales enfrentamientos.