Opinión: OPIN-02 Falta un interlocutor gubernamental idóneo para dialogar con el campo

El gobierno -mal asesorado- no acertó con nada para detener la suba de los precios y terminó con actos y medidas verdaderamente torpes, a costos tremendos y descomunales.

Uno de los hechos más escandalosos de la administración de Néstor Kirchner se produjo cuando, en uno de sus repetidos actos temperamentales y sin medir nefastas consecuencias, decretó la prohibición de la exportación de ganados y carnes. Con la complicidad obsecuente de funcionarios tristemente célebres, adoptó una medida irracional que destruye esfuerzos exportadores y nos quita reputación y confianza en los mercados del mundo.

La prohibición, claramente inconstitucional, no reconoce antecedentes en todo nuestro pasado ganadero. Lo mismo sucedió con la prohibición de la exportación de los saldos exportables del trigo.

Medidas coyunturales no sirven. Flexibilizaciones no sirven. Compensaciones y subvenciones no sirven.El campo argentino necesita la elaboración de una "integral política agropecuaria" en la que estará comprendida una "política ganadera", una "política agrícola" y, subsidiariamente, un "plan ganadero" y un "plan agrícola" que no es lo mismo pero que será consecuencia de una política ganadera y de una política agrícola. A largo plazo, no medidas coyunturales. No políticas anticampo.La grandeza del país y la defensa de la industria madre de la Argentina -la producción agropecuaria- requieren en forma inmediata y perentoria de la designación de un interlocutor oficial idóneo para discutir y acordar con el sector de la producción a través de las instituciones rurales gremiales más representativas.Ese interlocutor válido e idóneo no puede ser otro que un señor ministro de Agricultura y Ganadería de la Nación (expresamente excluyo la producción pesquera o la pesca por no tener absolutamente nada que la relacione con lo agropecuario) que deberá informar y asesorar con todo rigor y autoridad al titular de turno en el Poder Ejecutivo. Que cuando esté sentado en el gabinete de ministros y frente al presidente o presidenta de turno, su argumentación en las cuestiones de su materia y del campo sea respetada, oída y considerada en sus razones. Sin esa categoría de ministerio y de ministro, temo que continuaremos huérfanos de política agropecuaria con mayúsculas.

El campo reclama un ministerio

La restauración del ministerio en cuestión deberá ser para siempre. Comenzará a ser el principio de una política agropecuaria integral, de largo aliento, coherente y estable. Debe trascender a los gobiernos y constituirse como integrante fundamental de la política del Estado argentino.

El gobierno ha demostrado no sólo desconocer el ABC de la producción agropecuaria; también ha actuado con cerrada obstinación y preconceptos. Esta tozudez, incapacidad, imprudencia ha costado mucho a los argentinos, pero más grave aún a "la política moral de la República".

Se debe aprender para no volver a cometer los errores repetidos hasta el presente. La creación del primer Ministerio de Agricultura de la Nación se hizo durante la segunda presidencia de Julio A. Roca en 1898. Se cumplieron 110 años. Roca había hecho notar su preocupación por las cuestiones agrarias. La historia del país registra períodos con la jerarquía de Ministerio de Agricultura y Ganadería de la Nación y otros períodos de simples secretarías como el actual.

Se trató de ministerios con ministros "idóneos" que no olvidaban que el agro es el gran multiplicador de la economía, el que mayor inversión realiza todos los años, y el que aporta desde siempre la mayor cantidad de divisas merced a sus saldos exportables. Es tiempo de pensar en cambios profundos. Debe rejerarquizarse la actual secretaría con la finalidad de crear el ministerio en la materia.

Ahora bien, ¿quién debería ser ministro de Agricultura y Ganadería de la Nación? Sin duda un productor agropecuario. Pequeño, mediano o grande. Pero productor exitoso al fin, con conocimientos acabados y rigurosos de lo que es el campo argentino y su realidad y, también, la realidad del mundo. Con la inteligencia innata de saber rodearse con hombres capaces en las distintas especializaciones y constituir equipos idóneos para responder con toda solvencia y honestidad a resolver la problemática agropecuaria y elaborar una definitiva política que sea el resultado del consenso del sector y el conjunto social. ¿Acaso es una utopía? Comencemos por lo más elemental. El respeto y la consideración al productor, sabiendo que el productor no es un "suicida" que produce y trabaja la tierra hasta agotarla y desnaturalizarla como pretende la corriente ignorante y maliciosa que sostiene ahora, por ejemplo, que la producción de la soja, conduce a la destrucción de la tierra, al monocultivo y al abandono de la producción de la carnes, de la lechería y de cultivos cerealeros, etc.

Perfil de un futuro ministro

Ese ministro de Agricultura y Ganadería de la Nación, que debería ser un productor, conoce -porque está en su esencia- que sus pares aman a la tierra, la quieren y la cuidan, la entienden, la respetan y la defienden. El productor no produce sólo pensando en su generación, cuida muy bien a ese factor tierra para sus sucesivas generaciones. Ese productor sabe hacer rotar sus cultivos con oleaginosas, cereales y gramíneas y, si tiene además ganadería, introduce en sus planes de siembra implantaciones de pasturas; todo, por supuesto, con semillas de probada genética, introducción de fertilizantes y racionales herbicidas.

El suelo -factor naturaleza por excelencia-, la tierra, es el piso de su fábrica que es a cielo abierto. Por lo tanto, está sujeta a situaciones climáticas ajenas a su voluntad, ya que son aleatorias por excelencia. Por eso, el productor agropecuario es un sujeto tan especial, con una idiosincrasia nacida del tesón, el sacrificio, la constancia y una particular y confesa tradición de fe en Dios. Es el hombre que "sabe hacer", que tiene lo que se denomina el know how que le permite con el menor tiempo, en el menor espacio, con los menores costos, lograr una mayor obtención en calidad y cantidad de productos agropecuarios.

El productor no quiere "subvenciones" de nadie, quiere y exige el respeto a su trabajo. Cuando no sabe algo o tiene dudas o los avances tecnológicos lo superan y la progresión de la biotecnología exige introducir innovaciones en su empresa, con inteligencia y humildad pide el consejo y la experiencia de sus pares, de ingenieros agrónomos, veterinarios, organismos públicos y privados.

Por eso, quien tenga la enorme responsabilidad de conducir el ministerio que el campo reclama, sin dudas y a todas luces, deberá salir de las filas y a propuesta del campo.

Esa persona no debería levantar banderías políticas y seguir como única bandera la de la Patria, con el convencimiento y la responsabilidad de que de su gestión dependerá mucho la producción madre de la Argentina.

Así debería ser el interlocutor idóneo para dialogar y consensuar con las entidades gremiales que, sin duda, llevarán una agenda de trabajo que contemple a todo el campo argentino.

M. A. de la Torre Mayoraz (*)

(*)Productor agropecuario