Opinión: OPIN-07 A la familia Sejas

Señores directores: No es muy corriente para mí escribir una carta, debe hacer muchos años que no lo hago, pero tiene la ventaja de que, de alguna manera, eterniza lo que contiene, en contraste con lo efímero de la oralidad. Hace 40 años, aproximadamente, que entré por primera vez a la casa de "los Sejas", y desde ese momento, conocí no una familia, sino una cultura familiar, una forma de sentir y de hacer, que ha significado en lo personal "todo suma". Ah, y digo cultura porque llevaba implícita una serie de valores que fueron en todo este tiempo puestos en práctica por cada una de las personas que integraban el núcleo familiar.

En esa casa encontré afecto, la importancia de sentirse escuchado, de conversar con quien uno aprecia de todos los temas, el sentido de la generosidad, la capacidad de dar un consejo en el momento justo, el valor terapéutico de la sonrisa. Me sentí querido como un hijo, amparado como un hermano, valorado siempre, aun en mis errores. Era durante la sobremesa, cuando iba a leer El Gráfico, de aparición semanal. Era cuando escuchábamos a Lalo, el jefe de familia, contar las anécdotas más graciosas. Donde Lilia, "la jefa de Familia", dejaba de hacer lo que más le gustaba en la vida, que era pintar, para venir a servirnos el café más rico que he tomado, y no por su sabor, sino por que era la habilitación para formar parte de la mesa en donde más he escuchado y me he reído en mi vida. Porque podríamos decir que es el escuchar la actividad humana que más ha descendido en popularidad y actividad. Y en esa casa uno sentía que era importante ejercitarla porque estaba convencido de que era mucho más beneficioso oír que hablar.

Pasó mucho tiempo y la vida se llevó a dos integrantes. "Lilia" hace un tiempo no pinta más, pero su café sigue presente en la misma mesa, y sus paisajes cada vez son más bellos y nos transmiten la tranquilidad que tanto necesitamos y que parece olvidamos hoy . Y Dardo, mi amigo Dardo, mi hermano Dardo, nos dejó el miércoles de la semana pasada, y el cementerio de elefantes perdió uno de sus más leales "cazadores". El "Gordo" nos seguirá siempre, como nos seguirán sus desopilantes ironías, su admiración por sus padres y su hermano Mario; su amor y lealtad por Gabriela; su pasión por María Clara, María Lucía y María Pilar; su militante disposición a sentar a sus amigos alrededor de su mesa; su sabio consejo, pero, sobre todo, su alma de niño y corazón de gigante. Los Papás Sejas sabían cómo hacer las cosas. Criaron un hijo para que te alegre el corazón y otro para que te lo cure. Cruel ironía el ver llorar tanto a una persona que tanto nos hizo reír, tanto silencio por alguien con el que tanto hablamos, no poder ayudar a quien tanto nos ayudó y no poder escuchar más a quien tanto nos escuchó.

Sin duda, Dardo, te vamos a extrañar, pero haber compartido tantos momentos inolvidables nos hará tenerte siempre presente. Y, aunque vos en tu epitafio querías escribir: "Los eximo de tener que llevar el cajón", lo llevamos más fácil de lo que llevaremos tu ausencia. Uno de tus tantos amigos.

Sergio Monserrat. Ciudad.