Opinión: OPIN-03 Él no puede con ella

El nudo de la historia es sencillo, primario... Podría decirse que el hilo argumental es de una cuasi historia de amor: él primero pretende entablar una relación amigable con ella... pero ella no se deja. Es esquiva, de pocas palabras, o más bien, de expresiones incomprensibles.

Él la mira detenidamente y piensa -mientras tanto- cómo y dónde tocarla. Finalmente se decide y prueba: apoya sutilmente el dedo índice sobre su superficie tersa, lisa, lustrosa. Ella reacciona bien, mejor de lo esperado.

Entonces el hombre sigue avanzando, intentando entenderla otra vez, porque de ella sólo obtiene expresiones sintéticas, escuetas. Ella es de pocas palabras, y logra confundirlo muy fácilmente.

En el tercer avance la relación se empieza a complicar: ella se vuelve reticente, más confusa en sus indicaciones, en extremo ambigua. El hombre -desorientado- decide volver a foja cero, hacer borrón y cuenta nueva, e intentar reconstruir la relación desde otro lugar.

En su fuero íntimo, él sabe que el vínculo entre ellos está algo desgastado. Pero sólo ella tiene lo que él necesita: nadie más. Y esta es una verdad imposible de refutar, objetivamente cierta y constatable. Por eso vale la pena intentarlo una vez más.

Mientras emprende nuevamente sobre ella, se da cuenta de que ambos son el centro de decenas de miradas ansiosas, que esperan -en verdad- que él termine de una vez por todas. Esos ojos impacientes le hacen saber que ha fracasado.

Por lo tanto, tendrá que pasar el fin de semana casi en ayunas: y no porque la angustia le cierre el estómago, sino porque se quedó sin efectivo. No es la primera vez que en este espacio se dedican algunas líneas a recrear escenas donde los protagonistas excluyentes son dos: un hombre y un cajero automático, enfrentados, uno al otro, enfrentados para siempre.