Opinión: OPIN-05 Miserias y dignidad

Carlos Catania

El premio Nobel de Literatura, J.M. Coetzee (Ciudad del Cabo, 1940), en su libro "Diario de un mal año", sintetiza las contradicciones y antagonismos de la condición humana, recurriendo a dos ejemplos: el primero, poético; el segundo, denigrante. Son cosas que ya se saben y, por lo mismo, fáciles de olvidar. Sustraídas del plano del acostumbramiento y depositadas en una conciencia inquieta, determinan no sólo una empecinada visión del mundo, sino también las estrategias de una praxis que deja atrás nuestros reumatismos y paños de lágrimas.

Habituados a las perversiones cotidianas, cercanas o planetarias, que fustigan el universo humano, olvidamos las nuestras, las potenciales, aquéllas que bucean en líquidos interiores, emergiendo de tanto en tanto con educado disimulo, envueltas en papel de seda, expeliendo con fuerza cristalitos, imantados rápidamente por esa masa candente de hecatombes y malignidades cometida por la especie. Los trágicos griegos lo sabían muy bien. Todo final está al comienzo. El organismo responde a la célula. Si permanecemos sumidos en el miedo, manejados por las compulsiones neuróticas de la "diversión" y el atontamiento, estimulados por el "placer" que deparan los fracasos del Otro ("La competencia es una sublimación de la guerra") o acopiando "noticias" para el cacareo del día siguiente, etcétera, no estaremos en condiciones de vislumbrar siquiera la otra cara de la moneda. La existencia se convierte en una unidad sellada de mentiras consagradas. Tampoco es cuestión de consolarse con el arsenal tropológico del espiritualismo inmóvil, ni con humanismos de vidriera.

Vuelvo a Coetzee. Nos cuenta que después de escuchar una interpretación de la Quinta Sinfonía de Sibelius experimentó una gran y creciente emoción. Se preguntó qué habría sentido si hubiera sido un finlandés del público asistente a la primera interpretación de la sinfonía en Helsinki, casi un siglo atrás: "Me habría sentido orgulloso de que uno de nosotros fuese capaz de producir tales sonidos, orgulloso de que los seres humanos podamos crear semejantes cosas a partir de la nada". Y a continuación: "Contrastemos eso con los sentimientos de vergüenza porque nosotros, nuestra gente, hemos creado Guantánamo". Se refiere a la bahía cubana, donde desde 1902 se halla instalada una base naval de los Estados Unidos; hombres uniformados aplican con gran júbilo picanas eléctricas e introducen las porras con que golpean en el ano de los prisioneros desnudos, etcétera.

Esta conmoción de Coetzee se minimiza si la comparamos con otros hechos históricos y contemporáneos. Ya resulta redundante enfrentar las acciones de Hitler con la Alemania de los románticos que exaltaban al individuo, la naturaleza y la belleza: Schlegel, Novalis, Hšlderlin, Goethe, Schiller, los hermanos Grimm, Heine... y con actuales pensadores y creadores. Asimismo, creo haber mencionado en alguna oportunidad, la confrontación similar dada en la época de Maquiavelo. Desde tiempos inmemoriales, siempre ha sido así, y el presente, tan tecnocrático y entregado a la elusión constante, lo confirma de manera elocuente. Es muy raro todo esto. Endiabladamente complicado. Pero los polos son tan visibles que nadie puede dejar de percibirlos.

Entonces, ¿qué?

Por el momento, este dilema, expuesto sin matiz alguno, carece de solución. La perenne utopía consiste en preceptos con pretensiones de "cambiar". De manera que los creyentes en que nada puede cambiar y que consideran bizantino mencionar "la división en dos mundos", si llegan a leer lo anterior, dormirán tranquilos. Sin embargo, no está de más recordar un lugar común: la inercia individual incide en lo social alimentando la peor parte, es decir: atenta contra la vida, la dignidad y otros pormenores que parecen archivados en las tumbas del olvido. O estás de un lado o del otro. Rebelde o esclavo por elección. Respeto el hecho de que consideres estas hipótesis como la ensoñación de un moralista. Sin embargo, aquí, justamente, se reniega de toda moral. Lo único que pido es que te apartes de mi camino, pues soy tan desvalido y contradictorio que no deseo verme reflejado en los espejos.

En otra nota, hice alusión a los mundos paralelos. No intentaba reflotar el argumento de Parménides (el pensamiento por un lado; la existencia por otro). El paralelismo del que hablo es, paradójicamente, antagónico. Se mantiene durante un breve trecho, puesto que una de las "líneas" es corta y se interrumpe, mientras que la otra apunta al infinito (por no decir al fin). Una maravilla de pertinacia que define el estado actual de la Humanidad. Y aquí es donde el NO adquiere el perfil de la rebeldía. Las porquerías y las trampas rigen el universo humano. Dejo la moral en manos de sacerdotes. Simplemente, se trata de escoger entre la frágil libertad y la exitosa dominación; entre ser un paria o una tuerca de la "normalidad". Todo lo cual es prácticamente imposible. Pero atesoramos actuar como si se pudiera. (That is the question (...) íOh, qué miserable soy, qué parecido a un siervo de la gleba!) (1).

No obstante, lo que llamamos rebelión dispensa por lo menos un gramo de esperanza (que de ningún modo significa esperar). Rebelarse no es refugiarse, sino dar la cara, evitar las trampas, propagar el pensamiento antagónico y mantener en alto la antena que detecta al enemigo. Un escritor cuyo nombre se me escapa, sostuvo que no es posible luchar largo tiempo contra alguien sin terminar por parecerse a él. Una gran verdad. Siendo así, no debe olvidarse que el peor enemigo puede ser uno mismo.

En suma: todo pende de un hilo muy delgado. En los últimos meses, asistimos a un "partido" muy publicitado. Según dicen, los equipos enfrentados fueron el gobierno y el campo. ¿Alguien se ha preguntado acerca de los reales intereses en juego? ¿A quién beneficia este enfrentamiento? ¿Qué chisporrotea detrás de los discursos en que ambos "bandos" hablan de los pobres seres que viven en la miseria, como si la pobreza fuera el motor de su accionar? Una vez más, la creencia de que mejorando los efectos, se liquidan las causas. No digamos ya creencia , sino recurso . Y con este malentendido proverbial, los medios de comunicación realizan malabares. Me refiero a la competitiva y morbosa información, con aquello de "fue primicia", titulares destinados a impactar en sentimientos receptivos, utilizando, una y otra vez, un lenguaje manido. Por fortuna, no toda la información patina sobre los hechos. Muchos medios ejercen una función crítica objetiva, desprovista de comentarios al paso.

Sin embargo, Braudillard lleva el asunto a un extremo ominoso: "Yo no busco la buena o la mala utilización de la información. Intento ver cómo ese círculo de la información se condena a sí mismo, desmiente sus propios principios y se autodestruye de acuerdo con una mecánica fatal. Destruye el acontecimiento y después se destruye a sí mismo en cuanto que acontecimiento. Es un inmenso círculo de suma cero".

Quizás se me presente la oportunidad de otra nota acerca de este vaticinio.