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Días de fervor y pasión mística
Semana Santa en España. La reciente celebración religiosa se vive de manera muy intensa en los pueblos y ciudades españoles. Plenas de colorido y rituales, cada una tiene una particularidad que vale la pena conocer. textos de Nidia Catena de Carli

En España las celebraciones de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, tienen un carácter vehemente y efusivo que se manifiesta en las calles de cada pueblo o ciudad, con las procesiones más singulares y bellas del mundo. No obstante, cada lugar del país tiene su sello particular y distintivo. Para ejemplificar, se puede decir, que la Semana Santa andaluza son plenas de color y vida, las del Bajo Aragón son multitudinarias y ruidosas, en cambio las castellanas se caracterizan por su sobriedad.

Como se puede inferir, todas las ceremonias tienen sus peculiaridades que las convierten en acontecimientos místicos únicos en el mundo.

En la Semana Santa sevillana intervienen sesenta cofradías para la preparación de las imágenes que desfilan en las procesiones profusamente adornadas y cubiertas de flores y cirios, respetando una iconografía religiosa común a toda Andalucía. Una estética que reluce con los vestidos de los nazarenos y los atuendos utilizados por los fieles en las procesiones: traje oscuro en los hombres y atuendo negro con mantilla en las mujeres, una tradición que pervive con los años.

Más de treinta advocaciones diferentes de la Virgen María salen en las procesiones; dos de ellas: La Macarena y la Esperanza de Triana son las que gozan de mayor fervor popular.

El origen de las procesiones en Sevilla data de 1520, cuando el primer marqués de Tarija fomenta la celebración de un Vía Crucis desde su palacio, conocido hoy como Casa de Pilatos. Desde ese momento comienzan a aparecer cofradías que sacan en procesión sus imágenes.

La noche del Jueves Santo, la famosa "madrugá", salen en procesión La Virgen de La Macarena, más tarde El Jesús del Gran Poder; y, cuando los rayos del sol despuntan sobre el horizonte del Guadalquivir, es el turno de El Calvario y los Gitanos. Todas recorren un tramo común conocido como Carrera Oficial. Este trayecto está absolutamente atestado de fieles y curiosos que siguen con rezos la ceremonia. Por eso, sin duda, las mejores atalayas para ver el espectáculo son los balcones del casco histórico de Sevilla, donde los "costaleros" que mecen los pasos de las procesiones, suelen parar cuando los sevillanos lanzan piropos a las imágenes.

Las celebraciones continúan el Viernes y Sábado Santo, para arribar finalmente a la fiesta de Pascua, que es el símbolo del paso de la muerte a la vida. El Gran Domingo, el día de la Resurrección de Jesús, se celebra jubilosamente en la Plaza Mayor.

La Semana Santa de Lorca

Lorca es una ciudad de campanarios y viejos palacios. El peregrino la descubre envuelta en la atmósfera estática e intensamente iluminada de esos paisajes meridionales, en los que todavía se escucha el rumor de las antiguas batallas, el murmullo de las acequias y los apasionados acentos de los tiempos barrocos. Pero, conocer Lorca en Semana Santa adquiere un significado muy especial, ya que todo parece transformarse en estas celebraciones que revisten una gran devoción religiosa por parte de sus habitantes, y una extrema originalidad, gracias a la bella cabalgata de más de cien personajes históricos o legendarios de la antigüedad que tiene lugar el Viernes Santo.

La Semana Santa de Lorca, tal como la conocemos, nació probablemente en 1855, cuando la cofradía "de los Azules" decidió salir en procesión con sus túnicas de rico terciopelo bordado en oro.

La cofradía "de los Blancos" no podía competir ni rivalizar en este terreno, ya que sus ordenanzas determinaban que sus trajes debían ser de sencillo lienzo. Pero todo cambia, y la ordenanza también. De allí en más optaron por atraer la atención de los fieles.

La innovación consistió en la escenificación de "La entrada de Jesús en Jerusalén", en la que intervinieron treinta personas. Al año siguiente, los "Azules" representaron "La calle de la Amargura", compuesta por guardias pretorianos; Gestas y Dimas (el buen ladrón crucificado a la derecha de Cristo) y unos cuantos personajes más, extraídos de los autos sacramentales todavía vigentes en los pequeños pueblos españoles.

A partir de aquel lejano día sólo fue menester la intervención del obispo del lugar para dar forma a la imponente comitiva que integra los desfiles procesionales. La rivalidad entre las cofradías se encargaría de poner la nota de suntuosidad en lo que hasta entonces había sido una sencilla sucesión de actos penitenciales. Los gustos de la época, por su parte, se responsabilizaron de que la Semana Santa lorquiana quedara integrada entre las tradiciones populares con más adhesión de público dentro y fuera de sus límites comunales.

Con el esfuerzo y el entusiasmo de ambas cofradías se fue formando una importante escuela de bordado que, sujeta a materiales tan preciosos como la seda, el oro y la plata, desarrollaría un repertorio de técnicas complicadas y difíciles, pero tan bellas y efectivas como las de la mejor pintura académica.

Una celebración sobria

La Semana Santa en Valladolid está asentada en una tradición que hunde sus raíces en el siglo XV. Es la más sobria de cuantas se celebran en España, y quizás en ello radica su belleza.

La existencia de procesiones está documentada desde el año 1411, cuando el predicador San Vicente Ferrer pasó por esas tierras, y su momento de mayor esplendor -aparte del actual- se halla en las crónicas de la ciudad en el siglo XVII.

La cita más emotiva se desarrolla el Viernes Santo por la tarde, cuando sale la Procesión General de la Sagrada Pasión del Redentor -la mayor de España-, que parte de la Iglesia de Nuestra Señora de las Angustias y que está integrada por treinta y un pasos que narran la pasión y la muerte de Cristo. Ese mismo día se realiza otro singular acto: el pregón de las siete palabras. A la mañana los pregoneros del sermón, que van a caballo, recogen en la puerta del Palacio Arzobispal el Pergamino del Pregón que será leído en diferentes puntos de la ciudad. Al mediodía en la Plaza Mayor, se lee ante las autoridades civiles y religiosas, estando presentes las cofradías y los devotos.

Las celebraciones concluyen el Domingo de Pascua con la Procesión del Encuentro de Jesús Resucitado con la Virgen de la Alegría, que se produce en la Plaza Mayor después de un extenso recorrido por la ciudad.

La fiesta en Málaga

Una puesta en escena preciosista, que evidencia el gusto malagueño por la solemnidad y el boato, marca y distingue la Semana Santa malagueña. Tiene su origen en la creación de hermandades penitenciales justo después de la incorporación de Málaga a Castilla, en 1487.

Durante los ocho días de celebraciones, las calles de esta ciudad aparecen colmadas de feligreses que participan o miran el pausado andar de las cuantiosas procesiones. La que mayor fervor despierta es la denominada: Nuestro Padre Jesús el Rico.

La historia de esta celebración tiene sus inicios durante el reinado de Carlos III, cuando los presos de la cárcel de Málaga, en señal de protesta por haberse suspendido las procesiones de Semana Santa debido a una epidemia, se amotinaron y abrieron las puertas de la prisión para sacar en hombros una imagen de Jesús de Nazareno. Devuelta la imagen al templo, todos volvieron a sus celdas.

El acto llegó a oídos del Rey, que concedió a la imagen -llamada desde entonces de Jesús el Rico- el privilegio de liberar a un preso todos los años, costumbre que sigue en vigor.

Al contrario de las procesiones castellanas, las malagueñas se destacan por la profusión de adornos y los monumentales tronos barrocos, portados a la vista de todos por los llamados hombres del trono. Estos esforzados feligreses llevan imágenes prodigiosas, de artistas de la talla de Pedro de Mena, Valdivieso y Sayas, verdaderas obras del arte sacro.

Es de gran belleza la procesión de la Virgen de los Dolores, que en la madrugada del Viernes Santo recorre las calles, iluminadas tan sólo por la luz de los cirios de los nazarenos.

Lo cierto es que antes, como ahora, quedan claros algunos aleccionadores mensajes que podrían resumirse en el triunfo de la religión sobre el paganismo, la victoria de la verdad sobre las falacias y la traición, de un mundo seductoramente brillante pero engañoso.

Procesión de las Palmeras

Un Domingo de Ramos diferente. La ciudad de Elche, próxima a la Costa Blanca, cuenta con el palmeral más grande de Europa. Tiene unos 200.000 ejemplares censados y gran cantidad de ellos pertenecen a la especie de la palmera imperial.

Por esta razón, no es extraño que la famosa Procesión de las Palmeras del Domingo de Ramos sea única en España y quizás en el mundo. Muchas de las palmas que salen en la procesión son verdaderas obras de arte realizadas por los propios feligreses; otras, en cambio, por artesanos calificados.

Estos trabajos se exportan a otras regiones. Inclusive el Papa recibe una palma blanca "ilicitana" el Domingo de Ramos. La vistosa procesión comienza a mediodía, después de la bendición de las palmas, y recorre el centro de Elche, transportando el Cristo en la Pollínica -una bella obra del siglo XV- que es trasladado entre el cimbrear de las palmeras.

La representación de la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén es un acontecimiento peculiar y emotivo para quienes tuvieron la suerte de vivirlo.