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ACTUALIDAD / CONSUMO
¿Es mejor blanco o tinto?
Todo sobre vinos. Limitar la elección a estos dos colores no resulta acertado, porque cada vino se corresponde con una forma de entender la vida, una degustación acorde con un determinado momento del día o como complemento de los manjares de la mesa. textos de Francisco Galindo.

El vino se define como el resultado líquido de la fermentación alcohólica del mosto y de la uva. Aunque la variedad de vinos es casi infinita, muchos consumidores muestran sus dudas a la hora de inclinarse por un brevaje tinto o blanco.

La principal característica del vino blanco reside en que se procede a su fermentación sin los hollejos ni las semillas de las uvas. Este tipo de caldo se obtiene a partir del mosto que proporcionan las uvas blancas exprimidas, o también tintas con pulpa no coloreada. Si el mosto tiene un alto contenido en azúcares, el resultado será un vino dulce. Si, por el contrario, no contiene elevados índices de azúcares, el vino será seco y, finalmente, si el producto resultante contiene cierta cantidad de azúcar residual y no ha fermentado en su totalidad, será un vino abocado.

El vino tinto es el resultado de la fermentación de uvas negras con hollejos y semillas. Dependiendo de su graduación alcohólica, el resultado será fuerte, aterciopelado, suave o ligero.

Champán y cava

¿Es mejor el vino tinto que el blanco? A esta pregunta, que se hacen muchos consumidores, no se puede responder con una aseveración, ya que en materia de vinos, todo es muy relativo. La calidad nunca puede depender de su color, pues hay blancos -incluidos el champán y el cava- que responden a los mayores estándares de calidad y se venden a unos precios astronómicos.

La única verdad inalienable es que los tintos de gran calidad tienen más cuerpo que los blancos. Sin embargo, botellas de las mejores añejas del champán Dom Perignon o Moet-Chandon, decoran las mesas de multimillonarios de todo el mundo. Sin irse tan alto, hay blancos de las regiones españolas de Cataluña y Galicia, de regiones francesas como Borgoña o Provenza, de Sudáfrica o California, de una calidad difícil de superar.

El aire de ligereza que se confiere tradicionalmente a los blancos no les impide desmerecer en calidad frente a la fama de los tintos. Cada vino se corresponde con una forma de entender la vida, con una degustación acorde con un determinado momento del día, o como un complemento a los manjares de la mesa.

El maridaje entre carnes y tintos, y pescados o frutos del mar con blancos es una de las creencias más extendidas. Pero los gustos no se pueden aplicar a rajatabla y la gente combina los caldos con los alimentos de acuerdo con la circunstancia, el momento y, por supuesto, la billetera.

Aunque la variedad es casi infinita, en su libro "Todos los vinos del mundo" (Ed. Planeta, 1995), el enólogo Juan Muñoz Ramos y el periodista especializado Jesús Avila Granados distinguen, aparte del blanco y el tinto, más de una docena de tipos de vino: de mesa, rosado, de aguja, amistelado, aromatizado, clarete, enverado, espumoso, gasificado, generoso, licoroso, petillant, y siguen los nombres.

Todo ello obedece a que, como no hay dos cepas iguales, los vinos pueden resultar parecidos pero no exactamente idénticos. Hay bodegas que consiguen homogeneizar sus caldos a base de una elaboración muy cuidada y de un tratamiento exquisito mientras el líquido elemento permanece madurando en las cubas.

La calidad final del vino depende de numerosos factores: temperatura ambiente, humedad, calidad de la uva y procedimiento de la vendimia, entre otros.

Un vino tinto puede tardar en criarse como mínimo unos dos años y su calidad será directamente proporcional a la pureza del roble de la barrica en la que se ha guardado. En cambio, el blanco suele tardar menos en madurar y suele guardarse en depósitos de acero y cemento hasta que está en su punto. El proceso de crianza difiere del tinto, aunque también exige mucho mimo de los enólogos, que lo cuidan para que el producto final no se degrade.

Cuestión de temperatura

Una vez que el vino, ya sea blanco o tinto, es embotellado, los depósitos o bodegas no deben superar nunca los 14 grados centígrados; las oscilaciones térmicas deben ser mínimas; las botellas deben permanecer en posición horizontal; la humedad relativa del aire no debe descender del 70 por ciento; la luz será escasa; hay que evitar los olores extraños en el recinto y, finalmente, se debe procurar que no haya ruido pues está demostrado que los caldos son muy sensibles y se alteran cuando se generan trepidaciones en las cavas.

Cuando se vaya a consumir el vino, si éste es de calidad y quiere sorprender a sus amigos y familiares, no olvide abrir la botella media hora antes de verter su contenido en las copas.

A los tintos bébalos siempre a temperatura ambiente, pero los blancos es conveniente que los deposite en una cubeta con hielo, tal como recomienda el experto José Peñín en su volumen "Mis 101 mejores vinos" (Ed. Penthalon, 1984).

Los tintos viejos (de más de tres años) deben mantenerse en una temperatura de 17-18 grados, mientras que los ligeros y jóvenes, es mejor que no sobrepasen los 12-15 grados.

Los blancos con elevados índices de alcohol, rosados y claretes se deben alcanzar como máximo los 10-12 grados; los blancos secos y afrutados entre 8-10, los champanes y cavas entre 6-8 y los blancos semisecos o licorosos entre 4-6.

Por último, es recomendable tomar los vinos blancos secos o fríos antes que los que se van a consumir a temperatura ambiente; beber los vinos ligeros antes que los tintos con más cuerpo y, entre caldo y caldo, no despreciar un buen vaso de agua. Eso sí, beba con moderación, ídisfrutará más!

El momento de compartir

Aroma y sabor. Al vino joven es mejor servirlo en recipiente de cristal para evitar los residuos de aromas secundarios y anhídrido carbónico presentes en su composición. En cambio, a los vinos viejos sírvalos directamente de la botella, pues de lo contrario los aromas terciarios desarrollados en la botella por el proceso de reducción del óxido, corren el riesgo de volatilizarse.

Es muy importante saber abrir la botella. Los tipos de sacacorchos más habituales son tres: de aleta, de torniquete y de lámina de acero. Los expertos se inclinan en su mayoría por éste último, ya que no perfora el corcho sino que se introduce por los laterales.