Ivana Fux
El manoseo de las estadísticas a nivel nacional impactó como golpe fatal en la credibilidad de los indicadores oficiales. Los cambios en los procedimientos de cálculos sembraron indicios de arbitrariedad. La decisión del Indec de ya no publicar el Indice de Precios al Consumidor (IPC) para las provincias generó más sospechas.
Para Hugo Ambrosi, doctor en Estadísticas y ex director del IPEC, cuando un indicador no es creíble, ya no le sirve a nadie; se convierte en un "arma primitiva" que se blande con algún interés. A su criterio, el país olvidó que la estadística es una cuestión de Estado.
Sin embargo, en diálogo con El Litoral, consideró que quizá el caos sea una oportunidad para varios replanteos; para discutir los desfasajes de la actual legislación nacional y, esencialmente, para que las provincias recuperen sus autonomías en esta materia.
El especialista partió del análisis de la ley que hoy regula el campo estadístico para razonar cuál es el verdadero rol de las provincias. Tras recordar que es una norma de la dictadura (ver El dato), advirtió que no delega en el gobierno nacional más facultades de las que le confiere la Constitución.
"Nuestra organización nacional básica es federal, y todo lo que las provincias no cedan taxativamente en la Constitución, lo conservan para sí. Como prueba de eso, el censo de población ha sido encomendado a la Nación pero lo demás, no. Ésa es la única función estadística delegada; las demás, las reservan las provincias, por lo que ellas tienen no sólo el derecho, sino el deber de hacer las estadísticas que necesiten", enfatizó.
Sobre esta base, Ambrosi rechazó la idea de subordinación a la Nación. Actualmente en Santa Fe, por ejemplo, los datos para elaborar el IPC son recabados por el Ipec, pero sigue siendo el Indec quien los procesa y construye el índice. El especialista planteó el desafío de romper con ese esquema, e instó a que la provincia elabore sus indicadores.
"Tengo el convencimiento de que las provincias no sólo tienen la opción, sino la obligación de hacer sus índices. Si no hay un acuerdo nacional, cada provincia tiene que resolverlo", insistió.
Garrotes y espadas.
Para el especialista no hay dudas: un indicador que no es creíble no sirve para nada, o mejor dicho, sirve a determinados intereses. "Sirve como servían las armas primitivas para arrojárselas por la cabeza unos y otros -ejemplificó-. Es una especie de construcción civilizada para volver a una forma primitiva. Ahora, por ejemplo, hay un resurgimiento del tema estadístico por el conflicto agropecuario. Entonces, los índices no se utilizan para clarificar o para ponerlos como una base común de conocimiento, sino que se blanden como se lo hace con un garrote o una espada".
Dictadura
La norma que regula el sistema estadístico nacional es la N´ 17.622 y fue dictada en 1968. "Es una ley de la dictadura, que no se cambió en 40 años", advirtió Ambrosi, quien rescató aspectos técnicos de la norma, pero cuestionó otros. "La ley no encomienda a nadie calificado como podría ser un Consejo Federal de Estadísticas, la elección de contenidos y prioridades. Además, por ser una ley del proceso, no le da intervención al Congreso. Entonces, deja al Indec con una suerte de omnipotencia, y carga sobre las espaldas de los técnicos una cosa tecnocrática excesiva, permitiendo que quien tiene el poder de decisión sobre el Indec sea arbitrario", opinó.
Hugo Ambrosi criticó la nueva metodología del Indec para calcular el IPC. "Ahora se hace en forma abreviada; ha sido una suerte de reduccionismo porque disminuyó la cantidad de ítems (de 800 pasó a 400), alteró el sistema de medición de precios y redujo el alcance en cuanto al tipo de hogares a cubrir", expresó. Además, aclaró que se ignora el procedimiento que derivó en esta nueva composición de la canasta, y al margen de los ítems, sugirió incorporar al indicador el género de vida.
"A igualdad de ingresos, la gente gasta de distinta forma, y todo eso configura un perfil de consumo -explicó-. Cuando medimos el costo de vida, algo que automáticamente salta es la definición de umbral de pobreza. Y eso se define con el costeo de la canasta. Pero ése es un umbral de pobreza absoluta. Y en una sociedad, uno no se siente pobre sólo porque el indicador lo diga, sino por la insatisfacción entre la percepción y las expectativas. Ésa es la cuestión relativa para la que se necesita un espectro de consumo de toda la sociedad".
El especialista cuestionó la manera en la que se toman las decisiones en el campo estadístico. "No tenemos que caer en la tentación tecnocrática, según la cual existiría una especie de fórmula que los plebeyos tendríamos que aceptar ciegamente. La estadística es un campo en el que debe primar el consenso, única base para que exista credibilidad. El principal defecto del índice actual -advirtió- es que no se le cree".
Sobre esa base, invitó a dejar de ver a los indicadores como elementos "externos y ajenos", y puso como ejemplo países con sistemas estables, donde se manejan con Consejos Nacionales de Estadísticas en los que intervienen diferentes sectores de la sociedad. "Allí se acuerden los planes de acción. Después la cosa pasa a los técnicos. Es como la salud, la educación o la seguridad, donde todos quieren tener voz. Las estadísticas -sostuvo- no pueden ser ajenas a eso; si no, se convierten en una cosa esotérica, hermética, que en última instancia no le sirve a nadie".