Región: REG-14
Una tregua, nada más

El Gualeguaychú, la masiva manifestación a favor del reclamo del campo dio el apoyo a las entidades y a los autoconvocados de todo el país para suspender la medida de fuerza como condición para instalar la negociación.

Una concurrencia de 30.000 personas y el apoyo de cientos de piquetes en todo el país reflejan que el reclamo tiene el sustento masivo y auténtico de gran parte del interior productivo. Eso se vio en la ciudad de Entre Ríos, en donde las únicas banderas eran celestes y blancas.

Después de 21 días de paro, quedan muchas cosas para el análisis. Primero, se desnudó la disimilitud de dos maneras de pensar el país que, si bien conviven, nada tienen en común salvo el fin último, aunque plantean caminos opuestos para lograrlo.

Para el gobierno nacional, el paro fue la primera crisis significativa para su modelo de gestión política. Sólo el tiempo dirá cuán debilitado queda esta administración después de la crisis. Lo cierto es que la metodología de tomar al campo sistemáticamente como una caja sin fondo para sostener el superávit demostró haber caducado.

En este sentido, se hace necesaria una autocrítica a la metodología que sublevó al sector productivo, modificando el curso a tiempo para que la voz del sector sea incluida en la mesa de decisiones que los involucran de manera directa. No se trata de discutir o no la distribución de la riqueza, sino de establecer reglas claras de funcionamiento y que -por ejemplo- ya no se imponga un tributo a dos días de empezar una cosecha, lo que modifica sustancialmente la ecuación para el productor.

Para el campo, significó la necesaria unidad para marchar en conjunto, más allá de las diferencias de cada entidad, pidiendo una política clara para el sector en la que puedan participar proponiendo ideas superadoras. Además, se inauguró la novedad de una movilización con piquetes autoconvocados que, ignorando la decisión de sus entidades madre, salieron a cortar rutas de manera independiente. En cada uno de ellos, las asambleas decidieron las acciones a tomar en el día a día de la protesta, llegando a coordinar acciones conjuntas con los demás cortes en un sistema totalmente nuevo para los chacareros.

El gobierno no cometió la torpeza de reprimirlos con la fuerza pública, pero en vez de ello ejerció presión a través de sus acólitos. Y en el intento de demostrar fuerza en la Plaza de Mayo desnudó la necesidad de movilizar el aparato político en un lugar simbólico que ya no le pertenece de forma exclusiva, tal como demostraron las cacerolas.

La protesta urbana sorprendió a todos, principalmente a estos improvisados piqueteros rurales, quienes vieron fortalecida su postura con semejante demostración de apoyo que la presidente intentó desestimar.

En la misma se apoyó al campo, pero también estaba implícito un grito contra la mentira, la soberbia y la impunidad.

Ahora se abre una instancia de negociación, y sería otro error político no prestar atención a ese reclamo para solucionar el problema.