Muchas veces, cuando determinadas especies están vedadas, la prohibición es para todos, sin discriminación alguna de actividad ni de "manejo". Queda claro que debemos proteger a las especies y no hay objeción respecto de la necesidad de preservarlas mediante normas que penen su captura en los lapsos indicados.
Sin embargo, no es lo mismo la actividad comercial, la pesca indiscriminada que la pesca deportiva o enmarcada en el turismo. Porque jamás puede esta última alcanzar los volúmenes de la anterior, y porque es mucho más fácil de controlar, toda vez que se puede concentrar en un número reducido de puntos de embarque, así como delimitar zonas específicas.
Muchos guías de pesca, personas que en general son responsables y saben que dependen del recurso para que un visitante vuelva, sostienen que pesca deportiva no produce o no debería producir impacto alguno. Al contrario: la práctica responsable de la pesca con devolución genera mayor concientización en todos, lugareños o no, y una vez que se impone, es mucho más difícil burlarla. Y por ende, se reclama un tratamiento diferenciado respecto de vedas, lugares y especies permitidos.
En los lagos del sur, por ejemplo, si bien los puertos de embarque están localizados y no pueden ser esquivados, hay un ya aceptado cumplimiento de las normas: una trucha por persona por jornada y no hay discusión. Los pescadores devuelven y lo hacen aunque no tengan un guía al lado que los inste.
Lograr ese nivel de conciencia por nuestros ríos es todavía impensado, pero debe trabajarse en ese sentido. Y entrenar a guías, determinar áreas y concentrar controles puede ayudar. Como todos los aspectos relacionados con los recursos y su sustentabilidad, no se trata de una cuestión de fácil o unilateral resolución. Pero en el amplio abanico de perspectivas abiertas, es importante que se escuche a quienes practican la pesca deportiva y que se considere al turismo como lo que puede ser: una formidable herramienta para generar más y mejor conciencia conservacionista.