Opinión: OPIN-05
La vuelta al mundo
El regreso de la IV flota
USS Nimitz. En la plataforma de aterrizaje del portaaviones norteamericano, un avión C-2 queda con la nariz y un ala fuera de la pista luego de una maniobra fallida. Ocurrió en 2001 frente a las costas de la República Oriental del Uruguay. Foto: AFP

Rogelio Alaniz.

En Estados Unidos las grandes decisiones, aquellas que tienen valor estratégico a mediano y largo plazo, las toma el Estado, no los candidatos electorales. No sabemos si en las elecciones de noviembre el pueblo votará por Obama o Mc Cain, pero sí sabemos que a partir del 1º de julio la IV flota comenzará a navegar por las aguas del Atlántico. El candidato que gane las elecciones tendrá que hacerse cargo de este dato de la realidad. No hay razones para suponer que se atreva a modificar una iniciativa que supuestamente garantiza la seguridad del imperio.

Los gobiernos de América latina protestaron en diferentes tonos por el regreso de la IV flota. Cuba y Venezuela lo hicieron con palabras duras y con la tradicional jerga antiimperialista. Brasil y Chile lo hicieron con un lenguaje más moderado. En todos los casos la crítica fue visible. Thomas Shannon, el representante diplomático de EE.UU. para la región conversó con cancilleres y algunos jefes de Estado para tranquilizarlos. Sus palabras fueron elocuentes, pero no convencieron.

Shannon asegura que la IV flota no tiene objetivos bélicos o de dominación. Sus palabras son pacíficas, pero los gestos no. Por su lado, el almirante James Stavridis, comandante del Comando Sur aseguró que las tareas de la IV flota no serán diferentes a las que venía realizando el Comando Sur en los últimos años. Según su autoridad máxima, se trata de una resolución de alcances administrativos sin ninguna consecuencia política y, mucho menos militar.

En América latina los más moderados señalan que el tema carece de relevancia. En los últimos cincuenta años -razonan- los yanquis intervinieron militarmente en varios países y jamás necesitaron de los auxilios de la IV flota para hacerlo. Por otra parte, el poderío militar norteamericano es tan evidente, que nunca un submarino nuclear adquirido por Brasil o un submarino ruso comprado por Venezuela lograrán poner en riesgo la seguridad de Estados Unidos.

La IV flota fue creada en 1943 en el contexto de la Segunda Guerra Mundial. Su objetivo fue luchar contra los submarinos nazis que navegaban por el Atlántico. En 1950 fue disuelta. Esto significa que la Guerra Fría no necesitó de este auxilio naval para cumplir con sus objetivos, Tampoco se necesitó de ella para invadir Santo Domingo, Grenada o Panamá.

Si esto es así, ¿para qué resucitar una institución cuyo nombre eriza la piel de los gobiernos latinoamericanos?, ¿para qué correr el riesgo de alentar la conciencia o los prejuicios antiimperialistas de los pueblos que asocian a Estados Unidos con la miseria o la pobreza de sus sociedades? Las respuestas a estos interrogantes son diversas. Por un lado, Estados Unidos no puede desentenderse militarmente de lo que en otros tiempos consideraba su patio trasero. La emergencia de gobiernos populistas enfrentados con el imperio puede ser otro de los motivos.

Por lo pronto, Stavridis reitera que los objetivos de la flota son pacifistas y que nadie tiene por qué atemorizarse por las operaciones de naves que ni siquiera van a navegar por aguas territoriales. Según el almirante, la flota tendrá como tarea el cumplimiento de cuatro o cinco objetivos básicos: respuesta a los desastres naturales, operaciones humanitarias de asistencia médica, lucha contra el narcotráfico y cooperación en temas de medio ambiente.

Si las palabras de Stavridis son verdaderas, las tareas de la IV flota no son diferentes a la de una brigada de boys scouts. Si así fuera no se entienden tantos despliegues. Tampoco se entiende por qué nombran como comandante en jefe al almirante Joseph Kernan, un veterano en operativos militares en Vietnam, Laos y Camboya. Kernan fue comandante del Comando de Guerra Especial Naval, y es operador del Devgrum, un elemento de élite dentro de la órbita militar, destinado a realizar tareas de espionaje y contraterrorismo.

Se podrán discutir los alcances y la legitimidad de estos objetivos, pero lo que está fuera de discusión es que el responsable de la IV flota está muy lejos de ser un boy scout.

Stavridis dijo en su visita a la Argentina, que el buque más grande de la IV flota será un buque hospital. Los hechos no parecen coincidir con estas saludables metas. Según las informaciones disponibles, integrarán la flota dos buques de asalto: el USS Boxer y el USS Kerasage. Cada uno de ellos pesa unas 40.000 toneladas, puede transportar 18.000 infantes , 42 helicópteros, cinco cazabombarderos, seis helicópteros antisubmarinos y tres lanchas de desembarco. Un portaaviones Nimitz , el USS George Washington podrá apoyar las potenciales operaciones anfibias con 85 cazabombarderos F 18.

Como se podrá apreciar, el despliegue militar y tecnológico no suele ser el que llevan los boys scouts cuando realizan sus excursiones. Para los observadores más críticos, el objetivo de la IV flota es claro. Se trata de controlar -en la nueva coyuntura histórica- las reservas de agua dulce, alimentos y recursos energéticos. Y combatir las posibles actividades terroristas, sin definir con certeza qué alcances tiene esa palabra y hasta dónde esas intervenciones no pueden llegar a ser lesivas de las soberanías nacionales.

La sede de la flota estará en Mayfort, Florida y responderá al Comando Sur con sede en Miami. Los barcos navegarán por el Caribe y el Atlántico Sur y hasta el momento no han decidido cuál será su base de operaciones. Mientras el Comando Sur estuvo a cargo de esta tarea, la base fue el puerto de Manta, en Ecuador. En la actualidad el gobierno de Correa ha dicho que no permitirá que esto suceda. Veremos cómo se las ingenia para cumplir con su palabra.

En homenaje al realismo, hay que decir que poco o muy poco se puede hacer para contradecir esta iniciativa del imperio. Es importante que los gobiernos hayan expresado su disconformidad o recelo, como también es importante que se anuncien controles estrictos. Estados Unidos dispone de un gran poderío militar y económico, pero no puede hacer lo que se le da la gana. Y mucho menos en los tiempos que corren. Los años de la Guerra Fría han concluido y la "política del garrote" ha sido históricamente repudiada.

Más que una amenaza militar directa, la presencia de la IV flota en las aguas del océano Atlántico hay que pensarla en el contexto de una estrategia disuasiva. El Tío Sam le advierte a los gobiernos latinoamericanos que sigue siendo el de siempre y que la soberanía territorial existe, pero el imperio también existe.