Región: REG-12
Señales que preocupan

Los productores rurales observan azorados la continuidad de un vacío de políticas que, de mantenerse, garantiza la aniquilación de muchos sistemas productivos nacionales.

Esta semana el campo se volvió a movilizar, en reclamo de soluciones urgentes. Ya queda claro que el triunfo legislativo en la derogación de la resolución 125 no alcanza, y que se trató más bien de la punta de un iceberg que implica un reclamo de fondo que el Gobierno se niega a afrontar.

Según especialistas, los pronósticos bajistas del petróleo podrían contagiar a la soja, la que volvería a rozar los U$S 300 por tonelada, con la consiguiente caída en la rentabilidad para el productor y para las arcas del Estado nacional en concepto de retenciones.

La suspensión de las exportaciones de queso fue otro intento del díscolo secretario de Comercio Interior para tratar de desviar más materia prima al mercado interno y reducir el precio de este producto. Más de lo mismo. El resultado de esta imprevista medida no podía ser diferente de los otros adoptados bajo la misma receta que se dice redistribucionista: el fracaso.

Las constantes paradojas argentinas muestran a senadoras que ayer votaron a favor de la resolución 125 presentando proyectos de ley para fomentar el uso de fertilizantes a través de descuentos impositivos. ¿Alcanzará?

Los tiempos se acortan para todos: un gobierno enceguecido en embestir contra de la producción, aplicando medidas que favorecen a los grandes actores y castigan a los más pequeños. Los productores que ya no ven perspectivas en la actividad ganadera o lechera, y un contexto de intolerancia que recrudece.

Los Kirchner dicen ser las víctimas de todos los que no piensan como ellos, cuando en realidad terminan siendo víctimas de ellos mismos y de su miopía política, abonada por el estado de obsecuencia que fueron fomentando a su alrededor.

Mientras las conferencias de prensa sigan siendo una puesta en escena forzada por analistas de imagen, la falta de sinceramiento de la economía seguirá estirando la cuerda de una relación gobierno-gente cada vez más ríspida e irritante.

La historia reciente demostró que a la corta o la larga la inflación se deberá admitir oficialmente, y también alguien deberá asumir el costo político que ello implica, en aumento de tarifas y negociaciones con las centrales sindicales por el aumento del salario. La Argentina se sigue marginando del mundo, invirtiendo una cada vez mayor porción del esfuerzo productivo para subsidiar el consumo, forzando una situación que enciende señales de alerta.

Lo cierto es que la incertidumbre vuelve a teñir el panorama, justo cuando el campo prepara la siembra de la gruesa, principal sostén de la actividad. Hasta tanto las señales que perciba el productor sigan siendo de desconfianza y de incertidumbre, se hará cada vez más difícil alcanzar el proyecto anunciado por Cheppi de producir 150 millones de toneladas en 2015.