Política: POLI-01
Panorama político
Fuego cruzado en el PJ
Ni los Kirchner eran unos fenómenos, ni son Hitler o Mussolini. Ahora, están incluso obligados a buscar consenso.

Sergio Serrichio (CMI)

Debido a la desaceleración de la economía (que a pesar de todo sigue creciendo en la variación interanual) y a la erosión de los salarios por efecto de la propia inflación, algunos economistas y consultoras han detectado en las últimas semanas un menor ritmo de aumento de los precios respecto de lo que sucedía en los momentos más álgidos del extenuante conflicto oficial con el campo.

Sin embargo, el gobierno de Cristina Fernández ha sido puesto a la defensiva y conminado por algunos de sus propios soldados a terminar de una vez por todas con la manipulación de los datos del Indec, la agencia estadística intervenida de facto desde principios de 2007 por el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, a instancias del entonces presidente Néstor Kirchner.

De tan inverosímiles, los datos del Indec ya pusieron demasiadas veces en ridículo al kirchnerismo. Por eso, la decisión oficial es que la influencia de Moreno sobre la agencia estadística debe cesar.

Tal vez por aquello de que "en boca del mentiroso, lo cierto se hace dudoso", el Indec morenista ya no sirve a la estrategia oficial, aun si tuviera buenas noticias que dar sin necesidad de manipular las cifras.

El problema es encontrar un equipo y esquema funcional de reemplazo. Las condiciones que piden los candidatos para "recuperar" una agencia tan desprestigiada son difíciles de satisfacer: desde la reincorporación de decenas de técnicos y profesionales apartados, hasta el riesgo de que un golpe de sinceridad desate dos efectos indeseados.

De un lado, juicios por fraude, y del otro, una espiral inflacionaria aun peor si el sinceramiento de los índices activa una intensa ronda de indexación en toda la economía. La saga de los índices truchos se estira así por la dificultad para encontrar una salida decorosa.

Duhalde vs. Kirchner

Por eso, vale la prudencia en esta hora de ansiedades, en que los Kirchner pasaron de ser los demiurgos de la más grande expansión quinquenal de la economía argentina en cien años, a la par de ineptos irredimibles. No fueron los primeros entre 2003 y 2007, aunque se empeñaron en hacerlo creer. Ni tampoco son los segundos, aunque ahora están obligados a demostrarlo, y eso requiere un esfuerzo extra.

Eduardo Duhalde no fue prudente cuando comparó a Néstor Kirchner con Mussolini e Hitler. Por eso mismo, ayer reculó parcialmente, a pesar de que su alusión a la gestualidad de Kirchner cuando habló en la plaza del Congreso fue la parte más acertada de sus declaraciones. Kirchner fue allí un mal remedo, si no de Hitler y Mussolini, al menos de Chaplin en "El gran Dictador". Las películas de Chaplin eran mudas.

Duhalde, sin embargo, no pidió disculpas, y nadie del gobierno le pidió que lo hiciera, por afirmar hace veinte días que Kirchner está "psíquicamente desgastado", ni por insistir hace tres que el ex presidente tiene "graves problemas psicológicos" y agregar, con apenas segundos de diferencia: "Cristina no puede gobernar sin él".

Además de los desafíos económicos que ahora enfrenta la presidenta por todas las decisiones que durante cinco años no tomó su marido (caso contrario, no debería haber dificultades fiscales en un país en el que la recaudación creció año a año a tasas de dos dígitos), el desafío político K es mantener a raya a los leones del peronismo.

Al fin de cuentas, el recrudecimiento del fuego intraperonista apareció luego de que Néstor Kirchner, en su carácter de presidente del Partido Justicialista, decidiera convocar para el 30 de noviembre a elecciones internas en el PJ bonaerense.

En lo inmediato, el gobierno debe cuidar que la interna no le arruine las cuentas en el Congreso, donde necesita votos para proyectos tan sensibles como la reestatización de Aerolíneas, la movilidad de las jubilaciones y un aumento de partidas presupuestarias superior a los 30.000 millones de pesos.

El riesgo es que recrudezca una interna peronista; y el beneficio potencial, que el gobierno deje atrás la etapa de la batalla permanente y comience la búsqueda del consenso.

"Excelente" relación

El presidente de Uruguay, Tabaré Vázquez, aseguró que son "excelentísimas" las relaciones entre su país y Argentina. Ayer, el mandatario aseguró que pese a las controversias surgidas por la instalación de Botnia en Gualeguaychú, no hace falta una reconciliación entre ambos países porque las relaciones son muy buenas.

"No hay problemas como para que hablemos de reconciliación. Sacando este aspecto específico, tenemos excelentísimas relaciones entre uruguayos y argentinos. Hace pocos meses firmamos convenios con el gobierno (argentino) para instalar una planta de regasificación de gas licuado para Uruguay y el Gran Buenos Aires, en un tema como el energético, que es muy importante para los dos países. Y en el resto de los temas, a veces no tenemos enfoques comunes", aseguró Tabaré.

Paralelamente, defendió la instalación de Botnia y negó que contamine. "No sólo no contamina, sino que el agua que ingresa para la utilización industrial y luego sale tratada nuevamente hacia el río Uruguay, sale en mejores condiciones medioambientales que cuando ingresa. Habíamos solicitado cuando llegamos al gobierno un informe de técnicos a un instituto noruego de medio ambiente para que nos informaran, y el informe que recibimos nos asegura que con su tecnología de última generación, Botnia no contamina. Además ÄaclaróÄ, Uruguay había adoptado los controles dispuestos por la Unión Europea".

A El Calafate

Tras participar del acto de asunción del nuevo presidente paraguayo, Fernando Lugo, Cristina Fernández de Kirchner emprendió ayer por la tarde su viaje de regreso a la Argentina, pero directamente a El Calafate, donde permanecerá el fin de semana. Lo hizo a bordo del avión presidencial, junto a una reducida comitiva oficial.