Nosotros: NOS-08
DESTINOS
Una visita a la "Ciudad de la Guerra"
Las Ruinas de Quilmes. Este verano Nosotros caminó las pircas del noroeste argentino, las mismas que siglos antes fueron verdaderos muros defensivos y hoy son el deleite de turistas extranjeros y locales. Aquí la historia contada por un pueblo que no se da por vencido. textos de Juliano Salierno (*)

Dieciocho kilómetros separan a las Ruinas de los Indios Quilmes, en la provincia de Tucumán, de la localidad de Amaicha del Valle. Punto desde el cual diariamente parte una excursión con destino a la ciudad sagrada. Se trata de un emprendimiento turístico del guía, Sebastián Pastrana que, en compañía de otros nativos, se propuso contar la historia de sus ancestros a la manera de sus abuelos.

Desde hace apenas unos años, Sebastián recorre la geografía de los valles Calchaquíes en una 4x4, junto a otros tres vehículos que trasladan a los turistas de un punto a otro. La excursión incluye una charla acerca de la historia del lugar; la recorrida guiada por las ruinas y la visita a la casa de un artesano de la Quilmes actual.

Para llegar al sitio arqueológico, primero hay que transitar el trazado irregular de la ruta provincial Nº 337. Luego empalmar la nacional Nº 40 -cuyo estado no es menos prolijo que el tramo anterior-, e ir bordeando el río Santa María, siempre hacia el noroeste.

Tras algunos minutos de camino, un cartel de vialidad anuncia que hay que abandonar el asfalto para hacer unos 5 km de ripio, hacia el oeste, que desembocan en la entrada principal del complejo que está delante de la ciudad derruida.

Antes de llegar a destino, los vehículos se detienen al costado del camino. Sebastián reúne a todos bajo una sobra, en medio de la vegetación agreste, y forma un semicírculo a su alrededor para "trasmitir la otra historia", repite cada vez a quienes hasta allí llegan.

Este verano debió sumarle a su entrenado relato, una explicación acerca del difícil contexto que atraviesa la comunidad aborigen en su pelea por las ruinas.

Hacía apenas unos días que la Justicia tucumana les había permitido a los pobladores la explotación de la antigua ciudad. La determinación llegó tras varias jornadas de toma activa y resistencia, que incluyeron cortes de ruta y manifestaciones públicas que poco eco tuvieron en la prensa provincial.

El conflicto suscitado en noviembre de 2007 se centra en la figura del empresario Héctor Cruz, concesionario del predio y dueño del hotel que se yergue sobre los faldones de las antiquísimas construcciones arqueológicas. Según los lugareños, el contrato de explotación privada había vencido en 2002 y, desde entonces, las sucesivas administraciones públicas no habían hecho más que renovárselo a la misma persona.

Por eso, los actuales habitantes del pueblo de Quilmes -unas 60 familias distribuidas a lo largo de 10 kilómetros- dijeron basta y comenzaron a exigir parte de los beneficios. La finalidad: destinarlos a educación, salud y la construcción de pozos de agua, un recurso escaso en la aridez de la superficie durante gran parte del año.

La vida, la lucha

La historia de los Quilmes es conocida como la de un pueblo guerrero. Algunos dirán que violento, reaccionario, intransigente. Pero para sus herederos el pasado empieza y termina en una larga, trágica y amarga resistencia.

Primero fueron las batallas libradas contra el imperio incaico, que avanzaba tomándolo todo desde la cordillera de los Andes. Ochenta años de luchas constantes contra la civilización invasora no fueron suficientes.

Una vez que el hombre blanco debilitó los ejércitos precolombinos que avanzaban dominando el sur de América, los Quilmes resistieron durante 50 años más el asedio de la Corona Española.

El resultado de esas guerras -que duraron 136 años- fueron la derrota, la desdicha y la desintegración de una comunidad organizada que crecía en el corazón de los valles calchaquíes.

Según los antiguos documentos, el primer alzamiento calchaquí data de 1530, mientras que el fin de la resistencia está fechado en 1666.

El secreto de haber tolerado tantos años protegiéndose de las avanzadas invasoras sin ser destruidos, radica en el estratégico lugar en el que se alza la ciudad.

Desde los pucarás, cuyo significado es "fortalezas", los indios controlaban todos los movimientos del valle, mientras que los altos paredones de piedra del cerro El Cajón les protegían las espaldas.

Los pucarás son estructuras de piedra llamadas pircas, distribuidas en las laderas de las montañas, que cumplían una doble función. Eran puestos de vigilancia que permitían advertir la presencia enemiga con tiempo suficiente como para pertrechar su ejército y esconder a mujeres y niños del enemigo. Pero, además, fueron verdaderas trincheras de combate. Desde la altura arrojaban piedras y lanzas a quien intentase ir tras ellos, obligando al enemigo a emprender la retirada tarde o temprano.

Sin embargo, "subir al pucará era un momento de mucho dolor, era acercarse a la muerte", explicó Sebastián Pastrana. Mantener la tranquilidad de la ciudad costó una innumerable cantidad de vidas a los quilmeños. Madres que perdían a sus hijos e hijos que perdían a sus padres en combate, y eso durante generaciones.

El destierro

Antes de ser un pueblo guerrero, el de Quilmes era agricultor y ganadero. De los frutos del valle dependían la economía y, por ende, su subsistencia. La ciudad sagrada estaba dividida en dos partes: Una destinada al trabajo, que era resguardada por la otra, por la "ciudad de la guerra".

Como pertenecían a la nación Diaguita, los Quilmes mantenían un fluido contacto comercial con el resto de los pueblos del valle, aunque conservando sus costumbres, como por ejemplo su lengua: el Kakan. Con el tiempo, y aunque sin ser colonizados militarmente, recibieron la influencia de la cultura incaica, que hoy se mezcla en la tradición.

Finalmente, los españoles entendieron que para vencerlos debían atacar por otro flanco y fue así como establecieron un cerco y los asediaron durante un prolongado período, hasta dejarlos agotados, sin recursos y sumamente débiles.

A la rendición la acompañó un feroz proceso de destierro. Las familias fueron separadas y enviadas a distintos puntos del país, donde las utilizaron como mano de obra esclava, para las tareas más pesadas.

El éxodo más conocido fue el que acabó con la fundación de la localidad de Quilmes, en la provincia de Buenos Aires. Hacia allá partieron 2000 hombres, de los cuales llegaron apenas 400.

La mayoría murió en el camino. Sedientos, enfermos y hambreados, muchos optaron por suicidarse antes que vivir sometidos.

Pero otros destinos les deparaban al resto de los sobrevivientes. Algunos fueron a parar a las minas de Jujuy; a los viñedos de Catamarca y La Rioja; y otros incluso fueron traídos a Santa Fe, donde también estuvieron sometidos a trabajos forzados. De estos últimos, el registro más vivo está grabado en el nombre de la ciudad de Calchaquí, en el departamento Vera.

Fue así que las mujeres hicieron un "pacto de no procrear", al menos hasta 1812, cuando fueron declarados libres por la Corona Española.

La historia cuenta que, al borde de la extinción, Francisco Chapufre bajó de los cerros con 36 indios, que son los que mantuvieron viva la estirpe. A ellos se les hizo entrega en 1716 de la Cédula Real, un documento con el sello de la corona a través del cual España entregaba a los pueblos originarios 120 mil hectáreas de valles.

A cambio, los emisarios del rey exigieron que dejaran pastorear las ovejas del gobernador y comenzaran el proceso de conversión al catolicismo.

Historia Moderna

El sistema de tierras comunitarias que se estableció entonces rige en la actualidad, pero la superficie inicial quedó reducida a menos de la mitad con la posterior división política del país.

Es decir que 100 años antes de la independencia de la nación, esas tierras ya eran comunitarias. Y quedaron formalmente reconocidas con la aprobación de la reforma constitucional de 1994, que respeta las etnias y por ende los derechos que a sus miembros asisten.

Las ruinas fueron expropiadas en 1977, por el gobernador y represor Antonio Bussi, que las declaró patrimonio provincial para iniciar un negocio, que incluyó trabajos de recuperación que "no fueron serios", y el sitio perdió parte de su valor arqueológico intrínseco.

En la década de 1990, el presidente Carlos Menem promovió la privatización del sitio y fue entonces que levantaron el complejo turístico, cuya pileta está sobre un antiguo cementerio. En ese lugar "se pagaba $ 160 para dormir sobre los ancestros", reprochó el guía Pastrana.

Para esa época, el gobierno de Ramón Ortega, "Palito", gastó ocho millones de pesos en la construcción del hotel.

Hoy, a pesar de que la situación no es óptima, el pueblo de Quilmes continúa al pie de las pircas, librando una batalla desigual, que se dirime en los estrados. Pero su decisión no es menos firme que la de sus ancestros y por lo pronto seguirán litigando.

(*) La visita fue realizada el 19 de enero de 2008.

Apostillas culturales

Historia, cultura y lengua

•En abril de 1716, por medio de una cédula Real, los representantes de la Corona Española le dieron posesión a Don Francisco Chapufre, cacique de los pueblos de El Bañado, Quilmes, San Francisco, Tío Punco, Encalilla y Amaicha una extensión de 120.000 hectáreas incluyendo en ellas la Ciudad Sagrada de Quilmes. Cuenta la historia que junto al cacique Chapufre se encontraban 36 indios cuyos descendientes son los actuales habitantes de la región. •La historia del pueblo de Amaicha se remonta a tiempos preincaicos cuando, junto a otros pueblos de los valles calchaquíes como los Quilmes, Tolombones, Tafíes, Paciocas y otros, formaron una unidad cultural que incluía la comunicación permanente y el intercambio comercial entre las diferentes tribus y logrando un sofisticado grado de organización social y económica. •El nombre Amaicha sería un derivado del vocablo "Aynacha", que en lengua Aimará significa "cuesta abajo". Otra acepción es la del Padre Lozano, quien hace derivar el nombre de la palabra kechua "amicharse" que significa "reunirse" o "juntarse". Su lengua era la kakana o el kakan, muy difícil de entender, aprender y hablar. Se cree que aún se hablaba hasta mediados del siglo XVII. Fuente: www.sumajpacha.com